Son ya innumerables los planes de inversiones que ha anunciado el gobierno del Sr.Vivas en estos últimos años. Si estas presentaciones por todo lo alto no son novedad, menos lo son su contenido. Una tras otra se enumeran actuaciones que nunca llegan a ponerse en marcha. Todas tienen un denominador en común: las máquinas excavadoras y los ladrillos. Parece que no cabe en la cabeza del Sr.Vivas intervenciones en las que el hormigón no sea el protagonista indiscutible. Su visión es la de una persona obsesionada por dejar una impronta perenne y visible de su paso por el sillón autonómico. Para rematar su jugada está poniendo todo su empeño en acometer una millonaria reforma de la Gran Vía y la calle Jaúdenes. Es tan evidente la jugada que el gobierno no la oculta. El propio Consejero de Fomento ha declarado que esta remodelación supone “la culminación del proyecto político de Juan Vivas”. No hay nada mejor que reformar, antes de irte, la calle en la que vives y la avenida que tienes que atravesar para llegar a tu trabajo.
El proceso de autoreclusión física y mental en la que ha caído el Sr. Vivas resulta evidente. En los primeros años de su mandato era fácil ver al Presidente de la Ciudad paseando por la periferia de Ceuta, acompañado de su cohorte de amigos y su guardia pretoriana. Era capaz de cambiar de acera para saludar a los vecinos y sus paseos por el centro era un jolgorio de sonrisas, abrazos y apretones de mano. Su despacho era un espacio abierto a la ciudadanía. Se sentaba con los que le aplaudían y también con los que le criticaban. Pero toda esta simpatía y acercamiento al pueblo se fue acabando con el paso de los años. Ahora coge el coche para ir desde su casa hasta el aparcamiento del Palacio de la Asamblea y las puertas de su despacho se han cerrado como las de la fortaleza del reino de Gondor.
El hechizo del poder ha atrapado al Sr. Vivas provocándole un severo estrechamiento del pensamiento, el acrecentamiento de la soberbia y la exaltación de la vanidad y el egocentrismo. Algunas de las personas que han trabajado con él comentan su progresiva falta de aceptación de las críticas y su carácter dominante y poco receptivo a la opinión de los miembros de su propio equipo. Estos emergentes rasgos de la personalidad del Sr. Vivas han mermado su prestigio, a lo que también ha contribuido la elección de algunos Consejeros, como el Sr. Carreira, que actúan guiados por parámetros alejados de la democracia y el legítimo derecho a la participación ciudadana, cuando no haciendo uso sin pudor de la difamación y la falta de respeto. No menos importante para el desprestigio del Sr. Vivas han sido algunos sonados casos de corrupción política, como el que tiene como eje la adjudicación de viviendas de protección oficial.
Para remediar los efectos del hechizo del poder, el Sr.Vivas quiere dejar la política dejando su impronta en el corazón urbano de Ceuta que lo forman la Gran Vía, la calle Jaúdenes y la plaza de África. Miedo nos da lo que pueden hacer en esta histórica plaza. Que vayan temblando los árboles y las plantas de la Plaza de África. Sus días pueden que estén contados. Ya nos conocemos la nula sensibilidad del Sr. Vivas con el arbolado urbano y, en general, con la naturaleza. El entorno natural de Ceuta no ha entrado nunca en los planes de inversiones de la Ciudad, más bien ha sido el principal perjudicado por las actuaciones emprendidas por los gobiernos presididos por el Sr.Vivas. Él ha sido el responsable de la destrucción de un paisaje tan bello como el la vaguada de Piniers destrozada por el vertedero de inertes y por la inmensa cárcel construida en sus inmediaciones. Al Sr. Vivas debemos también la ejecución del proyecto de construcción de las torres del Sarchal, la iniciativa de construir cientos de viviendas en las ladera del Monte Hacho que se impidió gracias a la movilización ciudadana, la impunidad por los vertidos de fuel provocados por la empresa CEPSA, el incumplimiento de las directivas comunitarias que obliga a la aprobación de los planes de gestión de los espacio naturales incluidos en la Red Natura 2000, la destrucción parcial del Mogote de Benzú, el abandono de buena parte de nuestro legado cultural, la falta de una adecuada política de protección del patrimonio arquitectónico en el centro histórico, etc…
El medio natural está abandonado, el patrimonio cultural se cae a pedazos, algunas barriadas carecen de lo indispensable, la escasez de espacios libres y zonas verdes resulta palpable y, a pesar de todo esto, la actuación que culmina el proyecto del Sr.Vivas cierra un círculo perfecto trazado por ladrillos, losetas y hormigón. Desde luego coherencia no le falta a la trayectoria política del Sr. Vivas. Termina como empezó: beneficiando al centro urbano y abandonando a su suerte a la periferia. Si no hubiera caído en manos del embriagador poder, o al menos se hubiera alejado de él antes, habría podido mantener algo de su talante personal y de su interés por la situación de la Ceuta que se extiende más allá del puente de Cristo. Pero no, el Sr. Vivas quiere culminar su proyecto favoreciendo a los poseedores de los bienes raíces que son los bancos, las grandes empresas, sobre todo los que dominan el sector de la construcción y a las clases sociales más pudientes que son las que se toman los vinos y las cervezas en la calle Jaúdenes y la Gran Vía. Son con estos grupos de empresas y personas con las que el Sr. Vivas quiere reconciliarse y dejarles un buen sabor de boca para que cuando deje la política lo paren por la calle y le digan: “Juan, que bonita has dejado Ceuta”.
Sí, como dijo Guy Debord, vivimos en la sociedad del espectáculo. El momento actual, escribió Debord, “es ya el de la autodestrucción del medio urbano. La explosión de las ciudades sobre el campo, cubierto de “masas amorfas de residuos urbanos” (Lewis Mumford) está presidida por los imperativos inmediatos del consumo”. La máxima prioridad, expuesta de manera explícita en la justificación del proyecto de reforma del espacio intrafosos de Ceuta, es beneficiar el consumo, o dicho de otro modo, favorecer las ventas de los comercios y los establecimientos de hostelería. Por el camino inyectamos, con dinero prestado por los bancos, un montón de pasta a las empresas de construcción. Así que todos contentos. La banca que siempre gana, las empresas de construcción se llevan lo suyo, así como también lo hacen los comercios y el sector de la hostelería. Encima los ciudadanos, en especial los que viven en las calles que van a reformar, están tan contentos ¿Se puede pedir más felicidad?
Sentimos ser unos aguafiestas, pero a nosotros esta felicidad lograda a base de narcóticos mentales y la aniquilación de la identidad de la ciudad nos parece repudiable. Algún día, tarde o temprano, este escenario construido con carísimas losas de granito, estereotipado mobiliario urbano y terrazas por todas partes, se vendrá abajo y tendremos que enfrentarnos a una triste realidad de paisajes aniquilados, centros históricos devastados por la especulación urbanística y una crisis económica y social de la que va a resultar difícil salir. La actual crisis económica nos parecerá un chiste comparada con la que se nos viene encima.
La pretendida reforma de la Gran Vía, la calle Jaúdenes y la plaza de África no es más que la culminación de un proyecto fracasado. Es una simple cortina de humo para disimular la incapacidad manifiesta de un gobierno autonómico para resolver los graves problemas que padece esta ciudad y afrontar con posibilidades de éxito los retos ambientales, económicos y sociales que amenazan el futuro de Ceuta.
El Sr. Vivas dejará la política sin haber sido capaz de solucionar la situación del Tarajal y los atascos que esta tercemundista frontera generan; sin dejar un plan de gestión de residuos y los planes de gestión y uso de los espacios naturales protegidos; sin un plan de gestión de los bienes culturales de Ceuta; sin una reducción significativa de las pérdidas en la red de distribución de agua potable; sin una imprescindible actualización de la red de aguas fecales; sin haber hecho absolutamente nada para adaptarnos al cambio climático que ya empieza a ser una realidad tangible y percibida en el día a día; sin un PGOU que ponga orden en el actual desorden urbanístico; sin la reducción de las tasas de paro en Ceuta; sin un horizonte claro para nuestros jóvenes y sin un proyecto de convivencia y de conformación de una identidad colectiva.
En definitiva, nos vamos a dejar el Sr.Vivas un legado de deudas y cosas por hacer que nos a costar mucho gestionar.
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