Las noticias que se reciben, por los diversos medios de comunicación, no son alentadoras. El panorama que muestran lleva al desconcierto; no se percibe ese orden, en la variedad, que tan grato resulta en la contemplación de la Naturaleza. El desierto es bello y cautivador y lo mismo ocurre en un bosque en el que el color verde tiene tonalidades variadas que forman un conjunto de gran belleza. El espíritu se siente a gusto en esos ambientes y la mente tiene motivos más que sobrados para sentirse creativa y sus pensamientos no son desordenados sino que reflejan un estado de ánimo pausado y tendente a expresar el grato ambiente en el que se está inmerso en esas ocasiones. Todo lo contrario de lo que ahora, desgraciadamente, nos inunda: la decepción ante la pobreza del panorama de la sociedad.
En España, nuestra Nación, cada cual intenta ir por un camino que no sabe, a ciencia cierta, a qué lugar o meta conduce. Va por ahí sin convicción profunda de que es el que verdaderamente debe seguir para llegar a construir, con todos los demás, el más bello y satisfactorio conjunto en el que nadie se encuentre a disgusto, sino que pueda sentirse satisfecho de las dificultades que haya que tenido que vencer en su camino - el de la verdad - que ha tenido que recorrer. Camino que es trabajo serio y constructivo, en cualquiera de las ramas que hay que fortalecer; que son muchas y muy variadas, pero todas necesarias para que el conjunto sea armónico y ofrezca serenidad, tanto para la vista como para la mente, actuando con rigurosidad para que no se desvirtúe la verdad.
La falta de verdad es la causa de la decepción. ¿Acaso se puede vivir con seguridad en un ambiente ficticio? ¿Cómo se puede estar seguro, en ese caso, de que se pisa sobre seguro, de que se vive en la verdad que la vida nos exige a todos? Ésta y no otra es la realidad de la vida; o se ofrece seguridad en todo aquello que a uno le corresponde hacer o, de lo contrario, se muestra un aspecto lamentable de ineficacia que, naturalmente, no ofrece confianza. No hay otro planteamiento: o el de la seguridad y firmeza o, por el contrario, el de lo inestable e inseguro. Hay para todos los gustos, pero las realidades van dejando de lado - antes o después - todo aquello que es ficción lastimosa. Así es como se abona el campo de la decepción.
No vale la función crítica cuando ésta se lleva a cabo sin fundamente. La crítica - el análisis profundo de cada cuestión - es totalmente necesaria para que cada paso a dar tenga el sello de la verdad. No lo es para diversión de quienes no tienen capacidad de buscar y encontrar la verdad, sino que basan su trabajo en demoler sin enterarse siquiera de la calidad e importancia de lo que va a ser su empeño de demolición. Es motivo serio de decepción ese ambiente de crítica que se produce sin fundamento constructivo. No es ese el camino que se necesita para ir al encuentro de la verdad, de la seguridad en la obra bien hecha, que se puede y debe hacer en todo momento. No se debe olvidar la responsabilidad moral que toda persona tiene de sus actos.
Es necesario que cada amanecer no sea una tortura. Todos tenemos la obligación de crear un ambiente de esperanza, de ilusión por gozar de la verdad, que es la máxima felicidad que puede alcanzar todo ser humano, especialmente si la comparte plenamente con todos los demás.
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