Esa es una de las claves de todo lo que ha sucedido este fin de semana. Hasta cuándo se va a poder mantener un control fronterizo con refuerzos y qué debilidades han sido las demostradas con sucesos como los ocurridos este pasado domingo.
Quienes alentaron un pase masivo este 15 de septiembre anuncian ahora otro el día 30. Y así podemos estar eternamente, con amenazas, con extensión de una particular cultura del miedo, con inquietud para una población que aspira a mantener su seguridad…
La temporalidad de las medidas deja al descubierto los miedos. Y eso no es bueno ni para Ceuta ni para el resto de España. Lo ocurrido el domingo, que atisba un grave problema social en Marruecos próximo al estallido, merece una reflexión urgente.
Frivolizar sobre lo que ha tenido lugar es el mayor error que podemos cometer, considerar ese intento de entrada como algo más es absurdo. Entre quienes cruzaban había niños de no más de diez años, algo que ha impactado incluso a las propias fuerzas de seguridad encargadas del control en la zona.
Niños expuestos a carreras por el monte rodeados de hombres de envergadura, expuestos a lanzamiento de material antidisturbio, a una valla con sus concertinas.
Niños desplazados desde zonas del sur movidos por unas redes sociales que tienen esa capacidad de movilización porque se nutren de un hartazgo social, de una protesta, de unas críticas que fácilmente pueden ser convertidas en una auténtica guerrilla social.
Marruecos no mantendrá por siempre una vigilancia extraordinaria, España tiene unos límites bien definidos en su control sobre fronteras y Ceuta no tiene capacidad de acoger más de lo que ya tiene.
Pasar página del 15-S es un grave error, hay mucho más que valorar de lo sucedido, pero sobre todo, se debe reaccionar de inmediato para que las trincheras que Europa tiene en este sur dejen de serlo y puedan servir como fronteras que regulen, que den protección y que dejen de ser una línea esperpéntica sin nada definido.