Categorías: Carta al director

Hasta cierto punto...

Hasta cierto punto, Dª Carmen Echarri. Señora usted sabe que soy un incondicional de sus artículos. Los leo, me gustan y francamente en la mayoría de ellos bien documentados no tienen desperdicio. Pero el que usted escribe el viernes a la izquierda del mío, ahí no estoy de acuerdo. Es cierto que en las estadísticas de delincuencia, así lo refiere el Ministerio de Interior, Ceuta ocupa el primer lugar. Es posible si por delincuencia se entiende los “cuatro” que pasan unos kilos de hachís para darles de comer a sus hijos. Excepcionalmente otros que pasan 500 kilos, para su enriquecimiento personal. Todos son delincuentes, a la hora de la verdad. Los jueces y juezas de Ceuta, claro ejemplo de imparcialidad y de saber estar, así los juzgan.
Pero Dª Carmen, ¿dónde están en Ceuta las violaciones, los grandes narcos de la cocaína, los asesinatos en masa? ¿Los asesinatos de las niñas de Alcasser, o la de los pequeñitos de Córdoba, la mafia china o los terroristas del País Vasco?
Pues ¡no señora! No estoy de acuerdo con usted. La Policía Nacional de Ceuta, reconocida por el Ministerio del Interior, está reconocida como de las mejores de España. Y no digamos los jueces y juezas, que son un auténtico ejemplo de imparcialidad y saber estar. Comenta usted en su columna: ¿creen lógico que policías nacionales vayan a desayunar, en el descanso de sus rondas, a la cafetería del narco, al que se supone, deben investigar? A reírle las gracias... Pues sí señora, esa es una de las misiones de la Policía. Darles confianza al delincuente, llevárselo a su terrenos y después con la información recogida, si es que procede, ponerlo a disposición judicial.
Hace 40 años cuando yo estaba en el SIGC (Servicio de Información de la Guardia Civil) con mi traje de paisano y mi pistolita del nueve coro, mi compañero y yo siempre en nuestras mentes teníamos “el siempre fiel a tu deber, sereno en el peligro y desempeñando nuestras funciones con dignidad y firmeza”, recogíamos aquella frase de nuestro capitán, que por cierto era mi padre. Obrad con lealtad y con justicia, nunca con rencor o malos modales. La ley es la ordenación del bien común promulgada por el que tiene a su cuidado una comunidad.
Mi compañero y yo nos íbamos a tomar café, a desayunar a reírle las gracias a los delincuentes de turno, pero al final caían, confiados en que la Policía o la Guardia Civil se vendían por un café o una cerveza. Salvo raras excepciones, la Guardia Civil o la Policía Nacional nunca se venden POR NADA.
Nota del autor: en reconocimiento al maravilloso Grupo de delincuencia informática o delitos económicos, que también nos atienden en los momentos en que los solicitamos.

*(Funcionario de prisiones)

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