Es verano y las tertulias a la luz de la luna, una tienda de campaña, el tintineo de las estrellas y los viejos amigos nos reunimos para acostarnos en la tierra mirando al firmamento infinito, como en la vieja adolescencia.
Recuerdo los agostos de la alerta ovni y las estrellas fugaces de la noche de San Lorenzo. Es la nostalgia que va consumiéndose con el tiempo aunque intentes rescatarla.
La semana pasada alquilamos una casa rural en la sierra de Crevillente. La idea de pasar dos días enmedio del bosque, respirar la humedad, oír el habla de un buho, escuchar el crepitar de las llamas consumiendo troncos secos y panocha de los pinos. No podían faltar las brasas, el asado, un buen vino. Luego frutos secos, algunas bebidas espirituosas y el conjuro de la quemada mientras la llama del infierno irrumpe con fuerza en el recipiente de barro en el que se maridan los mejunjes.
Buhos, lechuzas, sapos y brujas
Demonios, duendes y diablos,
espíritus de los nublados campos.
Cuervos, salamandras y hechiceras
hechizos de las curanderas.
Podridos tallos agujereados,
Hogas de los gusanos y alimañas...
Pasamos horas intentando meternos los miedos de las 15 años cuando dirmíamos acurrucados en los sacos de dormir.
Medium, echadora de cartas, exorcismos, curanderos, mal de ojo, leer los posos del café, sueños premonitorios.
La ouija era el que se llevaba la palma: un objeto que supuestamente permite contactar con los espíritos.
También el medium nos interesaba, la persona que les posible establecer contacto con su inconsciente, de manera tal, que le permite acceder a realidades no ordinarias y comunicarsecon los espíritus.
Luego las leyendas urbanas: la mujer de la curva, psicofonías, una noche en el cementerio..
¿Por qué siempre despiertan esa curiosidad ancestral la muerte, el más allá, el tarot, las maldiciones y las supersticiones?.
¿Dónde están los fantasmas, las apariciones, los gritos de niños llorando en la mitad de la noche?
Nuestra naturaleza racional no llega a vencer a los mitos, las tradiciones, al adentrarse en el terreno pantanoso del pánico, del terror, de la sugestión que se viste de ciencia para acreditar el inframundo.
Podemos aferrarnos a la imaginación negando lo evidente, provocar la adrenalina para destrozar la rutina, perder la cabeza buscando la cabeza.
¿Qué habrá de verdad en la ficción y de ficción en la verdad?
Dicen que en la calle Alfau las ánimas se organizan para llegar a la puerta del Ayuntamiento y pedirle al alcalde que arregle los aseos del parque de perros. Juan Vivas siempre está reunido con fantasmas y la Santa Compaña tendrá que pedirle cita a Satanás.
Esto no es para cagarse de miedo, sino para mearse.
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