Categorías: Opinión

Hablando en plata

Leídas las declaraciones de Carolina Pérez en la comisión del Senado, cabrían tres actitudes, o alternativas, para  valorarlas. Una, que todo lo manifestado por la señora Pérez fuera cierto. Dos, que todo lo expuesto fuera falso. Tres, que en las manifestaciones hubiera algo de verdad. La primera alternativa, por excesiva, abusiva e injusta, parece que repugna al sentido común. Generaliza en demasía y en ella se ve las orejas del prejuicio, pues ya se sabe que éste, el prejuicio, tiene la ventaja de que no hay que discurrir para juzgar, pues todo viene servido en  él. Además, no se debe obviar que la señora Pérez no es una advenediza en el conocimiento del área de lo social. La segunda posibilidad, parece, asimismo, increíble, pues, en buena lógica, no existe ninguna comunidad de personas, cualesquiera que éstas sean, en la que no se cometan errores y que la conducta de todas ellas sea ejemplar. La tercera postura –que haya algo de verdad– parece la más coherente de las tres. No generalizaría, carecería de prejuicios y no parecería ni excesiva ni injusta. Además, repito, la experiencia de la señora Pérez para manejarse en el área de los Servicios Sociales no es en modo alguno desdeñable.
Nuestros actos desencadenan consecuencias imprevisibles de las que no somos dueños. No las controlamos. Eso es lo que ha sucedido con las declaraciones de Carolina Pérez. Verdad es que le ha faltado a la señora Pérez alguna matización en sus declaraciones. Demasiada generalización. Ha metido a toda una comunidad de personas en el mismo saco. Pero considero que hay mucho de cierto en ellas. Carolina Pérez ha hecho de su capa un sayo con lo que se denomina “políticamente correcto”. En ese aspecto ha demostrado cierta valentía en una sociedad, como la nuestra, no exenta de hipocresía. Las sociedades heterogéneas son difíciles de manejar, y, a su vez, en ellas es muy fácil meter la pata hasta el corvejón, si se me permite la imagen. Pero, eso sí, una auténtica libertad de expresión no puede aceptar, en modo alguno, que grupos, asociaciones, comunidades étnicas, religiosas o no, o medios de comunicación señalen lo “políticamente correcto” como norma de conducta y por ello condenen al “ostracismo a los que no se sometan a su dictadura”. Por supuesto que respetar a las personas no significa que consideremos correcto todo lo que hagan y digan, y, por tanto, es del todo reprobable negar la libertad para expresar las propias ideas.
¿Qué ha pasado aquí, pues? Ya lo he dejado escrito más arriba, por un lado, Carolina Pérez ha generalizado. Y, por otro, la comunidad de personas a la que se refería la señora Pérez no se ha sentido, en modo alguno, satisfecha con las excusas presentadas por la exconsejera. Quieren hacerla pasar por las horcas caudinas de los ‘sabinos’. En mi opinión, la comunidad herida por las dichosas manifestaciones ha sacado a pasear el manido ‘victimismo’ –recuérdense las sorprendentes declaraciones de Ahmed Idris y los autodenominados “hermanos musulmanes” del PDSC–. A esa comunidad se les unen los consabidos ‘tontos útiles’ que están a la que cae.  Allá ellos.
¿No es cierto que de las prestaciones sociales vive una gran mayoría de personas de la comunidad ofendida? ¿No es cierto que muchas personas de esa comunidad no tienen un dominio fluido del español y, por lo tanto, son incapaces de manejarse en esta sociedad? ¿No es cierto que el fracaso escolar de los niños de procedencia árabo-beréber es clamoroso? ¿No es cierto que hay muchas personas que se quejan de no tener trabajo, pero no tienen la formación mínima exigida? A esto cabría añadir que los integrantes de esa comunidad árabo-beréber suelen casarse demasiado jóvenes y tener demasiados hijos sin estar preparados para encarar con ventura el nuevo estado. Y para no extenderme, resulta también sorprendente que no pocas mujeres de esa comunidad árabo-beréber están recorriendo el camino inverso del que se esperaba: sus vestimentas parecen indicar un cierto rechazo a la modernidad que nos rodea. Asimismo no es desdeñable la presunción de que cierto radicalismo étnico-religioso flota en el ánimo de no pocos elementos pertenecientes a la comunidad árabo-beréber.
Concluyendo: En las manifestaciones de la señora Pérez hay, sin duda, un cierto fondo de verdad, ya reseñado. La ya exconsejera pecó de generalizar sin matizar, e hizo un uso inapropiado del término ‘integración’, pero en su favor hay que anotar que pidió excusas y dimitió. Y, por último, para partidos y elementos adscritos a la comunidad árabo-beréber no son suficientes sus excusas y su dimisión, quieren que se vaya de la Asamblea. Se sienten, lógicamente, heridos, pero enarbolan, como de costumbre, el victimismo. Deberían, eso sí, reflexionar y, como dije en otra ocasión, poner su sentido crítico y autocrítico a trabajar. Y también esa comunidad árabo-beréber debería dejar de mirarse el ombligo y tener en cuenta que en ella no es oro todo lo que reluce.

Entradas recientes

La Ciudad confía en desbloquear el traslado de la basura

El Gobierno local ha remitido a Madrid la memoria solicitada a modo de informe sobre…

11/10/2024

La presión migratoria paraliza las visitas al cementerio en Beliones

Una sepultura en el lugar que ha sido testigo de sus vidas. Es el deseo…

11/10/2024

Los centros notifican 18 posibles casos de acoso escolar

Dieciocho historias en forma de expedientes. Es el número de denuncias de acoso escolar que…

11/10/2024

Rafa Pérez: una vida de amor por la hípica

Rafa Pérez ha estado toda su vida vinculado al deporte. Como la mayoría de los…

11/10/2024

La imagen de la vergüenza que se permite

Fallamos en todo. La imagen lo demuestra. Un sofá, muebles, partes de muebles rotos, bolsas…

11/10/2024

Los gatos comunitarios y Juan Vivas Lara

Lo primero decir que Juan Vivas, presidente de Ceuta, desde hace muchos años siempre me…

11/10/2024