Las horas en ‘La Libertad’ pasan desde ayer de manera más liviana. Sin horarios establecidos para las salidas, ya que Ceuta está desde este lunes en la fase 2 de la desescalada, las personas que se alojan dentro del pabellón pasan las horas charlando y dando vueltas por las proximidades. No todos los que están aquí se quieren ir de vuelta a Marruecos. En cambio, otros esperan ver su nombre en el ya famoso listado. Y esos son los dos mundos que se dan cita estos días dentro de las instalaciones municipales.
Ibrahim Blyamin y Saberi Aheram representan esa parte de la comunidad de realojados en ‘La Libertad’ que para nada quieren volver a Marruecos. Algunos del pequeño grupo que se ha conformado, y del que forman parte ellos dos, fueron Menores Extranjeros No Acompañados. Ahora, todos ya mayores de 18, pasan los días tratando de tener su oportunidad para llegar a la Península y comenzar, en ese momento, una nueva vida.
Ambos, vecinos de Tetuán, expresan su “miedo” ante la incertidumbre de no saber si serán repatriados a la fuerza. “No tenemos nada que hacer en Marruecos”, sentencia Blyamin, de 22 años. Este joven va acorde con el buen tiempo de estos días: chanclas, pantalón corto y camiseta. El clima casi veraniego hace que se formen corrillos en los que pasan la tarde al aire libre.
Ellos han vivido de cerca la otra parte: la de padres en su mayoría “felices” por saber que volverían a casa. “Solo querían salir para ver a sus hijos, volver y pasar Ramadán y la Pascua con ellos”, describen estos jóvenes.
Alrededor, voluntarios de Cruz Roja, organización encargada de gestionar todo dentro de ‘La Libertad’, empleados de Amgevicesa, un zeta de la Policía Local… es el paisaje al que se ha ido acostumbrando la barriada de Varela-Valiño desde que comenzase el ya familiar estado de alarma en todo el país. El pasado 15 de marzo.
En el caso de Blyamin, cuenta que le llevaron hasta este pabellón el primer día que se habilitó para ello. Antes, pasó unos días en el ‘Santa Amelia’, que después quedó definitivamente como lugar para menores. “En ningún momento pensé que iba a venir a un campo de fútbol a dormir durante este confinamiento”, reconoce este joven electricista.
Al día siguiente de llegar Blyamin fue cuando entró Aheram, al que habían llevado desde el puerto, lugar donde dormía esperando para cruzar a la Península. Ahora paradójicamente duerme peor que en la calle porque, confiesa, vive “con miedo” de no saber si les devolverán a Marruecos. “No quiero volver”, zanja.
Ese es el punto. Jóvenes, cuentan, que salieron con una mano delante y otra detrás por un sistema que les daba pocas oportunidades y con trabajos precarios. Por eso aseguran que se vinieron a Ceuta, para encontrar trabajo y no suponer una carga para sus familias. Todo lo contrario: la idea, cuenta Aheram, es echar una mano desde nuestro país.
“Para ayudar a mi madre”, responde Aheram cuando se le pregunta para qué ha venido a España y por qué quiere trabajar aquí.
Por eso no quiere volverse, aunque entiende a los que están esperando su momento: también quedan mujeres dentro del pabellón que aguardan ser las siguientes en volver a sus casas. “Pero los inmigrantes no queremos volver”, opina Aheram.
Ayer mismo, el presidente de la Ciudad adelantó que en una semana cerrará este lugar como sitio de acogida de inmigrantes después de ser una “crónica de sucesos” diaria. Este hecho también lo ha vivido el joven tetuaní cuando recuerda sus primeros días: “Al principio la convivencia un poco difícil, porque había muchísima gente, algunos incluso que consumían drogas”. El resto, imágenes que han publicándose a lo largo de estos más de dos meses de confinamiento.
Blyamin, Aheram y el resto de jóvenes de este grupo de cinco residentes de ‘La Libertad’ conocen a algunos que estuvieron con ellos en otra etapa y que ya han conseguido el objetivo por el que siguen en nuestra ciudad: “tenemos amigos que ya están en la Península”.
Por el momento, viven al día mientras continúan las repatriaciones hasta que se considere por parte de ambos gobiernos que el proceso ha finalizado. Pero la pregunta que ronda a este grupo es otra: ¿y después?. “No sabemos si nos van a mandar al CETI, o las naves del Tarajal. No sabemos nada oficial”, reconocen mientras se miran.
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