Ramia no se cansa de repetir que a su marido lo mataron a sangre fría en Ceuta. De un disparo. Aunque también lo hicieron con ella y con sus sueños, como delata su mirada perdida. Ser padres: un sueño que compartían juntos y que se ha esfumado con la pérdida de Abdeselam. El centro de su vida, ese era ‘Abslam’, como a ella le gusta llamarle.
Ramia Mohamed Amar es la mujer de Abdeselam Ahogan, el hombre de 39 años, que fue asesinado el pasado 15 de noviembre por la noche en el Príncipe, mientras trabajaba en su churrería-hamburguesería. Pero no será su viuda porque ella no quiere que esta muerte “caiga en saco roto”. “Por lo menos espero que la muerte de ‘Abslam’ sirva para algo y para que no se repitan más”, implora pidiendo “justicia”.
La joven de 28 años recuerda perfectamente cómo conoció al amor de su vida. “Nos conocíamos desde siempre, desde que yo era chiquitita, pero empecé a tener más roce con él con 19 años porque mi cuñada, la hermana de él, es la mujer de mi primo y así fue como nos conocimos. Nos encontrábamos en la plaza y poco a poco comenzamos a salir hace nueve años”, rememora, mientras ve la foto de su matrimonio en el teléfono de Abdeselam.
Hace siete años fue uno de los días más felices de su vida, se casaron y desde entonces no se habían separado ni un momento, “hasta ahora, aunque lo siento conmigo”. Justo una semana después de la “peor noche” de su vida, a Ramia no le cuesta hablar de cómo se enteró de la noticia. De hecho, quiere hacerlo para que la muerte de ‘Abslam’ no caiga en el olvido. Las 22:57 horas se repite una y otra vez en su cabeza.
“Como él trabaja cerca, vino a casa sobre las ocho para preguntarme si había comido algo y se fue. Justo a las 22:57 me llamó mi hermana y me dijo que una vecina le había dicho que habían disparado a ‘Abslam’. No la dejé ni terminar y colgué el teléfono. Seguidamente, llamé a su teléfono. Me lo cogió su hermana, mi cuñada, y me corroboró que era cierto”, se rompe Ramia.
No dudó en correr hasta el zoco para comprobar con sus propios ojos lo que su corazón no podía entender. Pero a Abdeselam ya se lo habían llevado al hospital. “Había mucha gente alrededor, pero mi marido ya no estaba allí, según me dijo la Policía. Había un charco de sangre y mi padre se interpuso para que yo no viera eso”.
Con la esperanza aún de encontrarlo vivo, Ramia corrió hacia el hospital hasta que de camino se encontró a su primo y la llevó. “Con los nervios que tenía me tiré del coche al bajarme. Tengo todo el cuerpo con moratones. Y cuando llegué al hospital y entré, me dijo el médico: ‘Lo siento, pero su marido ha llegado aquí con las pupilas dilatadas’. No me lo creía porque yo tenía la esperanza de verlo vivo, pero nada, murió en el acto. Lo mataron a sangre fría”.
La familia lleva una semana “viviendo un calvario”. “Imagínate que te matan a tu marido en una zona y tú sigues viviendo ahí. Tengo miedo de salir y cruzarme con uno de ellos porque no sé cómo voy a reaccionar. Hay muchas especulaciones sobre quiénes son, pero nadie se atreve a señalarlos con el dedo. A mi marido no lo han matado solo tres niñatos, sino todo el Príncipe, todos los que estuvieron presentes”, grita Ramia.
El desconsuelo de una familia que no entiende cómo aquella noche el zoco “estaba lleno” y “nadie reconozca a los que lo hicieron”. “Ni por sus andares, la ropa, ni por nada. Es imposible. Todos los que estaban ahí se han callado y nadie defendió a ‘Abslam’. Mi cuñada estuvo gritando para que alguien se acercara y la ayudara a cogerlo y llevarlo al hospital, pero nadie se acercó. ¿Por qué?”, se pregunta una y otra vez su mujer.
Justicia. “Lo que quiero es que se haga justicia por lo que le ha pasado a mi marido. Esto no ha sido ningún ajuste de cuentas ni nada. Esto ha sido un homicidio y a mi marido lo han matado. Tenerlos en prisión toda la vida y que no salgan porque no solo lo han matado a él, nos han matado a todos nosotros. Por favor, a los fiscales y jueces que lleven el caso, les pido que no los suelten”.
No le tocaba irse tan pronto ni merecía irse así. Ramia siente que por haber nacido su marido en Marruecos “a nadie le ha importado”. Están molestos con los vecinos que no hicieron nada por ayudarle, pero también con la Delegación del Gobierno y la Ciudad, a quienes achaca una falta de humanidad inmensa.
“No he recibido ningún apoyo de ninguna institución. Nadie me ha llamado ni para preguntarme cómo estoy. No se ha muerto un gato ni han pisoteado a una hormiga, sino que han matado a mi marido. Lleva 28 años viviendo aquí, dándole de comer a todos, al que tiene y al que no y no es justo que muera así. Llevamos ocho días y nadie ha venido a casa a darnos su apoyo, salvo la familia. No me refiero a la gente, sino a las personas que lo conocían y estuvieron presentes aquella noche. Y con las instituciones siento una indignación profunda. ¿Dónde está Salvadora Mateos y Juan Vivas?, repite insistentemente”.
Alto y claro, Ramia quiere agradecer el trabajo de la UDYCO: “Son los únicos que me han respaldado en todo esto, que me han ayudado y me han apoyado. Los he sentido muy cerca, preocupándose por mí las 24 horas del día, si como o no como. También quiero nombrar al presidente de mi barriada, Kamal, que ha sido el único que ha hablado y ninguna institución le ha respaldado. ¿Por qué?”, se pregunta.
A Ramia y ‘Abslam’ les quedaba un largo camino por recorrer juntos. “Era una persona maravillosa, mi fiel amigo, me lo contaba todo y yo a él. ¿Qué necesidad había de esto? ¿Por qué me han dejado sin él? Nada me lo va a devolver”, suspira mientras acaricia su alianza.
“¿Qué necesidad había? Nada me lo va a devolver”
Ramia quería verle por última vez y sentir el calor de sus manos, pero le dijeron en el hospital que era mejor que no lo hiciera y guardara en su memoria la imagen de cuando iban juntos a pasar el día al monte. “El único día libre que tenía, me lo dedicaba a mí”.
“Su padre tiene metástasis y lo último que le dijo fue: ‘Abslam’ el día que yo falte, tú serás el pilar fundamental de la casa”
“Me decaigo y me pongo muy mal cuando me viene la imagen de su padre y su madre que llevan dos años sin verlo. Su padre tiene metástasis y lo último que le dijo fue: ‘Abslam el día que yo falte, tú serás el pilar fundamental de la casa”, llora. Retomar su vida lo ve como un imposible. Sin embargo, la ceutí no quiere seguir callando. “Aquí todo el que teme es por algo. Supongo yo que si tú no hablas y no defiendes a mi marido es porque tú tienes uno igual que esos tres que lo mataron en casa”.
“¿Es normal que cuatro niñatos vayan por ahí con armas? La gente del Príncipe no se manifiesta, pero la Policía lo vive cada noche
Ramia sabe que lo pasó aquella noche del 15 de noviembre no es nada alejado de la realidad. “¿Es normal que cuatro niñatos vayan por ahí con armas y salgan a la calle y vayan tiroteando por todos los callejones o rompiendo las farolas todas las noches? Eso no es normal. La gente del Príncipe no se manifiesta, pero la Policía lo vive cada noche y llega a oídos de la delegada del Gobierno y del presidente de la Ciudad, pero no hacen nada al respecto. ¿Qué tienen que matar a una persona para llevarlo detenido? Tú vas por la ciudad y va un chaval con una moto con un arma, y ¿nadie lo puede detener? Los detienen, pasa el juicio y a la calle. Por eso está el barrio como está y vivimos con miedo. Mi marido estuvo 15 minutos en el suelo y nadie fue a socorrerlo”, confiesa al tiempo que pide más vigilancia policial o una comisaría “como la que teníamos antes”.
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