El caso relativo a la muerte de las porteadoras en el Biutz se cierra sin concretar quién fue el culpable de la mayor tragedia registrada en este paso fronterizo
La muerte de las porteadoras Bouchra y Zhora tiene visos de convertirse en una de esas historias dramáticas en la que no cabe encontrar culpable alguno pero que pone de manifiesto el mal funcionamiento que, desde hace años, ha tenido el paso del Biutz habilitado en 2005 gracias al acuerdo político fraguado entre España y Marruecos. Las testificales aportadas por cada una de las personas que se erigieron en testigos del fatídico suceso, acontecido en mayo del pasado año, no permiten encontrar un culpable de estas muertes y tan sólo arroja una conclusión que se mueve más en el plano de las valoraciones personales y que pasa por cuestionar la permisividad mostrada por ambos países a la hora de mantener vivo un paso de mercancías que era frecuentado, según el informe interno realizado por la Jefatura Superior de Policía, por más de 6.000 personas. Mientras la responsable del juzgado número 6, encargado de la instrucción de las diligencias previas 362/09, decide el punto y final de este caso, queda clara la imposibilidad de concretar la implicación de persona física alguna en el fallecimiento de estas dos mujeres cuyas familias esperan todavía la oportuna indemnización. Ambas completaron la lista de muertas iniciada por otra compatriota en Melilla y continuada por una vecina de la Condesa (Castillejos) fallecida el pasado enero tras recibir supuestamente una paliza de los aduaneros marroquíes.
¿Se pudo hacer algo por evitar la muerte de Bouchra y Zhora? Puede ser que sí. Al menos así lo piensan algunos de los policías nacionales a los que les tocó el triste servicio de vigilar la bautizada como escalera de la muerte el pasado 25 de mayo. Sus impresiones han quedado reflejadas en el sumario del caso al que ha tenido acceso ‘El Faro’ y que se inició nada más producirse la muerte de quienes encontraron en el Biutz su modo de vida y también su fallecimiento, calificado, médicamente, como ‘muerte violenta accidental’ causada por aplastamiento.
Días antes de producirse la avalancha se había dado orden de restringir el tamaño de los bultos de mercancías. Precisamente para evitar accidentes a pesar de que esto generaba una mayor ansiedad entre los porteadores, ávidos de pasar un mayor número de bultos para obtener mayores ganancias económicas. Según han declarado ante la juez los agentes de la UIP actuantes aquella mañana nada hacía presagiar que pudiera producirse un accidente de este calibre. Los cinco policías que estaban destacados en la escalera de la muerte, de la que se había retirado una puerta metálica meses atrás sin razón explicable alguna, narraron cómo la misma “estaba despejada” hasta que algo hizo que decenas de porteadoras se lanzaran a la carrera. “Unas 250 ó 300 mujeres”, recuerda uno de los policias, “que permanecían a la espera de que se les fuese dando el paso se abalanzaron hacia los agentes arrastrando a cuatro policías escaleras abajo”. Bouchra y Zhora estaban las primeras de la fila. Sobre ellas cayeron decenas de compatriotas que no dudaron en continuar la carrera pasando encima de sus cuerpos, ya moribundos pero aún con vida. “Fueron arrolladas hasta su aplastamiento”. En el suelo, todavía con vida, eran liberadas de las ataduras a sus bultos.
CONTROLADORES
Causa de la avalancha
Uno de los agentes testigo de los hechos apunta en sus declaraciones como causa posible de la avalancha “la actuación de grupos de hombres jóvenes que son los que dirigen a las porteadoras, rompen las colas y les dan instrucciones sobre qué mercancías deben recoger y dónde hacerlo. A su vez”, añade, “son quienes les pagan a ellas arengándolas e incitándolas a alterar el orden de las colas y desobedecer las indicaciones de la Policía con la intención de producir entradas masivas por el paso fronterizo ante la confusión creada por estas avalanchas”. Detrás de la avalancha existieron varios jóvenes que aquella mañana profirieron gritos en árabe para que las porteadoras corrieran hacia el paso. Bouchra y Zhora, que se encontraban en la primera fila, fueron las víctimas de aquellas frases. La Policía nunca pudo identificar al grupo de hombres, el único, que se encontraba momentos antes de la tragedia en la parte superior de las escaleras. Las fotografías que tomó ‘El Faro’ aquella mañana señalaban la presencia de varios hombres pero la Policía no pudo vincularlos a las órdenes de avalancha que se escucharon y de las que fueron testigos tanto policías como comerciantes. Este punto, sin duda, es el más oscuro de los que se incluye en las diligencias que han dado lugar a este caso.
EL DETALLE
Pertenencias en el lugar
La Policía encontró en el lugar de los hechos las pertenencias de una de las porteadoras en una riñonera. Algo de dinero, una linterna, documentos personales, una tarjeta bancaria y varios móviles además de la llave de su vivienda completaban el ‘bolso’ personal que cada día acompañaba a Bouchra en su tránsito hacia Ceuta. Su cuerpo sin vida quedó tendido al lado del de su compañera. Ambas fueron reconocidos por sus familiares. De sus cuellos colgaban todavía las cuerdas con las que sostenían los enormes bultos de mercancías que pensaban trasladar a Marruecos.
EL COMERCIANTE
Testigo de los hechos
Entre la ristra de declaraciones ofrecidas ante el juzgado de instrucción número 6 destaca la de un comerciante del polígono que ayudó a los policías a retirar a las mujeres del tapón que se había organizado descubriendo, debajo, los cuerpos si vida de las dos porteadoras. A su juicio la avalancha fue provocada por la ansiedad mostrada por las porteadoras para hacer cada vez más viajes. Destaca además el hecho de que a pesar de la caída las mujeres seguían bajando por la escalera aplastándose unas a otras. Deja además claro que la actuación policial fue correctísima recalcando que no tuvieron influencia en lo sucedido y considerando que su actuación ayudó a que no hubiera más muertas al ir retirando a las mujeres del tapón que éstas habían organizado. Otro dato importante es el alusivo a la retirada de una cancela metálica que había existido para impedir el tránsito por la escalera de la muerte. Nadie sabe quién la retiró pero el hecho es que desde hacía meses se había quitado del lugar con lo que el descenso por la escalera era posible. Nadie había reparado en que dicha cancela era vital para amortiguar los posibles siniestros posteriores.
Las víctimas de la primera gran tragedia
Zhora, la mayor de las dos fallecidas, tenía 54 años. Su compañera Bouchra, tan sólo 33. Ambas fueron las víctimas de la primera de las grandes tragedias registradas en el paso del Biutz. Atrás quedan otros casos de heridas graves, de porteadores y porteadoras que tuvieron que ser atendidas en el hospital al presentar diversas lesiones, pero nunca de la gravedad de las registradas aquel 25 de mayo del pasado año. Sus cuerpos, con polémica incluida, fueron trasladados a Marruecos en donde recibieron sepultura en distintos cementerios.
¿Fue posible evitar la muerte?
Uno de los comerciantes testigo de los hechos deja claro, en su manifestación judicial, que la muerte de ambas mujeres pudo evitarse. ¿Cómo? Según él, “si el conjunto de mujeres que estaban allí hubieran obedecido las órdenes e indicaciones policiales y hubieran subido las escaleras o al menos se hubieran quedado paradas en vez de seguir corriendo escaleras abajo pasando por encima de las personas que estaban caídas, nada de esto hubiera pasado”, señala. Los pisotones fueron continuados.
“Las mujeres querían pasar a toda costa”
Es lo que dice un policía, que las mujeres, desobedeciendo las órdenes que se daban, intentaban pasar “a toda costa” tras escuchar “unos gritos en árabe”. Tras la avalancha fueron arrastrados varios compañeros del Cuerpo. Otros intentaban impedir que las mujeres bajaran por la escalera, pero no lo consiguieron. Incluso, narra este agente, “se lanzaban bultos de mediano tamaño para pasarlos”. Algunas porteadoras, no obstante, ayudaron a los policías a contener la avalancha en la escalera de la muerte.
“Era imposible ayudar a las mujeres atrapadas”
La impotencia sufrida por los policías era clara. Otro de los efectivos destacados narra como resultaba “imposible” ayudar a las mujeres que habían quedado atrapadas debido a que el resto de porteadoras seguía en descenso por la escalera en dirección al Biutz para pasar los bultos. “Resultaba imposible sacar a las mujeres que estaban aprisionadas ya que el resto continuaba pasando por encima, pisoteándose”. A gritos, este agente tuvo que ordenar a otros compañeros que sacaran a gente por la parte superior de la escalera ante el temor de que la avalancha fuera a más y la tragedia, ya escrita, fuera a mayores.Este mismo agente, que llegó a cortar las cuerdas a las porteadoras fallecidas, reconoce la existencia de jóvenes que jalean a las porteadoras con la intención de formar avalanchas para que se pueda pasar más mercancía y los bultos de gran tamaño. Nunca pudo identificarse a quienes, aquel día, dieron la orden de marcha.
La decisión final, en manos del juzgado
La falta de la titular del juzgado de instrucción número 6 ha influido en la tardanza sobre la resolución judicial que pesará sobre este caso. A falta de este pronunciamiento final lo que queda claro del grueso de testificales producidas es que no se puede concluir la identidad de las personas que pudieron estar detrás de la avalancha. Asimismo se deja constancia de la labor policial, elogiada desde todos los ámbitos, y se concreta en un informe emitido por la Jefatura Superior que existía un protocolo de actuación en la zona ejercido por 32 agentes. No obstante aquel protocolo era insuficiente ya que, posteriormente, se vio la necesidad de establecer nuevas medidas de seguridad. Entre ellas: el aumento de policías, la colocación de vallas y el mayor control sobre el número de personas que podía acceder al polígono. Nunca más se ha llegado a las 6.000 concentradas aquel 25 de mayo.
La búsqueda de razones desde varios puntos de vista
En el informe realizado por la brigada de la Policía Judicial se hace especial hincapié en la búsqueda de razones a lo sucedido. Desde distintos puntos de vista se intenta ofrecer una explicación basada en declaraciones de comerciantes, testigos, agentes y hasta la porteadora que resultó herida grave y que tuvo que ser ingresada en el hospital y a la que la prensa marroquí dio por muerta informando, en todo momento, de tres fallecimientos y no dos. Se trataba de Fadila. Esta mujer, natural de Aaraben, de 44 años, narró desde la cama que ocupaba en el viejo clínico civil que la causa más probable de la caída fue que varias mujeres empujaron a otras por la escalera. En su caso fue empujada por otras compatriotas llegando a perder el conocimiento. Contó que la avalancha se produjo por la cantidad de personas que se concentraron en las escaleras. En la misma línea se posicionaron otros testimonios de civiles que apuntaban a la ansiedad de las mujeres por hacer continuos viajes así como la versión común de los policías que señalaban a los hombres que jaleaban a las mujeres para que organizaran altercados. Uno de los hombres sobre los que se sospechó que había instado a las avalanchas declaró a los agentes que el altercado pudo deberse a la presión ejercida por mujeres que van más vacías de bultos y que intentan colarse provocando el enfado de las que sí llevan bultos, generándose avalanchas. Otra porteadora, no obstante, niega que el día de autos hubiera hombres jaleando a las mujeres y considera que la avalancha se produjo porque la gente tiene que guardar colas y porque la Policía tardó mucho en abrir el acceso a las escaleras lo que “desesperó” a las personas presentes. Es ésta la única voz discordante con la que se topa la jueza que instruye el caso. Esta combinación de factores habría provocado la avalancha. Respecto a la actuación policial en el informe se señala que pese a no existir un protocolo específico de actuación se actuaba como se hace ante grandes aglomeraciones.