Tras una de cal y otra de arena con Soul y la revisión del ya clásico Mulan, Disney desembarca a la vez en cines y en la casa de cada cual por la vía de plataforma propia (Disney +), con Raya y el último dragón; se trata de una aventura distópica sobre las miserias humanas, las excepciones con valores y, obviamente, el mensaje positivo en forma de moraleja para todos los públicos que se puedan abarcar.
El argumento plantea con aire exótico-femenino a lo Mulan y un toque de drama familiar cercano al Rey león, un mundo que hace cientos de años estaba protegido por dragones y en el que unas criaturas malvadas por un lado, y la capacidad autodestructiva de las personas por otro, acabaron con la paz y la armonía. Una muchacha valiente y noble ayudará con la ayuda del último dragón y algún que otro personaje más a recuperar el orden previo o se perderá en el intento…
En un claro (y sano) intento de la marca registradísima por actualizar sus historias a las nuevas necesidades y demandas, también a lo políticamente correcto, ha planteado una historia, más que protagonizada, acaparada por mujeres, y aunque puede que se hayan pasado intentando recuperar de una sola tacada tantos años de injusticia, bien está que para variar sean las mujeres las que se lleven la admiración del público sin que nadie se rasgue las vestiduras. Me parece mentira que haya que mencionar una obviedad como esta en el año 2021.
En lo que se refiere a la película sin mayores ruidos externos podemos destacar una estética más que interesante que, como siempre, muestra sin restar mérito a un trabajo técnico impecable, todo el músculo económico que el gigante del entretenimiento puede comprar. Seguramente es el gran envoltorio la mejor parte del producto, con un contenido entretenido sin llegar a cotas de excelencia ni fondo original, quedándose esta en la superficie de la ambientación.
Y a falta de que despierte otros debates la cinta, podríamos debatir largo y tendido si objetivamente una película de este o cualquier otro tipo vale los 22 euros que cuesta ser alquilada o en cambio se torna en un precio abusivo, si este es el mejor método para combatir la piratería. Habría que plantear la justicia de que el hecho de que pueda llegar a ser visionada (o no, eso quién lo decide o sabe…) por todas las personas que quepan en un salón para amortizar su precio no hace que el producto en sí valga lo que se pide por él. ¿Cuánto futuro tiene esto? ¿O resulta que en realidad se trata del futuro…? Sea como sea, más les vale a los señores de Disney ofrecer algo realmente excepcional, hasta ahora poco hemos tenido de esto, para que haya de verdad debate encima de la mesa y el potencial espectador no opte hasta las narices por vías alternativas de entretenimiento…
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