Opinión

La Guerra y nuestro reflejo

A mí la legión!- Veo a mi marido con una camisa rosa coral entallada. Lleva la abertura del pecho abierta, su vello junto con el buen tiempo primaveral… ¡Me sulibellan! -hermoso-. Lanzado el grito de guerra inmediatamente vuelvo a teclear. Ahora tengo la pasión en la lectura de

«Los escritos sobre la guerra» de Simone Weil y me debo a otro grito antibelicista: -haz el amor y no la guerra-. Aunque no comulgo con el ejemplo, pues sigo escribiendo arrebatada, consciente de la inutilidad de la guerra, sin embargo la guerra me tiene presa.

Escucho los bombardeos en la popular canción Spanish bombs de The Clash. En la columna de Durruti hay una joven con el pelo rizado, gafas de montura circular y un uniforme azul de miliciana, filósofa, se llama Simone Weil (1909-1943). Pertenece a una familia de origen judío no practicante, su hermano será también famoso por ser un matemático brillante. Ella posee una inteligencia agudísima y en la veintena se atreve a criticar a Marx en un breve ensayo de 1934 «Reflexiones sobre las causas de la libertad y la opresión social». Pondrá en jaque el pilar del marxismo, la economía, sin menoscabar el talento del pensador en su análisis.

La vida de nuestra pensadora transcurre entre los períodos más agitados del siglo XX, desde la I Guerra Mundial, ascenso del totalitarismo, explosión de la Guerra Civil española y II Guerra Mundial con el holocausato y posteriores transformaciones del sistema capitalista. Colaboró en el Círculo Comunista Francés, siendo posteriormente cada vez más crítica con el desarrollo de la URSS. Rechaza su totalitarismo y echa pestes de su dogmatismo y autoritarismo. Trabaja en una fábrica para conocer de primera mano la alienación, es decir: cómo quedamos después de pasar una jornada en una cadena de montaje haciendo un trabajo reiterativo. Paulatinamente se refugiará en el humanismo y se irá acercando al cristianismo, pero sin dogmas.

Desde niña las injusticias le hacen tomar parte activa. Cuando se produce el golpe de Estado en España viaja a nuestro país a defender la causa obrera y anarquista. Escribe sobre su experiencia como una corresponsal de guerra en las Brigadas Internacionales. Redacta cartas, ensayos, fragmentos de su experiencia y no se encarga de recopilarlos. La guerra le confirma su pacifismo. Le bastaron dos meses para desencantarse. Conocemos el conjunto de su obra gracias a otro de los grandes filósofos del siglo XX, Albert Camus.

Admira a Marx, pero ella pertenece al siglo XX. El filósofo de Trier se centró en la economía; Weil lo hará en la guerra. ¿Qué factores explican el fenómeno de la guerra? ¿Puede la naturaleza humana renunciar al poder? ¿Los oprimidos dejarían de estarlo si se produjera un cambio donde los de abajo pasaran a ocupar el lugar de los de arriba? Hobbes dijo que «el  hombre era un lobo para el hombre». Ella no es pesimista, confía en la información, la cultura, pero sobre todo en que cada unx de nosotrxs se dé cuenta de su poder. Desconfía de la política de partidos. Nadie vendrá a salvarnos; nadie nos dará aquello que necesitamos: solamente en nosotros encontraremos respuestas a nuestros problemas.

Hay dignidad en la pobreza -aunque la aporofobia en nuestros días se expande como un gas noble-. Los tentáculos del capitalismo omnipresentes monopolizan la autoestima de las personas; no obstante hay una alternativa a la violencia. Las revoluciones no solo ocurren con derramamiento de sangre. Tenemos el ejemplo de Mahatma Gandhi en la India para deshacerse del poder colonial, aunque de nuevo el mercado se apoderó de las almas de los indios. Weil dejará su Francia natal para luchar por la libertad. Cerca de la línea de combate, hay quien sostiene que participó en la contienda y quien dice que no, por ser mujer. Yo no quiero esta igualdad; tampoco que mis hermanos, padre y compañeros den su vida por los intereses de los oligarcas. Ella piensa que se deben agotar todas las vías dialógicas para evitar las guerras.

Así pues, el fenómeno de la guerra hace que su pensamiento vire a indagar en el “yo”. Occidente se le queda corto. Pone sus ojos en la filosofía oriental. El sujeto tiene sobrecarga de ego. Ese inflacionismo no nos deja reconocer en el «otro» al «nosotros». Vemos la alteridad como un enemigo. Los opresores siempre piensan que el otro es el culpable. Los nazis expían sus miserias con los judíos. Culpan a los hebreos de la decadencia de Alemania. Cuando explota la II Guerra Mundial, y fiel a sus compromisos éticos con los más desfavorecidos, viaja a Inglaterra para ayudar como enfermera. Es una mujer joven, frágil de apariencia, pero con un corazón enorme. El mismo que le llevó a donar el excedente de su sueldo y no ganar más que una humilde obrera.

Muere a los 34 años de tuberculosis. No se preocupa en reunir sus escritos. Siempre entendió que la filosofía era práctica o no era filosofía. Podría haberse quedado en un puesto en la universidad o disfrutar de los privilegios de su adinerada familia, pero como dice Maite Larrauri en la fábula que describe al comienzo de su libro «La guerra según Simone Weil», también editado en valenciano, Simone escogió la puerta de alquitrán, lo complicado, lo difícil, lo que nadie quiere para sí, y sin embargo, le cayó oro, pues fue libre cuando las mujeres, incluso las intelectuales, tampoco gozaban de la plenitud de la igualdad, como en nuestros días.

Weil no concebía un mundo donde no fuera posible la justicia. No esperó a que alguien la autorizara para ser libre, su sentido común, la reflexión filosófica, la mirada en otras culturas y sobre todo la valentía hizo que la historia la premiara con la inmortalidad.

Sobre la autora

Carmen Corral es profesora de filosofía y ELE (Instituto Cervantes), también es correctora de textos. Ha publicado poesía y ensayo en la desaparecida «Revista Registros Culturales» de Valencia. Colabora ocasionalmente como articulista en la sección «Filosofía en la prensa» del periódico alicantino CANFALI.

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