Días pasados, la prensa de Ceuta se hacía eco de los problema que está ocasionando a España y Marruecos la frontera de El Tarajal por el que ha venido en llamarse el “comercio atípico” de Ceuta hacia el vecino país, hasta ahora, por ambas partes tolerado y permitido. El problema se proyecta en doble sentido: En Marruecos, porque de ese comercio viven muchos miles de marroquíes de toda la zona comprendida entre Tetuán y Ceuta. Y en Ceuta, porque las dificultades surgidas en la frontera truncan también buena parte de las expectativas económicas de la ciudad y afecta al empleo.
Según declaraciones a El Faro de Ceuta, parece ser que se está recurriendo a reenviar las mercancías que llegan a esta ciudad, reexportándolas a Algeciras, vía Málaga-Melilla-Marruecos. Si así fuera, habría que recordar cuando hace unos años España regaló a Marruecos, creo que fueron unos 280 vehículos nuevos, para que pudiera dedicarlos a la vigilancia de fronteras, y dicho país se negó a recibirlos por Ceuta, imponiendo que le fueran entregados vía Tánger, porque no reconocía a Ceuta como ciudad española. ¿Se ha llegado a pensar en si las dificultades ahora surgidas para la entrada de esas mercancías de “porteo”, puedan deberse al mismo motivo, o en si Marruecos está promoviendo la estrangulación del comercio de Ceuta para potenciar su puerto de Tánger?.
Tanto para Ceuta como para la zona norte de Marruecos las mutuas relaciones comerciales entre ambos lados de la frontera han sido siempre un factor determinante y decisivo de la vida económica y social para ambas partes. No se olvide que existe en economía una regla de oro en virtud de la cual dos países fronterizos no tienen más remedio que necesitarse mutuamente, dado que cuando se intercambian productos comerciales y bienes, importando y exportando cada uno del otro, los productos de los que ambos son deficitarios o excedentarios, respectivamente, pues los dos países salen ganando. Por eso, hasta en momentos de tensiones y hostilidades fronterizas entre España y Marruecos, casi siempre estuvo abierta la frontera del Tarajal, hasta en épocas de los numerosos asedios impuestos a Ceuta.
Según consta en el Archivo Secreto Vaticano, volumen 110, folio 178, documento 142, páginas 277 y siguientes, el 4-04-1418, dos años después de la conquista de Ceuta por Portugal, el rey portugués Juan I escribió una carta al Papa Martín V solicitándole autorización para que los habitantes de Ceuta pudieran comerciar con los marroquíes en la compra y venta de toda clase de géneros, principalmente víveres y artículos de primera necesidad. Aclaro que tal autorización papal era entonces obligada para poder comerciar con los musulmanes, dado que las relaciones comerciales entre éstos y los cristianos fueron totalmente prohibidas en el tercer Concilio de Letrán del año 1179, y reiterada la prohibición en el IV Concilio en 1215. Dicha autorización la concedio el Papa Martín V, mediante la Bula “Super Gregem Dominicum”, de 3-07- 1418.
El rey portugués fundamentaba su petición en que sólo un buen intercambio y la convivencia y buenas relaciones entre ambos lados de la frontera podían atraer los unos hacia los otros mediante los intercambios comerciales. En base a ello, se autorizaba por la Santa Sede a los ceutíes a comerciar con Marruecos, salvo las mercancías que pudieran ser utilizadas con fines bélicos, como barcos, armas, etc. Y, si tanto Marruecos como España ganan con dicho tráfico mercantil, ¿por qué ese interés de Marruecos en dificultar el paso de mercancías desde Ceuta por la frontera de El Tarajal?. La hipótesis de que, al igual que cuando los vehículos donados por España, o incluso la no autorización por el vecino país a que se abra por su lado una Aduana comercial en El Tarajal, pudiera deberse a una deliberada política marroquí destinada al no reconocimiento de Ceuta como ciudad española, o incluso un supuesto estrangulamiento del comercio de Ceuta pretendido por Marruecos, resultaría ser el más grande de los absurdos, si luego se permitiera su entrada a través de Melilla.
Pero, ¿por qué Melilla sí tiene su Aduana comercial de Marruecos, creada hace ya 151 años, desde el Tratado de Fez de 31-07-1866, mientras que para el caso de Ceuta Marruecos se opone, aun concurriendo idénticas circunstancias?; máxime cuando la existencia de esa Aduana posibilitaría el cauce, funcionamiento y regulación legal del tráfico mercantil que corresponde a dos países que se precien de tener normales relaciones comerciales, y donde uno de ellos, España, es miembro de pleno derecho de la Unión Europea y el otro, Marruecos, disfruta de un trato aduanero preferencial de desarme arancelario, al que la propia UE debería imponer como condición la creación de su Aduana, toda vez que su apertura en el Tarajal resulta indubitado que sería un factor dinamizador que daría una mayor racionalización y fluidez al comercio transfronterizo entre ambos países.
Hace ya unos 18 años que escribo todos los lunes en El Faro de Ceuta y, desde entonces, no dejo de recordar de vez en cuando los serios problemas que genera el hecho de que Marruecos en su lado fronterizo no cuente con una Aduana comercial en El Tarajal. De un lado, la situación de penuria de tantos miles de porteadores marroquíes, mayormente mujeres, que difícilmente existe una imagen que tanto repugne la conciencia humana, viendo que miles de ellas, unas viudas, otras repudiadas por sus maridos o separadas, todas pasando estrecheces y necesidades para sacar adelante a sus familias, de las que ellas son su único sustento, aparecen a diario cargadas a la espalda con grandes y pesados fardos, en muchos casos a pie parado y sin poder avanzar, con la cabeza y el cuerpo doblegados casi hasta el suelo, a pleno sol abrasador en estas fechas o con lluvias y demás inclemencias del tiempo en los inviernos. Esa imagen no se ve ya en ningún país tercermundista, nada más que en dicha frontera del lado marroquí.
Pero, además, si por parte de Marruecos hubiera voluntad políticas, ni siquiera habría necesidad de un acuerdo bilateral, porque el mismo ya existe. Como ya otras veces he expuesto, fruto de mis investigaciones, descubrí que, en el Convenio hispano-marroquí de 16-11-1910 y Acta ratificadora de 12-01-1911, que fue firmado al final de la llamada “Guerra de Melilla de 1909”, pues resulta que Marruecos ya se comprometía a crear un puesto aduanero en la frontera de El Tarajal con Ceuta, cuya ejecución luego no se llevó a cabo por parte del país vecino. Y tal incumplimiento marroquí es muy poco serio, toda vez que el artículo 31 del Convenio de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 1969 establece los principios de la primacía del cumplimiento del texto acordado y de la buena fe entre las partes, que también se recoge en la regla general de Derecho “pacta sund servanda”, igualmente aplicable en el Derecho Internacional, que significa que los pactos firmados y ratificados por las partes deben ser cumplidos de buena fe y en sus propios términos.
Aquella pequeña guerra la libró España no contra Marruecos, sino contra los rebeldes del Rif, imponiéndole su pacificación a España la Conferencia Internacional de Algeciras de 1906, que encomendó a España y Francia el establecimiento del Protectorado sobre Marruecos, con la plena conformidad y firma del Sultán Muley Afid. España, tuvo que enviar a Melilla 29.000 hombres, más otros 20.000 con que la guarnición ya contaba. Las tropas españolas lucharon en defensa de la propia monarquía marroquí, con la que los rifeños estaban en completo desacato. Desobedecían sistemáticamente al monarca que tenía perdida toda su autoridad. Nuestro Ejército sufrió 2.235 bajas, de ellas 558 muertos. Los rifeños, viéndose ya vencidos, pidieron entablar negociaciones y terminaron por someterse a nuestras tropas y las kabilas rindieron sumisión al entonces Capitán General de Melilla, Marina.
El Gobierno español inició una política de acercamiento a Marruecos y promovió relaciones de amistad y buena vecindad con las kabilas. Organizó una nutrida representación de personalidades marroquíes de las más afectas, entre las que figuraban El Checha, Asmani “El Gato”, Asisa y otros que fueron recibidos por el Rey, con sus mujeres, que algunos de de estos dirigentes marroquíes tenían hasta tres esposas. Fueron recibidas en el Palacio Real en Madrid. La Reina Mª Cristina preguntó a “El Gato” que por qué le llamaban así, y contestó: “porque de niño me subía a los árboles lo mismo que de mayor al Gurugú a poner la bandera española”.
Visitaron Cádiz, Córdoba, Sevilla, Granada, Madrid, Barcelona, Valencia y Málaga, importando el evento más de 400.000 pesetas de las de entonces, pagadas por España. Visitó Melilla y la zona el Ministro de Fomento, Gasset, y se acordó la construcción del Puerto de Melilla, la Bocana de Mar Chica, la carretera a Nador, Zeluán, Atlaten, Puente sobre Río de Oro, granjas agrícolas, trabajos en minas de Tres Forcas, que emplearon a 1.500 marroquíes, etc.
Aquel Convenio se cerró con la creación de la Policía mixta en el Campo de Ceuta. El 12-láusulas finales05-1910 se firmó el Convenio, incorporándose las cláusulas finales el 15-11-1910, entre las que figuraban: Se nombrarán dos funcionarios, uno español y otro marroquí, quienes, puestos de acuerdo, propondrían al Sultán las medidas conducentes a garantizar el orden. Se establecería la Policía Indígena de 1.200 hombres marroquíes que estarían a las órdenes de ambas partes y mandados por Oficiales españoles, distribuyéndose 200 a Alhucemas y sus proximidades, otros 200 al Peñón y el resto al Rif. El Ejército español permanecería donde se encontraba hasta que Marruecos pudiera establecer la paz universal con los rifeños.
Respecto a Ceuta, el Sultán se comprometía en el Convenio a no fortificar sus alrededores; el caíd de la población y el Gobernador Militar resolverían de común acuerdo los asuntos locales. Se establecería en Ceuta una Aduana en el puesto fronterizo de El Tarajal. Si los ingresos de las Aduanas de Tánger y Tetuán disminuyesen por la creación de la Aduana de Ceuta, el Sultán determinará en qué proporción esta última habría de contribuir a compensar la baja, recurriéndose también al artículo 112 del Acta de Algeciras, que dispone corresponde al Magzen, y con los remanentes de la Aduana de Ceuta. El Tratado íntegro se recogía en la obra “España y Marruecos en 1909”, por A. Riera. Casa Editorial Maucci. 1911.
El Convenio se firmó con una pluma de oro adquirida por el Presidente Canalejas, que regaló a la esposa de nuestro delegado en las negociaciones, García Prieto. El delegado marroquí, El Mokri, impuso a Canalejas y a García Prieto las insignias de la Orden marroquí que el Sultán les concedía. A su vez, Canalejas impuso a El Mokri la Gran Cruz de Isabel la Católica. El día 17 se celebró en el Ministerio de Estado un banquete en honor de El Mokri, al que asistió el Gobierno, Presidentes de las Cámaras y toda la embajada marroquí. Canalejas pronunció un discurso congratulándose de que se llegara a tan feliz término, así como de las buenas relaciones que reinaban entre ambos países, esperando que se estrecharan cada día más.
En el Ministerio de Estado se celebró otra recepción en honor de El Mokri. El Convenio fue muy bien acogido por ambas partes. En Palacio Real se dio otro banquete de gala de 30 cubiertos. El Rey concedió al Sultán el Collar de Carlos III y a El Mokri la Cruz de la misma Orden. Hubo también una fiesta infantil con la asistencia del Príncipe de Asturias, en la que los niños asistieron llevando bandas con los colores nacionales. El Centro Hispano-Marroquí también organizó otro banquete más, y hubo fiestas oficiales en otros lugares. Más adelante el Rey concedió al delegado español García Prieto el título de Marqués de Alhucemas. En el Congreso de Diputados, el Presidente Canalejas declaró: “En nombre del país, prefiero una paz honrosa con Marruecos a ninguna otra contingencia, pues España no es tan débil que no pueda litigar, ni tan soberbia, que vaya a ciegas a una pendencia, aunque sea siempre una victoria”.
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