He sentido verdadera tristeza al ver cómo un grupo de honrados miembros de la Guardia Civil subía las escaleras del llamado “Palacio de Justicia” de Ceuta para declarar, como imputados, ante el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción nº 6, por los lamentables sucesos acaecidos en la frontera de El Tarajal en febrero del pasado año.
Llegaban todos vestidos de paisano, soportando con dignidad y semblante serio la inevitable presión mediática. De verdad que me dolió la escena. Para mí, y me atrevo a decir que para una gran mayoría de ceutíes, esos servidores públicos no merecían llevar sobre sí algo tan gravoso como lo que, en la actualidad, significa cargar con “la pena de imputación”, esa pena sin Sentencia que tantos consideran erróneamente como algo infamante que excluye, de por sí, la presunción de inocencia.
Se les acusa, por lo visto, de haber cumplido con su deber, de haber defendido la frontera de España ante un grupo numeroso de personas que pretendía violarla, un grupo que llevaba ya horas intentando forzar la valla, y que en parte se había ido desplazando hacia la zona del espigón que separa las aguas de España y de Marruecos.
Quienes lo integraban eran conscientes de que legalmente no podían entrar en territorio español, de que lo intentaban desobedeciendo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, resistiéndose a las indicaciones de éstas y, en algunos casos, llegando a enfrentarse físicamente con ellas y a dañar la propia valla... Que yo sepa, desobediencia, resistencia, daños en bienes públicos y atentado a la Autoridad –que además podría conllevar lesiones-, son figuras que aparecen nítidamente en nuestro Código Penal. ¿Por qué no se persigue eso jamás, y sí, de modo forzado, una presunta actuación de varios miembros de la Guardia Civil, que podrían hasta perder su carrera por ello?
Esos agentes no hacían otra cosa que cumplir la orden recibida de impedir la entrada ilegal de indocumentados, y aún así, se esforzaron en emplear los medios disuasorios que tenían a su alcance, facilitados por el mando, extremando al máximo su cuidado de no ocasionar el menor daño físico, como puede observarse en el vídeo hecho público.
Los reportajes divulgados esta semana por las distintas cadenas de televisión fueron deprimentes. Esa subida por los escaloncillos que conducen a la puerta del “Palacio de Justicia” la calificó de “cutre” un buen amigo que me ha llamado desde la Península. No lo invento, digo la verdad.
Creo sinceramente que la gran mayoría de los ceutíes está disconforme con esta judicialización del caso, que se lleva a cabo porque, según se informa, pudiera ser que los cinco cadáveres aparecidos en aguas de Ceuta, es decir, españolas, hubiesen muerto en ellas, y no en las marroquíes. Una suposición que creo indemostrable no debería servir de base jamás para lo que está sucediendo. Y es que, además, lo que se ve en el video -que no llega a mostrar cuánto sucede al otro lado del espigón- es suficientemente demostrativo de que el grupo que logró doblar la punta de aquel llegó hasta la playa o fue auxiliado por la patrullera. No hay una sola imagen de la que pudiera deducirse que alguna persona se ahogó en nuestras aguas.
Los imputados -ignoro por qué- han rechazado ser defendidos por abogados del Estado. Las ONGs denunciantes, partidarias sin duda de ese imposible de la desaparición de las fronteras y de los papeles para todos, tienen sus propios abogados para llevar la acusación. Opino que están tratando de buscarle tres pies al gato. En la frontera de México con los Estados Unidos han muerto desde el año 2000 cerca de 6.000 inmigrantes que trataban de entrar en USA, donde, como se puede deducir, no se han andado con chiquitas. Ni tiros falsos, ni pelotas de goma. ¿Por qué no se van a reclamar allí, donde no parece que se hayan respetado mucho los derechos humanos?
El también colaborador de este diario Javier Díez Nieto, con quien comparto el mismo sentir sobre el caso, ha escrito al respecto una frase lapidaria: “Solo un necio ataca a sus centinelas”. El problema, amigo mío, reside en el número de necios que pueda haber en España, entre los cuales coexisten también algunos “listillos”.
Solo nos queda esperar confiar en la Justicia y esperar una resolución rápida y favorable.
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