Gritos de silencio, gritos de lucha

Gritar en silencio. Gritar esas injusticias que asoman a nuestras vidas pero que consiguen generar el común rechazo de la sociedad. Gritar porque “cada día, cada hora, hay cientos de personas migrantes y refugiadas a las que se sigue negando el derecho a buscar una vida mejor y más segura en países europeos donde sus derechos sean respetados”.

La Plaza de la Constitución ha acogido una nueva reunión del Círculo de Silencio para poner voz a los que no pueden defenderse, para sacar los colores a un sistema que no defiende a los débiles, para dejar patente que sí hay personas a las que les interesa y les duele lo que está pasando en la olvidada frontera sur.

En círculo, en este primer encuentro del año, se recordó no solo las injusticias sino también a los que las encarnan. Con nombres propios. Como Mohamed Bouderbaia, interno en la cárcel no inaugurada de Archidona, que terminó ahorcándose y cuya investigación judicial ha sido archivada. “No se ha clarificado el origen de las lesiones ni se aclaran los hechos que rodean su muerte”, expusieron.

A Mohamed se le suman otros como Mamadou y Soufiane, dos menores de 17 años que cruzaron de Marruecos a Melilla para buscar una alternativa a sus vidas y terminaron muertos. La del primero, tras 20 días en la UCI; la del segundo, en su habitación del centro de menores de la ciudad hermana. “Hay que saber por qué murieron estos jóvenes llenos de sueños que no se cumplirán”.

Por estas personas pero también por otras cuyos nombres e identidades desconocemos, se ha celebrado un Círculo erigido en protesta por las injusticias que se producen en el vallado y que solo en algunos casos consiguen ser captadas por las cámaras y así trascender a la vista de todas las personas.

“Lanzamos este grito en silencio desde la frontera sur, lugar donde las devoluciones en caliente se suceden continuamente con total impunidad, queremos informar y denunciar estas vulneraciones de Derechos Humanos que pasan desapercibidas y nos convierten en una sociedad cómplice de esta realidad”.

A las denuncias se sumaron las quejas y las reclamaciones. “Consideramos que las medidas y actuaciones adoptadas en torno a la frontera únicamente consiguen incrementar el sufrimiento, dolor y muerte de las personas migrantes y refugiadas. Necesitamos un modelo de gestión de fronteras que no se centre exclusivamente en la seguridad, sino que también se comprometa con el respeto a la vida y a la integridad personal y que ofrezca unas políticas migratorias de acogida que garanticen los Derechos Humanos”.

En el Círculo se ha tenido muy en cuenta a la activista Helena Maleno, respaldándose además las propuestas que han sido lanzadas por los obispos y Cáritas “basadas en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar a 250 millones de personas migrantes en el mundo, entre ellas el fin de las expulsiones colectivas y el cierre de los CIE. Queremos un 2018 donde se restauren de manera real los Derechos Humanos en la frontera sur”.

Y así, en silencio, con la luz de las velas, con la fuerza del espíritu común y de decenas de corazones, la Plaza ha vuelto a ser escenario de la petición de humanidad, de unión, de fuerza, de lucha.

El silencio debe calar, tiene su propio potencial, aunque sea difícil romper la coraza de aquellos que se empeñan en criminalizar a los que solo intentan luchar, salir adelante, tener la oportunidad que, en demasiados casos, la vida les ha cortado de lleno.