Los políticos pierden el tiempo, demasiado, en sus propias guerras. Se creen el ombligo del mundo viviendo en ese mundo paralelo preñado exclusivamente de intereses particulares. Olvidan lo que a la ciudadanía le importa. Tampoco es demasiado exigente, quiere vivir en su pueblo tranquila. Y tranquila significa tener una ciudad con sus recursos básicos garantizados.
No, no nos hace falta el Coloso del Sarchal, tampoco grandes infraestructuras si luego tenemos una ciudad sin contenedores suficientes, con un mobiliario urbano que da pena o con un pavimento destrozado. ¿Para qué aspiramos a grandes obras si no sabemos ni cuidar lo más básico?
Ayer un crío de 8 años tuvo un accidente por culpa de una alcantarilla que… ¡bingo! llevaba denunciada un montón de tiempo. No la arreglaron, como tantas otras. Veremos a ver si ahora lo hacen aunque solo sea por la vergüenza del daño sufrido por ese chiquillo y el miedo a la denuncia que tendría que caerle a la administración por no proteger a sus ciudadanos.
Hace unas semanas unos vecinos del Polígono tuvieron que publicar cómo estaba el acceso a un portal debido a los destrozos en las losetas. Se habían caído varios residentes, sobre todo personas mayores. Tuvieron que pedir públicamente por favor que acudieran a arreglarlo porque temían por los abuelos del barrio.
Somos así de nobles. Parece que le hemos cogido gusto a vivir dominados y hasta imploramos por nuestros derechos. Quizá es que tenemos tantos problemas en nuestro día a día que ya aguantamos todo: hasta soportar esa siniestralidad presente en nuestras calles porque las obras, esas pequeñas obras, no se hacen bien.
Ni usted ni yo tenemos que bajar algunas cuestas de Ceuta como el mítico Chiquito de la Calzada temiendo una caída; ni usted ni yo tenemos que buscar el apoyo en una pared porque las barandas están rotas y nadie las ha arreglado; ni usted ni yo tenemos por qué fracasar en la enseñanza de una adecuada política de reciclaje a nuestros hijos porque nuestro barrio no tenga contenedores para ello; ni usted ni yo tenemos que bailar la jota porque nos hayan puesto una parada de autobús decente; ni usted ni yo tenemos que aguantar tanto… pero lo hacemos y quizá ese sea nuestro error.
Yo no quiero políticos que me ‘vendan’ grandes proyectos ni que inviertan su tiempo en mirarse el ombligo al creerse el único ser de interés en esta ciudad. Quiero políticos que se preocupen de ese niño que ayer tuvo un accidente en playa Benítez, de esos abuelos del Polígono que tienen que pedir por favor que arreglen la acera porque tienen miedo a salir de casa o de ese crío que creyéndose seguro en un banco público se le termina cayendo encima.
Grandes políticos, pequeñas cosas. Tan sencillo.
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