Ese final que nadie esperaba llegó. A partir de este momento, cada uno seguirá su camino: son los cuatro tripulantes del Katrine Krog que dejaron el barco y que vuelven ya para estar con sus familias. A las seis y media partía el ferry que les llevaría hasta Algeciras. Habían llegado a la Estación Marítima a las cinco de la tarde, bien puntuales para no perder su ruta hacia la libertad.
Cada uno con su maleta, con sus efectos personales, con todo lo que habían llegado a Marstal aquel día de principios de octubre. Una maleta llena del cariño ceutí, simbolizado en muchas cosas. Por ejemplo, en la gente que fue a despedirles, y en la que no; o en los medallones de la Virgen del Carmen. La Virgen que, no para de repetir Jorge Mejía, les ha ayudado y les ha protegido, por ejemplo cuando iban a viajar hasta Gibraltar y se quedó la cadena enganchada.
En el otro lado, a sólo unas horas, el otro lado del Atlántico. Casi todos se quedan en Miami. Allí tienen su hogar Jorge Mejía, Luis Dole y Luis Antonio Regalado; sus hogares les esperan. “Vivo a cinco minutos del ‘downtown’ (centro de la ciudad), y a quince de Miami Beach”, recuerda Mejía. “Enseguida llegaré a mi casa, son sólo cinco minutos del aeropuerto”, comenta Regalado.
Él fue el último en salir del barco. Debía quedarse, porque el armador no había previsto su relevo. Pero él es diabético y en una semana tuvo que ser dos veces ingresado por insulina. La última vez que se lo llevaron, el armador y el capitán le pidieron “por favor” que volviera a bordo.
El único que tendrá que esperar algo más para abrazar a los suyos es Omar Peña, que va directo a la República Dominicana, donde están su mujer y su hija. “Hace año y medio que no veo a mi hija, ahora está hospitalizada ahí en Dominicana. No había podido estar antes con mi familia porque era enviar dinero o visitarlas. Si las visitaba, no enviaba dinero, si enviaba dinero, no enviaba dinero”, explica. Y eso que aún quedan mucho más tiempo para llegar a Venezuela, verse con su hermano César Ignacio que ha estado desde el principio haciendo todo lo posible, y cumplir la última voluntad de su madre. “Siempre llevo encima a la vieja, ahora también. Falleció un mes antes de que me embarcara, y la llevaré encima todo lo que haba falta. Hasta que pueda ir a Venezuela y esparcir sus cenizas, porque esa fue su última voluntad”.
Y se van... sin cobrar todo. Sólo alguna parte. “Al final sólo nos llegó lo convenido, dos meses. Y en la transferencia que se hizo por la Western Union, nos aseguró el armador, se perdió algo. Pero ya hemos cobrado, y volvemos para casa”, explica. Y aunque no haya sido todo, no fue fácil conseguir sus salarios. Tuvieron que boicotear la entrada del armador al barco para ello. ¿Armador sin dinero?
Un testigo presenció ayer la escena de la foto inferior de esta página. A la izquierda, el armador; a la derecha, uno de los relevos sacando dinero con su tarjeta. Según el testigo que presenció esta escena, de la conversación que en aquel momento mantenían ambas personas se deduce que el dinero iba a ser utilizado para pagar algunos de los materiales necesarios para reparar el Katrine Krog. Además, fue el relevo, y no el armador, el que tecleó el PIN de la tarjeta, según el testigo. ¿Significa eso problemas de financiación?