Hay muchas formas de agradecer a los demás las acciones que nos beneficien. También de agasajar o de piropear a alguien por aquello que hace bien. Dar las gracias, o reconocer en los demás alguna virtud, es importante. Para el que lo hace, porque es un acto de humildad necesario. Para el que lo recibe, porque así se siente valorado por la sociedad. En Navidad suelen abundar gestos de este tipo. En general nos enternecemos y tendemos a sacar el lado más humano de nosotros mismos coincidiendo con estas fechas. Pero nadie, que yo recuerde, se había dirigido a nosotros en unos términos tan bonitos, a la vez que sencillos y tiernos, pero tan cargados de significado. ¡Gracias por hacernos más humanos!, nos dijo una persona días atrás. Aún le estoy dando vuelas al mensaje. Esto fue lo que ocurrió.
Era uno de los días más lluviosos y fríos de este mes, a consecuencia de la visita que nos hacía la tormenta “Bruno”, la primera gran borrasca del invierno, que nos había puesto en alerta a casi todas las comunidades. Mi familia preparaba en nuestra panadería ecológica los panes y dulces que esperaban serían demandados por los clientes. Además de los productos normales de la panadería, siempre les gusta hacer algún tipo de dulce. Como ya se acababa el tiempo de los mantecados, nos pusimos a preparar unas magdalenas. El primer día se hicieron de avena ecológica. Aunque algunas piezas no acababan de subir en el horno lo acostumbrado, en general salieron bien. No obstante, alguien se quejó, y se le compensó adecuadamente. El segundo día se hicieron de espelta y soja. Y ahí comenzó la historia.
Cuando llevaban unos cinco minutos en el horno, y aunque parecía que comenzaban a subir, observamos que lo hacían con mucha fuerza. Tanta, que la masa, sin cocer, se salía del molde y se derramaba en la plancha. Finalmente, cuando acabó la cocción, el resultado fue unas magdalenas exquisitas, pero sin forma ni presencia. Estaban para tirarlas directamente. Pero no nos gusta tirar nada sin antes ver la forma de reciclaje. Entonces se nos ocurrió ponerlas a la venta, aunque algo más baratas. Por supuesto, ya habíamos descubierto el origen del problema. Se trataba de un error aritmético que nos llevó a duplicar la cantidad de levadura necesaria. Y esto era lo que explicábamos a los clientes. Era una forma de pedir disculpas.
Fue entonces, cuando una de las clientas, nos demandó una cantidad importante de estas magdalenas, tras escuchar atentamente nuestras explicaciones del error sufrido. Pagó y nos dio las gracias en los términos que refiero al principio. Nos quedamos sin capacidad de reacción. No encontrábamos explicación alguna a que se llevara un producto de tan mala presencia, y además nos lo agradeciera por ayudarle a ser más humana. Y ella nos esclareció la frase. Nos dijo que estaba tan harta de que los “expertos” no se equivoquen nunca, y se sentía tan acomplejada cuando intentaba replicar alguna receta de cocina en su casa, sin éxito, que el hecho de que unos profesionales reconocieran públicamente el error le hacía a ella sentirse más humana. Fue entonces cuando decidimos poner una pequeña pizarra en el producto “malogrado”, con la leyenda: “Nosotros también fallamos. ¡Somos humanos!”. Y se subió a las redes sociales.
Pues bien, la sorpresa ha venido en la positiva acogida que ha tenido la fotografía con la leyenda en cuestión, y el éxito de las magdalenas de mala presencia. No sólo se han agotado, sino que aún siguen acudiendo personas al obrador a decirnos, después de comprar su pan, lo mucho que les ha gustado la foto y la frase colgada en nuestra página.
Cierto es que de esta pequeña historia no se pueden extraer conclusiones de validez general para teorizar sobre el comportamiento del consumidor. Pero, no es menos cierto, que algunos estudios corroboran que los consumidores valoran de forma muy positiva la sinceridad, honestidad y transparencia de las empresas.
En nuestro caso, nos ha servido para sacar varias conclusiones. La primera es que la verdad ha de ser la máxima de conducta en cualquier persona o entidad. La segunda, que, en un mundo tan materialista y competitivo, quizás una pizca de humanidad nos haría mejores. Por último, que es bueno que nos fijemos en estas pequeñas cosas.
Nuestros mejores deseos para el Año Nuevo que va a venir. Que, en él, seamos más humanos y solidarios. Y a nuestra querida maestra, porque, era maestra la que nos piropeó de esta forma tan bella, gracias por recordarnos lo importante que es ser humanos. ¡Feliz Año 2018!
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