Y se entregaron los Goya. Que no es poco, o al menos eso diría José Luis Cuerda. Porque venimos, como mencionaba al final de la gala Antonio Banderas, anfitrión de la ceremonia el año pasado en su teatro malagueño, de un año terrible sin posibilidad de público ni premiados con presencia física. Veníamos de agradecimientos telemáticos en pijama de cintura para abajo, y sin que la cosa haya acabado ni mucho menos, podemos disfrutar del glamour y los discursos cara al público Goya en mano. Una ventana abierta con aire fresco y una señal de que el cine en general, y el español en particular, no está muerto, sino que andaba de parranda…
Y quizá un poco por esa anormalidad del año pasado, quizá porque este se ha puesto especial cariño, quizá porque se cerraba (desde Valencia, claro está) el año del centenario del nacimiento de Berlanga, la edición 36 de la entrega de los Premios Goya, ha resultado de las más ágiles y amenas que se recuerdan. Que tampoco es poco.
Funcional y, eso sí, carente de humor en general, algo que precisamente al gran Berlanga no le hubiese gustado, las casi tres horas de emisión no han resultado lo tedioso de otras ocasiones con discursos eternos y fallos técnicos (alguno ha habido, no obstante) por doquier.
Y para no salirse demasiado de un guion que lo demanda, hay que hablar de ganadores y perdedores, claro: El buen patrón, la película cargada de cinismo realista de Fernando León de Aranoa, salía a esta carrera de fondo con 20 nominaciones y al final la gran triunfadora del año, y aunque "solo" se haya llevado seis premios, entre ellos están el de Mejor película, Mejor dirección, Mejor guion original y Mejor actor (para un Javier Bardem exultante que se acordaba de su familia y su recientemente fallecida madre en los agradecimientos). Todo ello sin sorprender demasiado a nadie, hay que decirlo, pues era bastante evidente que se trataba de la cinta que más había gustado a la Academia este año. Le sigue en número de galardones Las leyes de la frontera con 5 premios (muy recomendable, ojalá sirva este espaldarazo para que más gente se anime a verla) y Maixabel, que ha triunfado en las categorías de interpretación con premios para Urko Olazabal, María Cerezuela, y Blanca Portillo (por delante de Penélope Cruz con su interpretación protagonista en la película de Almodóvar, que le ha valido la nominación al Oscar. Cuestión de gustos). Y hablando de gustos y de Almodóvar para enlazar con la cruz de la moneda, una vez más es quien se ha quedado sin premio alguno en lo que sigue siendo la evidencia de que, salvo excepciones puntuales, algo ha pasado siempre entre el director y la industria española del cine…
Las figuras con las que ya se contaba pero que aún así aportaron lustre al escenario fueron las de José Sacristán, merecido Goya de Honor, y la del Goya Internacional, premio que se ha creado este año para prestigio retroalimentado de galardonado (galardonada en este caso, con una luminosa Cate Blanchett agradecida) y los que entregan el premio. Todos ganan, buena iniciativa a la vez que inteligente.
Puesta en escena, en resumen, balsámica y práctica, poco espectacular pero necesaria, con la clara intención de reivindicar su producto y de atraer al espectador a unas salas que, no nos engañemos, siguen con media estocada en el lomo…
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