Obi Wan Kenobi, Andor, Ahsoka, El libro de Boba Fett, The Acolyte, y, por supuesto, The Mandalorian, son todos productos ramificados de la popular saga de Star Wars, que nadie dudaba cuando la compró Disney, que iba a dar para mucho más que para su casi agotada trama principal. Spin-off es el término clave en un universo cuyas historias son casi infinitas, y dan para innumerables personajes nuevos en aventuras de índole muy distinta.
Es el turno ahora de Tripulación perdida, un nuevo subproducto totalmente independiente de todo lo que se ha contado hasta ahora, que por ello y por descontado puede visionarse de manera independiente a poco que uno viva en la Tierra en el siglo XXI, sepa, aunque sea vagamente, de qué va la ambientación de Star Wars, y que toca de la manera más pura y directa el género de aventuras de toda la vida. La historia tiene incluso una divertida remezcla de Guardianes de la Galaxia de Marvel (grupo de mercenarios embarcados en líos interestelares), con Los Goonies, clásico del género que plantea bajo el foco a un grupo de adolescentes envueltos en una peligrosa pugna con piratas de los de siempre.
Con semejantes mimbres, la cosa no tenía muchas posibilidades de salir aburrida, y se traduce en un producto ágil y fresco con forma de 8 capítulos de una media hora cada uno, que ya les adelanto que, por supuesto, quedan en el aire en espera de una segunda temporada como mínimo; no hace falta ser el más listo de la clase para intuirlo.
El argumento nos coloca ante un grupo de muchachos realmente jovencitos (se pretende rejuvenecer la legión de fans y llegar a nuevas generaciones) que se pierden en una galaxia extraña y peligrosa., ya descubrirá el respetable el cómo y el por qué. Encontrar el camino a casa y toparse con aliados y enemigos en el trazado del susodicho camino va a ser la base de una aventura que no sólo conecta generacionalmente con el público infantil, sino que guarda con guiños y homenajes un hueco considerable para la nostalgia que también enlaza con el interés del espectador de más edad: ambos factores suponen la mezcla perfecta, conocida fórmula del éxito y que, sin embargo, tan difícil es alcanzar. Este afortunado equilibrio tiene como protagonista y uno de sus puntales el rostro de Jude Law, un actor de kilates que aporta lujo al reparto, pero que no se limita a ser una estrella que da lustre al cartel porque Disney puede comprárselo, sino que otorga a su papel todo su empeño y profesionalidad, con pinceladas de la capacidad para la comedia que tiene el actor británico, para dibujar un tunante descarado y ambiguo que dominará la escena cada vez que aparezca en pantalla. El resto del elenco protagonista está completado por jovenzuelos tan descarados como sus personajes que dan buena réplica, salvando lógicas distancias, al consagrado y ya veterano Law.
Estamos pues ante una propuesta amable de corte muy clásico enmascarada por la ambientación intergaláctica que, si se paran a pensarlo tampoco es especialmente moderna (Star Wars en su primera entrega se estrenó en 1976), pero que aderezada con unos efectos visuales y sonoros de vanguardia, la hacen estar en la cresta de la modernidad. Un acierto.
corleonne76@yahoo.es
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