El único Gobierno de Ceuta que ha viajado a Marruecos en visita oficial lo hizo en 1999, con el extinto Grupo Independiente Liberal (GIL) dirigiendo los designios de la Ciudad Autónoma. Unas fotos de la delegación ceutí al mausoleo de los reyes de Marruecos Mohamed V y Hassan II, en Rabat, desvelan la existencia de este contacto directo y sin ambages entre autoridades de ambos lados de la frontera. Una visita que se produjo con consentimiento de Mohamed VI pese al litigio abierto sobre Ceuta y Melilla, ciudades cuya soberanía reclama para sí el reino alauí.
La importancia de tal encuentro radica en que Marruecos se niega a aceptar cualquier relación directa con las autoridades de Ceuta y Melilla porque eso contradice su propia teoría que consiste en no reconocer la españolidad de ambas ciudades porque entiende sendos territorios como propios. Cosa distinta son las relaciones diplomáticas.
El reino alauí se niega a aceptar cualquier contacto porque desdice su teoría sobre Ceuta
Dos décadas más tarde, el bloqueo de la frontera está asfixiando a una ciudad que no puede vivir de espaldas a Marruecos. El desastre que se cierne sobre la población hace necesaria una reunión entre dos territorios que son vecinos y, sobre todo, con la región de Tetuán, con la que resulta vital llegar a acuerdos muy especialmente en gestión de fronteras. A la vista está la debacle que la falta de fluidez en esa interlocución está provocando en el comercio local, con pasos en falso por parte de la Delegación del Gobierno al informar sobre la reanudación de la actividad por el ‘Tarajal II’. El titubeo que parece alcanzar incluso al Gobierno de la Nación hace pensar en la posibilidad de nuevas vías de diálogo. Sin embargo, enfrente está el insalvable problema político porque no reconoce de ninguna de las maneras que Ceuta y Melilla son españolas.
En el libro ‘Marbella: principio y fin del gilismo. Intermedio cubano; Ceuta: un viaje de ida y vuelta’, el presidente de la Ciudad Autónoma con el GIL en el fugaz gobierno de 1999-2001, Antonio Sampietro, da cuenta de este episodio de su mandato. Sin embargo, las memorias son volubles y solo alguien que participase activamente en aquel hito podría certificar que la visita fue realmente oficial. Mohamed Haddu Musa, líder de Izquierda Unida en Ceuta durante años, formó parte del gabinete de Sampietro “que hizo historia” con este viaje a Rabat que fue silenciado.
Pese a tratarse de un corto periodo de tiempo, el equipo de Gobierno del GIL tenía sobre la mesa “numerosos proyectos” relativos tanto a la frontera como al comercio con el vecino y uno de ellos, para los niños transfronterizos, ahora denominados Menores Extranjeros no Acompañados (MENA). El entonces consejero de Asuntos Sociales, Justo Ostalé, junto a su viceconsejero, Francisco Márquez, era el competente en la tutela de este colectivo. A ellos se dirigieron Musa y otro de los miembros del gabinete de Sampietro, Jesús Flores, para plantearle la creación de un centro de acogida en Rincón o Martil financiado por mediación de una ONG por la Ciudad Autónoma y controlados por personal de ambas partes.
La actual falta de interlocución plantea la conveniencia de otra vía de diálogo
Musa y Flores trataron este asunto con el doctor Jatib, un exministro marroquí de Hassan II y asesor de Mohamed VI, que había subido al trono en aquellos años. Aparte, este hombre de gran prestigio en la Corte de Rabat, con quien tuvieron una buena relación, era presidente de Bayti, la ONG dispuesta a firmar el convenio con Ceuta para la creación de este centro para los menores extranjeros.
Una vez establecidos los contactos la cuestión era cómo hacerlo oficial a sabiendas de que sectores de la sociedad marroquí estarían en contra puesto que consideran que Ceuta es una ciudad ocupada. “Nosotros allí hicimos historia, aunque haya muchos a quienes no les guste reconocerlo, rompimos el hielo”, recuerda Musa, que pone como ejemplo al Partido Istiqlal, “muy crítico con la visita hasta el punto de decir que se estaban vendiendo a las pretensiones del Gobierno español”.
El consejero Ostalé telefoneó a Musa para informarle de que el ministro de Asuntos Exteriores de España, Josep Piqué, del Partido Popular, había transmitido que el Gobierno de Ceuta tenía “luz verde” para viajar oficialmente a Rabat. Después de cinco meses de negociaciones con autoridades de ambos países, y con el beneplácito del Gobierno de la época en Marruecos y con conocimiento del propio Mohamed VI, una comitiva compuesta por el presidente Sampietro, consejeros, viceconsejeros y asesores se trasladó hasta Rabat.
Tuvieron una reunión oficial con la organización Bayti “y firmamos los acuerdos”, precisa Musa. “Fue un boom en la época porque era la primera vez en la historia que un Gobierno de la Ciudad de Ceuta iba a Marruecos en visita oficial, incluso salimos en periódicos marroquíes”, rememora. El desenlace del mandato del GIL es bien conocido por todos y, por tanto, el centro de acogida para los MENA en territorio marroquí quedó cancelado. Sin embargo, años más tarde, otro político residente en Ceuta se interesó por aquel proyecto: el exdiputado Juan Bravo.
El relato de Sampietro en sus memorias aporta otro punto de vista. El expresidente de Ceuta atribuye el ‘milagro’ de este viaje a la Casa Real de España. Junto a Paco Moyano y Agustín Hervás escribe: “Le dije que había tenido en Barcelona una conversación con el Rey –Juan Carlos I– donde me dijo que le llamase en caso de problemas y que como no podía hablar con el Gobierno –del PP– pues había decidido hacerlo con el Rey. Le dije que necesitaba ir a Rabat y tenía que saber si era conveniente o no. A las dos horas me llamó Fernando Almansa, jefe de la Casa Real: ‘Su Majestad me pregunta quién está detrás’; al saber que era la hermana del Rey –Mohamed VI– dijeron: ‘Vaya a Rabat y firme, no va a pasar nada’. Entonces le digo: ‘Dígale al Rey que lo importante no es que vaya a firmar un acuerdo para traer a los niños, sino que lo voy a firmar como presidente de Ceuta y Marruecos me va a reconocer como presidente de este territorio”.
Durante mucho tiempo, los delegados del Gobierno, durante la Transición democrática, tenían la costumbre de hacer visitas de cortesía al gobernador de Tetuán fundamentalmente, incluso a alguna otra autoridad. “Ha habido normalmente comunicación, con visitas y diplomacia discreta, es decir, que no hay un acta de acuerdo ni una firma pero sí un acuerdo entre caballeros para determinadas materias”, explica José Antonio Alarcón, director del Instituto de Estudios Ceutíes (IEC). Las competencias de las relaciones diplomáticas son exclusivamente del Gobierno central y del Ministerio de Asuntos Exteriores. En cualquier caso, argumenta Alarcón, cualquier comunidad autónoma o ciudad autónoma que quiera discutir cualquier cuestión con un país extranjero, y Marruecos lo es, aunque sea vecino, lógicamente deberá al menos informar a los servicios diplomáticos o la administración de Asuntos Exteriores. “Estas visitas no se publican en los medios de comunicación porque hay que tener en cuenta la posición del país vecino: Marruecos no reconoce la españolidad de Ceuta y Melilla, ni siquiera reconoce la frontera, no hay una Aduana entre dos países civilizados y aunque es una frontera Schengen de la Unión Europea, ellos piensan que es sencillamente un puesto fronterizo de una tierra ocupada”, concluye Alarcón.
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