La gastronomía local es uno de los mayores atractivos para quienes van a visitar la ciudad española de Melilla por ser un fiel reflejo de su diversidad cultural. La mayor fortaleza de la cocina melillense está, precisamente, en fusionar las herencias de las comunidades que conforman el tejido de sus habitantes. Por eso, encontramos en la cocina de Melilla raíces españolas o marroquíes, judías, musulmanas, hindúes y cristianas. En resumen, las recetas del territorio autónomo evidencian su propio mestizaje.
Así, por poner algún ejemplo, hallamos recetas de origen magrebí como la harira (muy típica del Ramadán), andaluzas, como la olla gitana o hindú como las samosas. También resalta otra receta propia de la cocina musulmana: la jarera que, como la harira, es una sopa de legumbres a base de carne y vegetales.
De la cocina andaluza y rifeña, Melilla ha heredado asimismo recetas como las frituras de pescado con harina de almorta o trigo.
Por otro lado, están extendidas preparaciones como la musaca vegana, que se hace a partir de hortalizas, ingredientes que no pueden faltar en la gastronomía árabe.
Otra receta obligada en cualquier ranking de recetas melillenses son los caracoles o la coquina o tellina, uno de los más mariscos más apreciados del Mediterráneo y que podemos consumir de distintos modos. Si se hace al vapor o con una sencilla salsa de vino blanco y ajo nos ofrecerá nos servirá como un inigualable aperitivo. Aunque la lista de platos más tradicionales y ricos de Melilla es larga, no puede faltar en ella, por ejemplo, la pastela, el rape a la Rasudir, una fórmula tradicional que se centra en este pescado que apenas tiene espinas. No es más que un guiso hecho a partir de colas de rape, verduras, tomate, pimientos, guisantes, ñora, azafrán, perejil y comino.
Aunque para muchos éste es el plato más típico entre los típicos que hay en Melilla, el rape a la Rusadir (que recuerda el nombre de la ciudad púnica y romana enclavada en lo que es actualmente Melilla), no está muy arraigado en las cocinas hogareñas ni tampoco en los bares y los restaurantes locales, a pesar de ser delicioso.Para los expertos, con la desaparición de la flota pesquera de Melilla, han ido perdiéndose muchas recetas propias, que lamentablemente han sido sustituidas por platos más comerciales.
En otras palabras, también nombrada pastilla o bastilla, la pastela es una mezcla original de lo dulce y lo salado, hecha a base de hojaldre y relleno con un sofrito de cebolla, carne picada y almendras. Tradicionalmente se usa para fiestas y se sirve al principio de la comida.
Con trigo se elabora igualmente el rghaif, que es como un pan blanco de origen marroquí que habitualmente se rellena con ingredientes salados como el queso o dulces como la miel. También llamado Msemen y, en Melilla, pañuelo, es muy típico de la cocina del Maghreb y se suele servir en la hora de té, una bebida que tampoco puede faltar en la ciudad.
Muchos defienden también el sabor único de las especias de Melilla, con las que podemos hacer infinitas combinaciones. Especialmente tendríamos que mencionar la pimienta negra, el pimentón, el anís, el azafrán, la canela, la cúrcuma, el jengibre o el coriandro.
Algunas de ellas son usadas normalmente en recetas con vegetales como la crema de zanahoria y cúrcuma, las verduras con azafrán y curry o los garbanzos al curry con coco.
Las especias son también ideales para la carne y el pescado, sobre todo si se condimentan con la mezcla llamada ‘Ras el hanut’, que son bastante populares, o en las denominadas pinchitadas.
Como los cultivos de fruta no son muy abundantes (naranjas, melones y sandías están entre las preferidas), porque son productos que generalmente se importan, es más común y amplia la oferta de postres, que tienen una enorme influencia árabe y cristiana.
Ahora, es necesario hacer un paréntesis para dejar claro que hay zonas de la península, sobre todo Andalucía, que han influido grandemente en la gastronomía melillense.
Por ende, además del ya mencionado y muy consumido cuscús dulce, en Melilla son especialmente admirados los buñuelos o las empanadillas rellenas, de origen hebreo. Otros dulces con los que podemos saltarnos la dieta en la ciudad autónoma son las chuparquias, unas pastas rebozadas en miel y sésamo que esconden en su interior un delicioso toque de anís; los dátiles rellenos, y el pastel de naranja, milhojas y merengue.
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