Categorías: Carta al director

Galope a pie cambiado

Desde que el mundo es mundo, se sabe que tanto el “quítate tu, que yo sé” como la defensa a ultranza de la progenie, traducido en el hoy en día popular “Yo por mi hija, maaatooo”, son actitudes inherentes al ser humano. Esto último, sin duda comprensible en el fondo, no deja de ser visceral y hace necesario, en ocasiones, dar un paso atrás para poder imprimir un mínimo de racionalidad al asunto del que se trate.
Me permito una sucinta visión de los comienzos hípicos de Ceuta que yo conocí. Tuve la suerte de que me permitieran aprender los rudimentos de la equitación hace mucho, en Viña Acevedo; entonces, éramos solo 10 o 12 niños y jóvenes; los caballos para “la tanda” los cedían los militares así como las sillas de cola de pato; las caídas eran sobre tierra pura y dura o algún ortigal si se salía al campo; las botas, fustas, cascos… había que traerlos de la península, los pantalones “breeches” nos los hacían madres, tías o sastres; para la sed, una manguera y ni vestuarios, ni nada de nada…solo ganas.
“A la militara”, como no podía ser de otra manera, el brigada Márquez, nos enseñó lo que sabía, como buenamente sabía y con los medios de los que disponía y aprendimos. Cuando empezábamos a soltarnos y de las cruzadas éramos capaces de dar algún verticalito, íbamos mejorando de montura dentro de los que había. El siguiente paso adelante era que alguno de los oficiales que subían a montar permitiera desudar a sus caballos tras el trabajo. Gracias a señores como Silanes, Vea Murguía, Valdespina o García, entre otros…(me dejo a muchos en el tintero) podíamos imaginar ser jinetes o amazonas algún día. Después vinieron otros que cedían sus potros para que, con nuestra juventud, poco peso y muchas ganas, echáramos para adelante, bajo su supervisión, aquellos animales…así soñábamos con participar en el Concurso Nacional de Saltos C que todos los años nos traía a jinetes de la península.
Hoy en día, como no puede ser de otra manera, las cosas que no están homologadas y reglamentadas, no tienen cabida en la libre circulación de la Unión Europea, de ahí que se haya hecho necesaria la implantación gradual del programa de galopes inspirándose en la reglamentación francesa ya testada. Pero tan nuevo sigue siendo todo, que el propio reglamento, a fin de no dejar fuera de la burocracia a todos aquellos que llevan años y años en la equitación, permite obtener galopes estableciendo una equivalencia deportiva y en base a una memoria de actividades profesionales.
Que exista una Formación Profesional de grado superior como técnico deportivo en Equitación homologado por el Ministerio de Educación y que la Real Federación Hípica Española habilite Galopes desde hace pocos años, como se dan cinturones en Judo, para acreditar el nivel, no es más ni menos que el producto lógico de la evolución y de la estandarización necesaria para regularizar la enseñanza de una disciplina, pero no pretende infravalorar los conocimientos adquiridos a través de años de experiencia y ejercicio.
El Sr. Pérez fue uno de los primeros alumnos de esa incipiente hípica Viña Acevedo, calculo que rondaría los ocho-diez años cuando empezó. Pronto se convirtió en un habitual “cabeza de tanda”; si había caballos difíciles, allí estaba su joven inconsciencia… fueron pasando los años y acabó preparándose en la Real Escuela de Arte Ecuestre de Jerez durante tres años. Debe de llevar a caballo unos 25-30 años (ignoro la edad del hijo del Sr. Folch Valero, pero por lo que deduzco, casi no había nacido cuando la hípica de Ceuta empezaba)
Antaño, los únicos profesores de equitación reconocidos eran los del ámbito militar; a nivel civil en este país, no existía paragón, pero creo que ningún jinete le haría ascos a aprender de los “profesores” de la Real Escuela de Jerez que, evidentemente, son “ante-galopianos”, simplemente porque son anteriores a la titulación por galopes. Puede ser discutible hasta qué nivel está capacitado para enseñar un alumno egresado de la Escuela de Jerez o de cualquiera otra regentada por algún renombrado jinete, pero exactamente lo mismo podría decirse de cualquiera que acabe de sacarse los 7 galopes. Es la eterna historia de lo verde que se sale después de estudiar una “carrera”, sea de equitación, de aparejador o de abogado. La enseñanza es una carrera de fondo, en la que hay que ir reciclándose, sí, pero en la que la experiencia, es un grado.
Es posible que el Sr. Pérez, pueda no tener conocimientos suficientes para preparar a un alumno para presentarse a un CSIO, pero es algo habitual en la enseñanza, ya que cualquier profesor, llegado un momento, debe dejar a sus alumnos en manos de un catedrático para que siga evolucionando. No hay que olvidar tampoco que Ceuta siempre ha sido un lugar de donde salen los deportistas cuando alcanzan cierto nivel porque la competición local no permite progresar más. Para la equitación es aún más difícil porque el deporte es caro, no todo el mundo puede comprar y mantener un caballo de cierto nivel; para progresar hay que competir mucho y resulta carísimo llevar caballos a la península o montar concursos aquí, de ahí que desapareciera el que se realizaba todos los años. Si un deportista ceutí, rondeño o de Parla despunta, sea cual sea el deporte, tendrá que “emigrar” a aquellos núcleos poblacionales donde pueda foguearse en su disciplina y recibir entrenamientos de mayor nivel.
Viendo en el reglamento los parámetros en los que se otorgan los 7 galopes, no dudo que el Sr. Pérez los cumple con creces y que es consciente de la necesidad de homologar sus conocimientos; no creo que por eso, sea menos válido para la enseñanza de la disciplina y la dirección de las instalaciones que el Sr. Folch Redondo, al que (deduzco por lo leído) no le acompaña una dilatada experiencia en el ejercicio de la profesión.
En cuanto a la vida social del Sr. Pérez la ignoro, pero he sido testigo de noches de cólicos y de tardes de domingo en las cuadras. Cualquiera que tenga un caballo o conozca la equitación sabe que siempre se echan muchas más horas en una hípica que las que marcan el horario de unas clases.
En cuanto a porqué el Sr. Pérez dirige la hípica, creo recordar que cuando se decidió “externalizar” la gestión hace unos 10 años, militares y civiles, por lo particular del antiguo enclave de Viña Acevedo, tuvieron que ponerse de acuerdo en cómo hacerlo… y es que, además de los concursos públicos, existen también las llamadas concesiones administrativas; pero en cualquier caso, si se considera que el gobierno de la ciudad-autónoma se ha excedido en su potestad discrecional, que nunca puede ser ilimitada, existen cauces legales, para hacerlo saber y arremeter, en todo caso, contra el que ostenta la postestad.
No conozco los números, ni de alumnos, ni de euros de gasto al mes actuales y mucho menos los del proyecto del hijo del Sr. Folch Valero y que ha sido avalado por innombradas “personas de gran prestigio en el mundo de la equitación nacional” que puesto que avalan no deberían tener inconveniente en que se les nombrara; pero si el dinero que se recibe se gasta inadecuadamente es evidente que hay que corregirlo administrativa o legalmente (según proceda), estoy de acuerdo, aunque eso no quiere decir necesariamente, que un proyecto que, sobre el papel, es sensiblemente más económico, se convierta automáticamente en mejor por ese solo hecho.
Para terminar, solo me resta decir que esta es la única intervención escrita que pretendo hacer y aunque haya cometido alguna imprecisión (todo es rebatible), no voy a entrar en una entrega, por capítulos, de mi opinión al respecto de algunos temas comentados en la serie de escritos del Sr. Folch Valero. Por otro lado y dado que no he firmado con mi nombre  diré que hablo de esto porque, aunque la vida me ha llevado por otros derroteros, tengo un título de monitora de equitación expedido por la Real Federación Andaluza tras realizar un examen teórico y práctico aunque hoy es papel mojado; he dado clases en Ceuta y en Madrid, tengo dos cursos de equitación terapéutica, y otros dos de auxiliar  y técnico herrador.

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