El paso del tiempo borró su imagen y fulminó todos sus vestigios. De tal suerte que poquísimos ceutíes recuerdan ya a ‘La Paloma’, como el pueblo acertó a llamar a aquel par de románticas y modestas motonaves gemelas que durante un cuarto de siglo nos conectaron con Algeciras, hasta la llegada de los trasbordadores. No tuve oportunidad de viajar ni en el ‘Ciudad de Ceuta’ ni en el ‘Ciudad de Algeciras’, pero absorto ahora en la contemplación de la fotografía trato de atraer a la mente algunas instantáneas de mi más tierna infancia. Automóviles desembarcados, uno a uno, de la bodega, por las propias grúas del barco. Las mismas que hacen lo propio con mulos y caballos mientras sus patas revolotean por los aires presos del pánico. Flamear de pañuelos de bienvenida a bordo y en tierra. Lágrimas de emoción. ‘Maleteros’ ofreciendo sus servicios o publicitando un lugar de hospedaje al viajero… Y gente, muchísima gente. Los fieles de la llegada del ‘correo’, que son legión, movidos por la curiosidad que encierra de cada tarde su arribada al puerto. Militares, transportistas, autobuses y hasta el ferrocarril a pie de barco para recoger a quienes prosiguen viaje hacia Tetuán. Posiblemente fueran los soldados de las guarniciones del Ejército del Norte de África de quienes viniera el apelativo de ‘la paloma’ para las dos naves por lo albugíneo de sus respectivas estampas y el tratar de ver representada en esa ave columbiforme sus ansias de ‘volar’ a sus lugares de origen al otro lado del Estrecho. Lentas, sin demasiada puntualidad según marcaba la carga, o bien cuando debían de aguardar a la llegada del expreso de Madrid si este llegaba con retraso a Algeciras; intrépidos tantas veces frente a los temporales y con una sola rotación al día, aquellos barcos eran una seña de identidad más de la ciudad. Incluso el diseño arquitectónico de la primitiva estación marítima (el de la actual sede de la Autoridad Portuaria) se inspiró en una de aquellas peculiares ‘palomas’. Como decía eran dos y cubrían también la línea de Tánger. Con solo casi mil cien toneladas de desplazamiento y 61,50 metros de eslora, pertenecían a Trasmediterránea. En 1927 entró en servicio la primero de aquellos vapores correos. Bautizado tras su botadura como ‘Miguel Primo de Rivera’, hubo de modificar su nominación tras el advenimiento de la II República por el de ‘Ciudad de Algeciras’ como tantos otros barcos de la Compañía. El caso de su gemelo, el ‘Ciudad de Ceuta’, que entró en servicio en la línea un año después, concretamente a principios de 1928, y que tras su botadura lució inicialmente en su popa y amuras el nombre de ‘General Sanjurjo’, y por cuya adquisición la naviera pagó 3.145.569 pesetas. La acuciante necesidad de contar con buques de mayor capacidad y con otra concepción completamente distinta del trasporte marítimo, determinó la llegada de los modernos trasbordadores, que vinieron a significar un antes y un después en la línea, desplazando de la misma a estas dos modestas motonaves, incapaces ya de posibilitar el servicio que demandaba el continuo incremento de pasajeros y vehículos.
En junio de 1952 llegó el ‘Victoria’, el primero de los trasbordadores que habrían de reemplazar para siempre a La Paloma en la línea del Estrecho
El primero fue el ‘Victoria’, que la Empresa Elcano arrendó inicialmente a Trasmediterránea para la travesía Ceuta – Algeciras. Realizó su viaje inaugural el 14 de junio de 1952, y en su primer ejercicio anual llegó a transportar a 21.935 pasajeros y 2.291 vehículos. Un año después entró en servicio su gemelo, el ‘Virgen de África’. Su llegada fue solemnemente celebrada por las autoridades locales, que entregaron una imagen de la Patrona para ser entronizada en un lugar preferente del buque. Trasmediterránea pagó por él unos 84 millones y medio de pesetas, unos tres millones más que por el ‘Victoria’. Inversiones ambas más que necesarias, que posteriormente se incrementaron con la adquisición de un tercer trasbordador, algo mayor que los anteriores, el ‘Ciudad de Tarifa’. Estos ferris, a los que en un principio se les continuó llamando ‘La Paloma’, especialmente por los soldados de la época, desplazaron para siempre en la travesía del Estrecho a las anteriores motonaves, que no obstante continuarían en activo algunos años más. El ‘Ciudad de Algeciras’ cubriendo servicios interinsulares en Canarias, al tiempo que el ‘Ciudad de Ceuta’ fue incorporado en 1957 a la línea entre nuestra ciudad, los Peñones y Melilla, hasta la desaparición de la misma. Ya por fin, en 1975, Trasmediterránea decidió poner a la venta el minúsculo y simpático buque, que adquirió la Asociación de Capitanes de la Marina Mercante de Vizcaya para convertirlo, amarrado en la margen del Nervión, en su local social flotante, librándole así de más que de un seguro desguace. Allí permaneció varado hasta agosto de 1983, cuando unas lluvias torrenciales originaron la fuerte crecida del río, cuyas frenéticas corrientes hicieron naufragar al buque, propiciando su hundimiento y el final de su dilatada existencia. Valga pues este recuerdo de nuestra Galería de hoy para aquella simpática motonave, nuestra entrañable ‘Paloma’, símbolo de la Ceuta pueblerina, amable, familiar de su tiempo, en la que todos se conocían, y tan distinta de la actual.
¡Ha llegado el correo! Y la ciudad parecía suspirar de alivio, asomada a la bahía, especialmente cuando el viento de levante y la mar adversas encontraban en la pequeña mole panzuda del barco donde cebarse, o bien bajando hasta el muelle para disfrutar lo que por entonces era todo un acontecimiento diario. Era el correo de España, sí. Cordón umbilical de tantos sentimientos, afanes, actividades y abrazo diario con esa madre España.