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Gadafi

Pues le diré, amable lector, que el exterrorista Gadafi ha vuelto a Italia para recordarnos una vez más que Europa debe convertirse al islam. Como lo lee, amigo. Así lo ha dicho y no ha movido un músculo. La declaración sucedió en la embajada de Libia en Roma ante 500 jóvenes, a las que regaló una copia del Corán, y manifestó que “el islam debería ser la religión de toda Europa”, y aseguró que “el primer paso para la islamización de Europa sería la entrada de Turquía en la UE”.
En realidad, no es la primera vez que el líder libio sale por peteneras con la misma cantinela. Ya nos hemos acostumbrado a sus salidas de tono. Lo extraño no es que Gadafi diga lo que acostumbra a decir, sino que allá donde lo dice no haya nadie que alce la voz para decirle que su país, Libia, debería convertirse al cristianismo, o, en todo caso, si el islam es una religión de “clemencia, justicia y tolerancia”, como dicen, por qué no se permite en los países árabo-islámicos que los cristianos edifiquen sus iglesias y practiquen sin reservas su religiosidad. Eso es lo que me extraña de toda esta historia que empieza a cansar.
Pareciera que la Comunidad Internacional no le da crédito a este personaje y le considera un excéntrico, un deslenguado, o, tal vez, un loco, pero lo cierto es que los locos, los niños y los borrachos, según el refrán, dicen la verdad. Lo cierto es, asimismo, que Gadafi pasa por ser un dictador que rige los destinos de su país con mano de hierro. País cerrado a cal y canto a las influencias occidentales. Un país hermético donde la ley islámica se aplica sin contemplaciones. Para cerrar la serie de rebuznos, el coronel ha dejado caer que en los países islámicos se trata mejor a la mujer que en Occidente. Por eso, a la iraní condenada por adulterio la van a lapidar.
En Europa –insisto– se resta importancia a las declaraciones de Gadafi, pero lo cierto es que la islamización de la sociedad europea es un reto que no sólo los líderes más o menos radicales vienen proclamando, sino que circula por la Red espacios en los que se conmina a los musulmanes que residen en los países europeos a hacer prosélitos y a casarse con europeas para que de este modo las ideas islámicas vayan tomando carta de naturaleza en el viejo continente. No, amable lector, no es una broma lo que el viejo Gadafi repite con insistencia cada vez que pisa Italia. No es para tomárselo a chanza. Gadafi no ha hablado más en serio en su miserable vida. Los estúpidos, ingenuos y crédulos somos los europeos que nos tomamos a broma las declaraciones de este personaje. Este personaje al menos habla claro, no como la mayoría de los islámicos que nos dicen lo que nosotros queremos oír.
Ya nos lo advirtió en sus libros y en sus declaraciones la inolvidable Oriana Fallaci. Por ello, por decirlo alto y claro y por su valentía, fue encausada vilmente en Francia por odio al extranjero y también hubo de marcharse de su Italia para fijar su residencia en los EEUU. En su libro “La fuerza de la razón”, Fallaci escribe que en 1974, Bumedian, presidente de Argelia en aquel entonces, ante la Asamblea de la ONU, dijo “Un día millones de hombres abandonarán el hemisferio sur para irrumpir en el hemisferio norte. Y no lo harán precisamente como amigos porque irrumpirán para conquistarlo. Y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria”. ¿Les suena, amable lector? Fíjese en el año: 1974. La empresa es, en efecto, islamizar allá donde fueren. Mire a su alrededor, ¿qué ve? Pues una ciudad, Ceuta, cada vez más fuertemente islamizada.
Hasan al-Turabi, ideólogo que islamizó el Sudán en los ochenta y noventa escribió que “nosotros los musulmanes queremos vivir colectivamente nuestro islam y para ello islamizar las instituciones”. En otro lugar apela a los valores de la sociedad occidental para que sean “tolerantes (!) y permitan (!)” que la inmigración económica musulmana se transforme en un medio para la expansión mundial del islamismo. “Cada musulmán residente en un país occidental debe respetar sus leyes pero al mismo tiempo intentará ejercer su derecho de hacer cambiar la Constitución y sus leyes en sentido favorable al islam”.  Para finalizar, he ahí una reflexión estremecedora de al-Turabi: “La tolerancia consustancial al islam solamente se da con una condición: si el islam se convierte en hegemónico”. ¿Sigue pensando, amable lector, que Gadafi es un excéntrico?
Recuerde el silogismo: “El islam es teocracia / La teocracia niega la democracia / Luego el islam está contra la democracia”. Oriana Fallaci en su libro citado. Léalo

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