Editorial

El futuro de Ceuta y la altura de miras

Ceuta celebraba este viernes el Debate sobre el Estado de la Ciudad, un pleno para hablar del futuro de Ceuta y de la realidad actual; un pleno para ofrecer alternativas, porque eso es lo que necesita nuestra tierra. Pero entre otros términos se escucharon los de “cobarde y traidor”, dirigidos por el número 2 de Vox, Carlos Verdejo, -ya que el 1 incongruentemente se mantiene en silencio- al presidente Juan Vivas; o el de “promarroquíes”, dirigido a todos los diputados ajenos a la formación de Abascal.

Vox volvió a encender la mecha no con el propósito de luchar por Ceuta o recoger mejoras para el futuro de todos los ceutíes; lo hizo para tener el momento escénico de turno al que ya tiene a todos acostumbrados con su runrún de odio a los MENA, críticas a los comunistas y a los promarroquíes (que son todos los partidos menos ellos) o cuestionamiento de subvenciones si estas van dirigidas a entidades de defensa de la mujer, potenciación de otras culturas o asociaciones concretas que tienen que aguantar, pleno tras pleno, que se les ponga en la picota. Esta línea de acción está bien lejos de enmarcarse en la política práctica que necesita una ciudad que ha pasado, como el resto del país, por uno de los peores momentos debido a la pandemia.

De la noche a la mañana nos confinaron a todos porque la salud prevalecía por encima de cualquier cosa. Y ante esa situación, el Gobierno ideó fórmulas que han conseguido salvar muchos puestos de trabajo. Entre ellas, el plan Ceuta Resiste que contó con el respaldo de los partidos y que ha permitido que autónomos y pequeñas empresas hayan respirado, salvando no solo sus negocios sino también a sus trabajadores. De la noche a la mañana se tuvo que idear un ambicioso plan social para rescatar a los que no tenían nada para comer, evitando una auténtica debacle social como la que se avecinaba. Todo eso se hizo en tiempo récord, haciendo números y poniendo sobre el tablero un rompecabezas que, a la vista de los hechos, ha funcionado.

A Vivas se le puede acusar de muchas cosas, se le puede criticar por algunas de sus gestiones, pero no se le puede negar la facilidad con la que le dio la vuelta a las cuentas económicas para sacar de donde no había, para reordenar números a toda prisa y atender una emergencia como la que nunca se había visto y como la que nunca pensábamos que íbamos a sufrir. Pero la torta nos vino de golpe y se requería reacción al nivel de una auténtica desgracia. Así, con gestos clave, se ha podido mantener una estructura económica y se logrado la supervivencia de muchísimas familias.

Lejos de apropiarse de esa consecución de la cuadratura del círculo, Vivas ha compartido esta gesta como resultado de la unión de todas las formaciones políticas que dieron el apoyo y respaldaron los planes que fueron llevados a plenos extraordinarios porque, sencillamente, se trataba única y exclusivamente de salvar Ceuta, sin haber tiempo para jugar a reproches con sesgo político.

No hemos pasado el riesgo, los tiempos que se avecinan son difíciles, peores incluso que los actuales. Ceuta requiere de una talla política que no puede venir de la mano de disparates como los que volvieron a vivirse ayer en un pleno tan importante y esperado; disparates porque hay quienes confunden un foro plenario al que se le exige nivel y practicidad con la taberna de un bar en donde se concentran las ganas de bronca. No, ese no es el nivel, tampoco es lo que espera Ceuta ni lo que necesita.

Vivas insistió ayer en que no se presentará más a presidente de la Ciudad. Se termina en esta legislatura la ‘era Vivas’, a quien se le volvió a pedir, de nuevo, que dimitiera. Otro error, precisamente ahora se le pide lo que no debe hacer porque dar ese paso supondría la ratificación de una cobardía política al dejar a Ceuta sola en el peor de sus momentos. Precisamente es ahora cuando se tienen que dejar los deberes hechos y apuntar la salida a los problemas de envergadura enfocados. Porque esta ciudad no solo se tiene que reponer de la pandemia, tiene que afrontar la puesta en marcha de un ambicioso plan estratégico que le permita defender un modelo económico estable, ajeno a la frontera y su dependencia así como garante de la supervivencia de las familias que integran la sociedad caballa.

Estar en esa lucha es tener capacidad y altura de miras, porque de los resultados de la misma dependerá no ya el futuro de las actuales generaciones sino de las venideras. Y moralmente es el deber que todo ciudadano tiene, el dejar en herencia una tierra que tenga futuro y de la que pueda vivir una sociedad rica, sin exclusiones, compenetrada, alejada de los complejos que intentan ser explotados de manera enfermiza por algunos y cohesionada. Esa etapa del resquemor, de los complejos, de los odios sacados del baúl de los recuerdos no es ni la que necesita Ceuta ni la que se debe desempolvar.

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