Biznaga de Oro en el festival de Málaga, esta excelsa película de Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez representará a España en la (difícil) pugna por los Premios Oscar. Segundo premio deja como declaración de intenciones ya en su comienzo que no se trata de un biopic, ni tampoco de una película “sobre la leyenda de los Planetas”. El realizador gerundense, principal firmante de esta cinta (también a los mandos del guión), aplica su particular visión del cine experimental en esta cinta con aire documental que hay que consumir y digerir sin nada urgente que hacer luego, y cocinada a fuego lento.
Se centra el argumento en su génesis, en el abandono del grupo por parte de su misteriosa bajista; a partir de aquí, se invita al espectador a recorrer un espacio de tiempo cargado de dificultades y autodestrucción, vivir como funambulistas caminando sobre un alambre, algo nada distinto a los más míticos grupos musicales, como mandan los cánones, pero según la más escrupulosa realidad, y cuyo cauce desembocará en Nueva York, en la grabación de uno de los discos que más han significado en la música española.
Ambientada en el final de los años noventa, en una Granada preñada de vida y referencia cultural del momento, sus localizaciones de callejuelas y garitos resultan (y son) reales, mucho más que una ruta turística por una ciudad que supone por su belleza una gran tentación para suceder las escenas de postal, y que cualquiera que haya vivido allí podrá reconocer, con nostalgia si te encuentras fuera. A esta veracidad también contribuyen unas actuaciones inspiradísimas del reparto tan poco conocido por el gran público como cuidadosamente seleccionado.
Con perfecto acento de la zona, toda la película cuida al milímetro este detalle, uno de los personajes define el carácter “granaino” como en ebullición por dentro, a punto de acabar a besos o a puñetazos por dentro, pero con un envoltorio de impasividad que puede llevar al desespero al no autóctono. Un golpe directo al mentón, ariscos de trato, gentes que se dicen mucho más de lo que se cuentan, cuyos matices residen en aquellas cosas que hacen juntos o los silencios que comparten. Así, justamente, es la manera con la que esta atrevida propuesta cinematográfica se comporta también y se dirige al respetable. No se trata de un producto que busque la complicidad inmediata o el entretenimiento por vías convencionales, pero en cambio, resulta original (y las películas pseudodocumentales de grupos de música abundan) por su percepción y concepción, a la vez que da destellos de cine bien armado y planificado con mimo y dedicación.
En este viaje limitado con Los Planetas, el lirismo va más allá de sus canciones, aunque éstas, junto con la propia idiosincrasia granadina, forman parte del alma de la historia. Como la obra de Lorca a la que se hace referencia también en la película, altamente recomendable, pero no para ser visionada todos los días.
Seguramente el tiempo y la perspectiva, al igual que al grupo que la protagoniza, la pondrán en su sitio…
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