Opinión

Fuerzas Armadas y sociedad

Ciomo de todos es sabido, las Fuerzas Armadas de España además de constituirse en el activo fundamental de la defensa, ayudan a salvaguardar la legalidad internacional, la paz, la estabilidad global y el progreso y preservan los deberes y derechos contenidos en la Constitución.

Así lo establece el Art.º 8 de este mismo texto, que en su apartado uno establece: “Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”.

Tal vez, sea esta la obra más sublime a la que puede consagrar su vida un español.

Pero, evidentemente la seguridad y el bienestar de todos no afloran por añadidura, sino que surgen como resultado de la entrega, profesionalidad y buen hacer de los miembros de las Fuerzas Armadas y de su estrecha colaboración con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Hoy, para desempeñar estas encomiendas que no son pocos, la Institución Castrense ha de organizarse, adiestrarse y manejarse proporcionalmente ante los diversos tipos de conflictos, mediante la aplicación adecuada de los principios del arte de la guerra, amén, de la experiencia bélica acumulada, la apreciación de los elementos y medios de acción y de las observaciones coyunturales habidas en la Nación.

De esto se desprende, la razón de ser de unos preceptos cuya compilación regulada y sistemáticamente rigurosa, concretan una reglamentación destacada para la puesta a punto de las actividades en Armas, Cuerpos y Servicios de la milicia.

Una de estas disciplinas la configura la publicación conjunta PDC-01 (A) Doctrina para el empleo de las Fuerzas Armadas (2018), que se asienta en el alcance de los valores morales e intelectuales, denotando desde su introducción, el tratamiento consecuente de los elementos de acción como el armamento y material o el terreno y ambiente.

Del mismo modo, este documento plantea que el hombre es de importancia cardinal, porque, de nada valdría disponer de las armas más desarrolladas, si quiénes la tuviesen que utilizar omitiesen valores como la generosidad, el honor, la constancia, la disciplina o la solidaridad.

En etapas de fluctuaciones como las que actualmente vivimos, la figura virtuosa del Soldado de los Ejércitos de España ha de apoyarse en un código de conducta que lo refuerce en los valores superiores, nutriéndolo potencialmente de manera firme e inquebrantable en sus preceptos.

Esta certeza la envuelve a la perfección las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, que, conservando su esencia innata ocupa la más alta prioridad, porque reflejan de forma expresa un código de conducta moral. Tanto es así, que en su Art.º 15 se recoge que el militar “dará primacía a los principios éticos que responden a una exigencia de la que hará norma de vida. De esta forma contribuye a la fortaleza de las Fuerzas Armadas, garantía de paz y seguridad”.

También, en su Título Preliminar, Art.º 1 dice literalmente: “Constituyen el código de conducta de los militares, definen los principios éticos y las reglas de comportamiento de acuerdo con la Constitución y el resto del ordenamiento jurídico. Deben servir de guía a todos los militares para fomentar y exigir el exacto cumplimiento del deber, inspirado en el amor a España y en el honor, disciplina y valor”.

Asimismo, las Reales Ordenanzas están circunscritas por los principios de la Carta de las Naciones Unidas de 1945, aparte, de la Declaración de los Derechos Humanos de 1948 y la Constitución Española de 1978.

Puestas sobre esta breve panorámica algunas de las señas de identidad que definen a los Ejércitos de España, en el marco de la celebración del Día de las Fuerzas Armadas, (DIFAS), acrónimo con el que se conoce esta solemne conmemoración y al hilo de lo que en esta ocasión recapitula el XXX Aniversario de la primera misión en el exterior, con la participación en el encargo de Verificación de las Naciones Unidas (UNAVEM), allá por el año 1989 en Luanda (Angola), este pasaje pretende hacer más visible el desprendimiento de nuestros Soldados en favor de la paz y la libertad, al sentirse retratados como una parte irreemplazable de la Nación.

Allanado el período difuso en que se contemplaba a las Fuerzas Armadas y a la sociedad civil en su conjunto, como dos entidades prácticamente disociadas, se ha pasado a la tesis de unos ejércitos que forman parte de la comunidad totalmente integrados y que ponen a su disposición los mecanismos congruentes para que los respalde. Por lo tanto, quiénes se encuentran bajo un mismo uniforme y una misma Bandera con los ojos puestos en la libertad, tienen la capacidad para desplegar desenvueltamente los derechos de los ciudadanos.

Como es lógico, se requiere de una inexorable formación moral, porque, alcanzado el momento que nunca hubiese deseado, el componente de las Fuerzas Armadas tendrá el deber de hacer un uso legítimo de la fuerza, sin que con ello se usurpe la prerrogativa de la violencia. Con esta tesitura, hago mías las palabras de Ortega y Gasset, J. sobre el oficio de las armas: “La fuerza de las armas no es una fuerza bruta, sino una fuerza espiritual que se concreta en el espíritu militar y que se manifiesta en dos vertientes: la militar, en su disposición permanente para el combate y la social, en su disposición para el apoyo al ciudadano”.

De ahí, que la sociedad del presente deba discernir, distinguir y favorecer la especificidad de las Fuerzas Armadas, como las únicas encargadas de anticiparse a las fuerzas hostiles, advirtiendo que el fin de sus acciones pasan por ser de interés común.

Muy al contrario, si las Fuerzas Armadas están distanciadas, o acaso, demasiado relegadas de la colectividad a la que pertenece y asiste con desvelo, si esta no la reconoce e identifica justamente en las asignaciones y encargos confiados, indudablemente, estos hombres y mujeres difícilmente percibirán el calor genuino que volatiliza la aclamación del Pueblo.

Por ende, en esta analogía de lazos de unión con la sociedad, es primordial la apertura de las Fuerzas Armadas a sus conciudadanos, como, igualmente, éstos deben hacerlo con sus ejércitos.

Los militares no pueden dejar ni un solo instante de adecuarse a los cambios imperceptibles, incluyendo los valores y principios que se expanden. La irrupción de nuevos valores y categorías morales como la democracia, la libertad, la justicia o el imperio de la ley y de aquellos otros que impregnan la Carta Magna, han propiciado dos dimensiones como la moral y social que el militar a interiorizado y aceptado.

Es más que manifiesto, que un país que es destello de la unidad de los demócratas y que, apuesta por la protección de los derechos y libertades, las Fuerzas Armadas no pueden dejar de ser protagonistas del engranaje territorial. Por tal motivo, los Ejércitos cubren un amplio espectro que abarca desde la seguridad nacional, hasta su más alta representación en los diversos escenarios internacionales, como fuerzas de paz y vigilancia sobre movimientos de refugiados, e incluso, mediando en áreas de catástrofes naturales.

Este extensísimo campo de intervención tanto dentro como fuera del Estado español, precisa de un amplio proceso de instrucción y formación, que valga la redundancia, demanda de capacitaciones excelentes en las distintas técnicas y avances científicos.

Llegado a este punto, tanto las Fuerzas Armadas como la sociedad, no deberían considerarse conceptos disonantes, sino íntegramente identificados.

Ya que no son conjuntos herméticos e impenetrables, sino realidades próximas que, con su ordenación, fundamentalmente la entidad militar, opera activamente frente a las adversidades y cambios presentes, haciéndose indispensables en períodos de paz y análogamente vertebrando funciones en un marco político y jurídico.

Consecuentemente, la regla moral del militar en el estilo de relaciones morales con la sociedad, no puede ser metafóricamente una isla en medio del océano, ya que a lo largo y ancho de los últimos lustros, ha ido incorporando otros valores de especial calado como la tenacidad, en el ejercicio profesional; la exquisitez, en el manejo de recursos y medios puestos a su disposición; los nuevos patrones familiares, en lo que afecta a la conciliación laboral y el protagonismo indiscutible de la mujer por la plena igualdad con el hombre; así como, la concienciación de una enseñanza continuada en lo que atañe a los aspectos científico y humanístico.

Más aún, en tiempos que parecen simular que nada o casi nada, puede aturdir gravemente a la paz imperfecta, se tiene la opinión, que no existe una previsión objetiva que la pueda hacer perturbar de forma drástica, si no se aseguran apropiadamente las estructuras que protegen las Fuerzas Armadas.

Por consiguiente, en esta encrucijada indeterminada, el entorno internacional nos muestra que continúan surgiendo contiendas y combates asimétricos con la acentuación de movimientos terroristas, traslados incontrolados de habitantes e inmigración no regulada y delincuencia organizada y semiorganizada.

Un contexto de total incertidumbre con miras a lo insospechado, donde el trípode “paz, seguridad y defensa” reclama un esfuerzo reiterado, en el que los grupos sociales han de conocer los riesgos a los que se exponen. Pero, sobre todo, de quiénes con actitud decidida, le dota con la paz más duradera.

Los componentes de los Ejércitos de España están empañados con la paz, porque, la condición moral del hombre que tiene su esperanza puesta en la libertad, no debería hacernos renunciar lo más mínimo a la adopción de esos medios para garantizarla. Toda vez, que concurre una diferencia entre los que luchan y caen por la libertad y la dignidad, como es el caso concreto de los Soldados españoles y, de aquellos, que compiten y sucumben preconizando totalitarismos y absolutismos que en definitiva restringen seriamente la libertad.

Por eso, los integrantes de las Fuerzas Armadas, han acogido valores que podrían atribuirse de necesarios en su transitar cotidiano, tales como el deber, la Patria y el honor que presiden las estrofas del incomparable Himno de Infantería; de la misma manera, valores instrumentales como la subordinación, el compañerismo y el valor, a los que sensatamente habría que sumarles la honradez, la decisión, la ejemplaridad, el liderazgo y los espíritus de sacrificio y servicio.

Cualesquiera de ellos, reunidos en instrumentos impolutos como decálogos, credos, mandatos, códigos e idearios, incluyendo la herencia atesorada en símbolos inmaculados y cuantiosas tradiciones, funcionan como factores de cohesión interna y elementos de enlace externo, que adquieren un fuerte arraigo y de los que hoy hacen gala la Institución Castrense.

Estos valores satisfacen y colman el alma de nuestros Soldados que, al mismo tiempo de conocer la función del arma que llevan, están prestos a protegerlos hasta las últimas consecuencias, situando en un lugar dominante la libertad, como el valor más explícito.

Dicho esto, el derecho a socorrer, auxiliar y acudir por dondequiera que estén siendo vulnerados algunos de estos derechos, argumenta las misiones tan distantes del espacio nacional que han correspondido a los principios de legitimidad, al estar recogidas en las Resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, con el refrendo que le confiere el Parlamento español.

Luego, con la Trigésima recapitulación de la primera misión en el exterior que han situado a los Ejércitos de España entre los principales aliados por su eficiencia a la hora de participar, es de suponer, que el aliento impertérrito de estos contingentes destacados en el exterior, continúa potenciándose y su vez revitalizándose.

Una participación que cuenta con numerosos efectivos desplegados, que, computada desde entonces, anima a alcanzar la grandeza en la preparación con la resultante adaptabilidad y superación. Pudiéndose afirmar sin complejos, que España posee unas Fuerzas Armadas que han sabido desenvolverse con soltura ante los nuevos desafíos, capaces de operar con positivismo ante circunstancias inescrutables.

La profunda preparación extremada, impetuosa e impulsiva previa al despliegue conducente al terreno de interposición, habilita a nuestros militares a marchar con honorabilidad en condiciones inverosímiles.

Y es que, estos ejércitos trabajan a destajo al servicio de la sociedad española por la paz, la seguridad internacional y la justicia social. No siendo arrogantes ni un solo segundo, a la hora de asumir riesgos que derivan de lo incógnito.


Es por ello, que en la jornada central del DIFAS, como no podía ser menos, brilla la Ciudad Autónoma de Ceuta, que, representada por las Unidades de la Comandancia General de esta Plaza, aspiran a inmortalizarse en la honrosa carrera de las Armas, obedeciendo sin límites y de manera impecable, a las numerosas misiones encomendadas. Dándose por hecha, la filiación leal de los Ejércitos con este rincón de tierra española, proyectado en nuestros días a los más sagrados intereses.

Atrás, han quedado numerosas actividades cívico-militares organizadas dignamente por la COMGECEU, como la exposición de material y vehículos en el Parque Urbano Juan Carlos I; o, el solemne izado de la Bandera en el mástil mayor; o, el Desafío de los 300 y, como broche final, el Desfile militar en el emblemático complejo monumental de las Murallas Reales, en la que todos y todas tenemos una cita con la historia.

De lo aquí referido, es posible extraer que el ejemplo es un ingrediente de primer orden en el proceder del mando. Razón por la que se ha dicho, que hay ocasiones en las que resulta especialmente gratificante valorar una evidencia y esta a juicio de quien suscribe, es una de ellas.

Poniendo especial acento en el primer Soldado de esta Guarnición, cristalizado en el Excmo. Sr. Comandante General y Comandante Militar don Javier Sancho Sifre, por el que quiénes habitan este territorio con una Bandera para cuatro culturas y con destellos amurallados, bastiones fortificados y tácticas defensivas que los llevaron a ser ciudadela, atalaya, vigía, reducto, fortaleza y presidio, no pueden ocultar su gran admiración, respeto y aprecio hacia su persona.

Nuestro Comandante General, entregado en cuerpo y alma a su digna profesión e incansablemente preocupado por satisfacer los menesteres globales de esta Comandancia, ha sido el verdadero centro de gravedad de una religión de hombres honrados que avanza con fervor y sabe ganar el carácter, fidelidad, consagración y entusiasmo.

Velando constantemente por sus hombres y mujeres para conquistar la máxima cohesión, firmeza y operatividad, quiénes necesariamente han esperado de Su Excelencia, la audacia y la aptitud profesional intachable que le han precedido.

Porque, el mensaje de una palabra incita, pero el ejemplo conjugado atrae y un comportamiento virtuoso no puede ser separado de un buen Mando militar, tal como mencionan las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas en su Art.º 77: “Siendo el que manda modelo del que obedece, ha de ser ejemplo de virtudes militares”.

Sí, así es, como sus cualidades han vigorizado el perfeccionamiento de la virtud que da título a las mismas, siendo el baluarte en la atemperación de la Fuerza a los nuevos riesgos y amenazas y haciendo más poderoso el Apoyo a la Fuerza.

Pero, para ello, ha debido de optimizar los limitados recursos económicos disponibles, inclinando la balanza en la instrucción primorosa y el adiestramiento selectivo, hasta fundirlas en una e insuflar en las unidades de esta Comandancia, la puesta en valor de aquello en lo que siempre ha abanderado: el refinamiento profesional.

Esta es la estela inconfundible que se hará imborrable de nuestro estimadísimo Comandante General, tras cuatro intensos años al frente de este estamento y muchos otros de ejercer en este viejo oficio de las armas, hoy se despide sabedor, que como un día tuve el honor de heredar de su puño y letra: “la vocación no termina con el pase a una nueva situación administrativa, porque nunca se extingue y seguramente se acreciente en esta nueva etapa de la vida”.

Que nuestros mejores deseos le acompañen para siempre, conocedor, que esta tierra herradora de páginas memorables, ya guarda entre sus memorias el misterio de la Patria, que ha quedado esculpido con su accionar, durante estos cuatros años colmados de pasión por España y todo lo que la irradia de Norte a Sur y de Este a Oeste, con sus dos centinelas en constante desvelo desde el continente africano, en cuyo centro yace esbelto el mástil y majestuosa e imperecedera, la Bandera.

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