Hace casi un mes que el gremio del taxi y del transporte público vive en una especie de túnel al pasado. A ese pasado en el que el término ‘infernal’ iba implícito al de frontera y cualquiera se echaba a temblar tan solo al pensar en llegar en unas circunstancias que no suscitaran la desesperación. Pero toda la deseada calma que trajo el embolsamiento se ha esfumado con los trabajos de la Nacional 352 y la instalación de la pasarela que dejó hace ya un mes uno de los carriles cortados. ¿El resultado? Un auténtico embudo del caos es el que se forma a diario entre la rotonda de subida al hospital y el propio entorno fronterizo.
Amgevicesa lleva un riguroso control de los vehículos para evitar que el caos trascienda y no deja salir del embolsamiento, cuya salud de momento no se ha visto afectada, tandas superiores a los veinte coches. Sin embargo, es la confluencia de estos con el transporte público en una estrechísima calzada regulada por un semáforo- que parece ser un elemento decorativo más que organizador del tráfico- donde a diario, y con horas puntas en las primeras de la mañana y el mediodía, los conductores se desesperan, los cláxones forman auténticas orquestas que se mezclan con la maquinaria que trabaja de forma paralela, y los vehículos se hacinan a la espera de poder llegar a su destino.
Hasta veinte minutos confiesan algunos taxistas que se puede demorar ese trayecto que apenas supera los quinientos metros. “Es desesperante y ya vamos por el mes”. La consecuencia no es otra que en medio de ese embudo los clientes abandonen el vehículo mientras los propios conductores permanecen atrapados. Menos clientes, menos trabajo y, por tanto, pérdidas económicas. Así, entre la resignación y la crispación, resumen los afectados ese “infierno” que se ha convertido en rutina.
Las vistas para que este paréntesis se cierre lo antes posibles se sitúan en los accesos de la recién instalada pasarela. En ellos los operarios trabajan a marchas forzadas desde hace semanas y la fecha estipulada para que concluyan no se extiende más allá del mes. “Antes de la OPE estará abierto el segundo carril”, es la respuesta de Delegación del Gobierno.
Sin embargo, no todos ven ese horizonte tan esclarecedor. “¿De aquí a mitad de junio? Imposible?”, asegura Souffian dentro de su taxi. “La OPE se nos echa encima”, deja caer entre suspiros. Su compañero, Abdelah, aguarda fuera de su vehículo que se sitúa delante de Souffian. Espera que algún cliente se aproxime, pero ahora los peatones prefieren ahorrarse ese mal ‘trago’ de colapsos. Esboza una sonrisa de desesperanza. “Es lo de siempre”, la frase más repetida entre los asiduos al entorno fronterizo. “El principal problema es eso”, dice señalando al semáforo situado en medio de la calzada. “Nadie lo respeta y cuando se hace provoca que las colas superen la rotonda del hospital”. Poco después de Semana Santa se procedió a cortar ese segundo carril y, en su opinión, la situación poco ha cambiado. “¿Tres semanas? Eso solo con un milagro?”.
Que los trabajos concluyan en el fecha estipulada no es solo una pretensión, sino una necesidad para evitar un inicio de la OPE catastrófica. Si bien la salida de la ciudad permanece regulada y en absoluta calma desde el funcionamiento del embolsamiento, este se podría ver colapsado. La incapacidad de absorber, a través de un solo carril, el enorme flujo de vehículos que desembarcan en Ceuta con destino a Marruecos, lleva implícito un nuevo capítulo negro para la OPE.
Ni un incremento de las fuerzas de seguridad, ni una mayor cooperación entre Administraciones, ni siquiera la disposición de un espacio adicional para dar cabida a los vehículos libraría a la ciudad del caos y el bloqueo. Solo hay una solución para prevenir estos malos augurios y sitúa todas las miradas en que esa obra concluya antes de que llegue la segunda quincena de junio.
Hace nueve meses que comenzó la guerra contra el bulto chino. Tensión, crispación y escenas de avalanchas ante la negativa de acatar una norma que se ha cumplido a rajatabla gracias a la labor diaria y continúa a pie de frontera de los cuerpos de seguridad.
Pero la historia interminable del producto tóxico volvió ayer por la tarde a abrir otro capítulo en el que ellas se niegan a acatar y la Guardia Civil a ceder. El ‘chino’ no pasa por más acumulaciones de porteadoras que se generen y más artimañas que se ideen.
Se fajan, además ya sin ocultarse, los intentan camuflar y, si no, siempre queda el pasar a presión. Pero pocas de esas triquiñuelas llegan a cauce. Lo intentan, lo intentan a toda costa a pesar de que tienen conocimiento de cuáles son las consecuencias: mercancía requisada y hacinamientos a pie de frontera que hierven en cólera para poder colar ese producto tóxico a toda costa.
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