La fotografía de una joven política islamista marroquí con los cabellos al viento en la zona del Moulin Rouge en París ha puesto en apuros a su formación, el Partido Justicia y Desarrollo (PJD), ya enfrentado a un severo desgaste en los últimos años.
La particularidad de la foto reside en que Amina Maelainín, una de las diputadas más combativas del partido, aparece en París (supuestamente durante las fiestas de fin de año) sin "hiyab" en la cabeza y con una camiseta sin mangas, muy lejos de la estricta indumentaria que ella, como todas las mujeres del partido, llevan siempre en público, con la que se cubren de pies a cabeza.
"El velo no es un uniforme de trabajo como dicen algunos demonios. Nuestras hermanas lo llevan por creencia y convicción", dijo ayer Abdelilah Benkirán, expresidente del gobierno y exsecretario general del partido, de quien Maelainín se considera próxima políticamente frente a los "blandos" del PJD.
Ciertamente, el porte del velo no aparece en los estatutos del partido ni es una obligación programática, pero también lo es que en cualquier reunión del PJD es imposible ver a una mujer sin él, siendo el pañuelo parte de sus señas de identidad como sucede, por otra parte, con cualquier partido islamista en el mundo.
En cuanto la fotografía se hizo pública, comenzaron los ataques contra Maelainín en medios de prensa y sitios web generalmente hostiles al PJD, con el argumento de que no parecía muy coherente propugnar un velo de quita y pon, cuando el porte del hiyab suele ser una decisión de por vida.
A la polémica ha contribuido la propia diputada, que en un primer momento arguyó en su cuenta de Facebook que la foto era "prefabricada", para después admitir implícitamente su veracidad y pedir que se la juzgue por su fidelidad a los principios del partido y no por su ropa.
El problema del PJD es que ha tenido siempre como bandera y como capital político la integridad y la coherencia con sus principios, en contraste con unos partidos laicos que dicen una cosa y hacen lo contrario, y ahora un asunto tan banal como un pañuelo está haciendo mella en su imagen.
Además, Amina Maelainín no es cualquier política: apodada por algunos "la pasionaria del PJD", la joven diputada se caracteriza por no tener pelos en la lengua y por mantener un discurso de firmeza frente a las presiones del poder por "domesticarlo".
El partido vive además horas bajas desde que en 2017 Benkirán, pese a ganar con claridad las elecciones del año anterior al frente de su partido, fuera apartado por el rey Mohamed VI por su incapacidad para formar un gabinete de coalición, y en su lugar el rey nombró a Saadedín Otmani, un político más "dócil" que tardó apenas unos días en formar su gobierno pentapartito.
El partido no solo aceptó ese compromiso, sino que en su siguiente congreso apartó a Benkirán también de la cabeza de la organización, lo que fue visto por los observadores como una nueva muestra de sumisión al poder.
Desde esa fecha, Benkirán y sus aliados, entre ellos la joven Maelainín, viven horas bajas frente al que llaman "clan de los ministros", y la imagen del PJD ha pasado a ser uno más de un tablero político formado por partidos capaces de todo tipo de compromisos con tal de salvar su presencia en el gobierno.
En los años que el PJD lleva al frente del gobierno (desde 2012 hasta la actualidad) ha sido objeto constante de ataques políticos por cuestiones de moralidad, más que de corrupción o de mala gestión en los numerosos municipios que encabeza, entre ellos los más poblados del país.
Cuestiones como la poligamia, el adulterio o el porte del velo no parecen relevantes entre el resto de la clase política, pero se han vuelto como un boomerang contra los campeones de la moralidad y minado de algún modo su reputación de personas intachables.
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