Muchas veces entendemos mejor una idea si acudimos a un simbolismo. Así, imagino a la salud mental como si fuera una flor, una flor por cuya belleza suspiraron todos los pueblos de la tierra.
Era frecuente que la flor creciera por los valles de forma natural, al remanso de los vientos y de las aguas que bullían por doquier.
Sin embargo, tuvo lugar la plaga de la escasez, de una virulencia inesperada, y la flor de la salud mental empezó a marchitarse, y la contemplación de su belleza empezó a caer en el olvido.
Esto ocurrió, y el desánimo cundió hasta que las gentes de Ceuta, que habitaban las tierras de las siete colinas, dieron en estudiar su raigambre. Es decir, las condiciones que facilitaban su crecimiento y esplendor, pero también aquellas circunstancias que debilitaban y arrugaban su forma inicial.
Muchas veces, la naturaleza alcanza su perfección cuando interviene la mano de los seres humanos y su impulso sirve para completar el ciclo de las estaciones.
De esta manera, surgió la teoría según la cual la flor de la salud mental necesita del cuidado continuo y si queremos que nos irradie con sus esencias. Para que la simiente de la salud mental arraigue no solo es necesario el suelo fértil que es el bienestar, sino también la observación, la vigilancia, el caudal de atención, cuando no la perseverancia en el estudio.
Esta forma de pensar se basa en una premisa: para que una flor se marchite solo es necesario el abandono, el descuido, el olvido, la negación, el silencio más profundo, que hasta los pájaros del valle callan.
A cambio, para que la flor de la salud mental eche raíces y de su tallo robusto asome la belleza de sus pétalos es necesaria una acción positiva y consciente. El despertar de la conciencia será como el abrir de las flores en primavera, y entonces seremos dueños responsables y jardineros de nuestra razón.
Por tanto, el entendimiento de la salud mental como si fuera un bien escaso nos llevará a la conciencia de cuidado y conservación, y al estudio de todos aquellos factores que alimentan su crecimiento y vigor. Es lo que conocemos como condición positiva.
Como regla general, y como si de un espejo se tratara, cada condición positiva tiene el reflejo de su condición negativa, con la entra en disputa dialéctica. Por ejemplo: orden-caos, seguridad-incertidumbre, vacío-plenitud, olvido-palabra, etc.
Cuando una persona experimenta una pérdida significativa de salud mental, cuando la flor que lleva este nombre se marchita, es porque la condición negativa ha pesado más que su fuerza antagónica. Es la hora de la ciencia médica y de la técnica farmacológica.
Particularmente, creo que es más propio de la inteligencia humana (por cuanto sostenible) teorizar y actuar sobre la condición positiva; alumbrar una sociedad y una clase de individuos respetuosos con todas las formas de belleza, mientras el lenguaje sirve para vincular a las personas.
Para finalizar, diremos que los mitos son una forma ancestral de enseñanza. Hablan de lugares y pueblos que quizá no tengan demostrada su existencia, pero que nos sirven de referencia para orientar nuestros pasos.
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