Es difícil asegurar si hay lugares donde no rige el tiempo, pero esa es la magia de la escritura. La sinuosa escalera conducía a una pequeña estancia, alimentada por la luz zigzagueante de las velas. Allí, entre tubos de vidrio, minerales de cuarzo, y cuadernos en distintos idiomas, el mago Munfás se afanaba en dar con la fórmula de la salud mental.
No olvidemos que Munfás ya había sido reconocido por sus colegas al haber descubierto la noción de sustancia, y al haber desmenuzado la nomenclatura del número infinito.
Munfás siempre decía que quien tiene un reto, tiene una oportunidad, y que acaso ésta era el primer grado en la escala de la esperanza.
De cuando en cuando, Munfás se asomaba al balcón almenado para comprobar si la fase lunar ocurría con normalidad, pues según su pensamiento el humor de este cuerpo influía notablemente en el humor de las personas, y el humor era el principal condicionante de esta clase de salud.
La razón por la que Munfás se interesó por la salud mental hay que buscarla en la interpretación que hizo de los libros de profecías. En éstos se decía que, para el año del 2030, la función mental de gran parte de las sociedades podría verse alterada por el desapego a la condición esencial, o humanidad.
(También se describían todo tipo de hechizos y celebraciones, pero Munfás descreía todo lo que no estuviera sujeto al método de la ciencia).
El caso es que pasaron los soles, las lunas, y los días de guardar, y el cuaderno del viejo mago se fue llenando de notas con que hacer frente a los presagios.
Al fin, llegó el momento de poner en práctica las palabras de la sanación, y para ello convocó a su mensajero, el búho Fisce; conocedor de la sabiduría del tiempo y capaz de adoptar forma humana si el beneficio de la misión lo requería.
Ya solo quedaba consultar a las estrellas y mostrarle a Fisce el lugar de destino.
“Allí donde se rompieron las tierras, esconderás el libro que cura las tristezas, para que aquel que lo encuentre se llene de conocimiento, y guíe a su pueblo hacia las puertas del bienestar”.
Cuando abrimos un libro, abrimos nuestros ojos, y es en el estudio y en la constancia cuando se despierta nuestra conciencia. La suma de la conciencia individual nos llevará a la conciencia colectiva; un estado en que la comprensión puede vencer a la postración.