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La academia de danza Lesmes puso ayer el broche final al curso con la lorquiana ‘Bodas de Sangre’, que fue interpretada por su grupo de baile profesional y de adultos
En la danza, especialmente en el flamenco, cada paso, cada movimiento tiene una carga emotiva que sale del alma de su intérprete y atrapa los sentidos del espectador. Alegría y tristeza, amor y desamor, orgullo y humildad, dureza y sensibilidad se encontraron y desencontraron en la particular versión que María José Lesmes llevó al Revellín con la conocida obra de Federico García Lorca, ‘Bodas de Sangre’. Una historia basada tanto en la obra teatral del escritor granadino como en la película ‘La Novia’. Ayer fue la última de las tres actuaciones llevadas por la academia al Auditorio que contó para su representación con las bailarinas profesionales y el grupo de adultos. Todos ellos fueron los artífices de una puesta en escena que conjugó el flamenco con teatro y música en vivo.
Esta innovación de la obra fue recibida con un gran entusiasmo por un público desbordó el Revellín. Esta versión alcanzó una excelencia en varios aspectos. La sincronización del cuerpo de baile, que rozó la perfección, todo ello con un vestuario totalmente acorde a la obra de Loca, así como las músicas que la misma Lesmes eligió y que sirvieron de acompañamiento fiel a la acción y, por otra parte la iluminación contribuyó a dotar de un toque fundamental a la puesta en escena. Además, un punto clave en la diferenciación de la obra fue la aportación que hizo la artista Bibi Rodan, que se encargó del diseño de la escenografía con su delicado y preciso trabajo con la arena en el audivisual en 3D que acompañó en todo momento a las actuaciones, jugando un papel imprescindible en el espectáculo. El diseño de las siluetas que se formaban en la arena constituyó un particular aporte para el traslado del espectador hasta el epicentro de la historia, todo ello fue la conjunción del arte más arte.
‘Bodas de sangre’ fue un espectáculo de notable esfuerzo físico en el que la precisión, el drama y la danza se unieron para trasladar al espectador hacia otra dimensión. A lo largo de la misma se dieron cita alegrías, valses, farrucas y bulerías con fandangos, seguidillas y soleás.
Y es que ese rescate de la danza española ha sido el gran propósito de la directora de la escuela. “Es necesario rescatar lo nuestro, este año ha sido muy duro pero hemos dado un empuje muy importante para que esa danza no se pierda”, explicaba Lesmes. Y esa pasión por la danza “española y genuina” y por Lorca, por quien confiesa profesar adoración, se reflejó ayer en el cuerpo de danza. No hubo relato, ni tampoco diálogos, los bailarines se expresaron a través de su cuerpo, no fue necesaria la palabra para devolverle el protagonismo a una de las obras clásicas de la literatura. La de ayer fue pura poesía al servicio de la danza la que marcó cada uno de los números que estuvieron perfilados por la técnica, la precisión y una desgarradora fuerza sin la que hubiera sido imposible la concepción de la función. Lesmes se desmarcó para ofrecer un espectáculo diferente en el que lo tradicional del flamenco se conjugó con innovadoras técnicas.