Opinión

El final de la temporada de baños

El primer levante medio fuerte de septiembre marcó el fin de la temporada de baños de este año, dicho sea, con carácter general, pues siempre hay quien se resiste hasta final de mes para seguir solazándose... y así, arrancando la levantera los anclajes de los canales balizados, la playa ha venido a decir: ¡hasta aquí llegó el verano!

Pero es el caso que en estos días o en cualquier otra estación siempre podremos disfrutar de buenas mañanas para darnos un ligero baño y, como no, recorrer la playa a pies descalzos, lo que es placentero para los sentidos y útil para los pensamientos evocadores. Y como no, pasear los perros y disfrutar de sus carreras en libertad en ese gran espacio natural que son nuestras playas, al tiempo que compartirlas con otros canes, lo que resulta bueno para la salud perruna y la socialización de estos. Ya sólo falta que los dueños cumplan con su obligación de recoger sus cacas para que todos podamos disfrutarlas en las mejores condiciones; y aquellos que van a pescar recordarles que no dejen los anzuelos con “carná” de forma distraída en la arena, pues ya hemos visto este año en La Ribera dos episodios de perros con anzuelos clavados en sus intestinos.


Hablando de playas, me ratifico en la pregunta retórica que siempre me hago cuando veo algo que choca frontalmente con la lógica o el sentido común: ¿quién decide lo que se pone en esta ciudad y con qué criterio? Contrariamente a la opinión de otros, y en el asunto de las letras que como rotulación sólida de gran tamaño se están colocando en algunas playas, opino que resulta algo superfluo y fuera de lugar. Creo recordar que se puso de moda en la Costa del Sol en tiempos del GIL, por lo menos en nuestro entorno, y aún hay quien valora esto como un hito decorativo, cuando resulta un gasto innecesario, que no aporta valor alguno, ni falta que hacen. Pero bueno, de estas cosas hay un ciento en la ciudad y por el contrario no se hacen otras más útiles y necesarias.

El caso de La Ribera es paradigmático y ejemplo de excesos, una playa de 400 metros que tiene de todo. No hay consejero del ramo -o ideólogo asesor- que se haya resistido a realizar en ella alguna actuación singular ¿Será porque quieren que parezca la “playa oficial” de la ciudad? ¿Será porque está en el entorno de los influencer políticos de Jaúdenes? El caso es que resulta un muestrario urbano y ya sabe Vd. que los excesos nunca son buenos, pues se puede morir de éxito. No les bastaba con un chiringuito, pues ala, dos y uno de ellos en forma de cubo de Rubik (sin la gracia de sus colores, algún día habrá que escribir sobre los chiringuitos de nuestras playas y el porqué no se ideó un modelo a seguir); dos zonas de palmeras, otra de máquinas de la tercera edad (no por nosotros por las máquinas), dos puestos de vigilancia socorrista y una zona de socorro con aseos (grande como chalet) y tres zonas de duchas; dos plataformas en sombra, un canal balizado para acceso de piraguas y dos para personas con dificultades de movilidad; una escuela de vela, otra de buceo, varios club de remo, dos zonas para juegos de pelota y otra para gimnasia por libre... y para guinda cinco entradas a la playa (una de ascensor), tres de ellas en menos 60 de metros (dos escaleras y un túnel). No está mal, ¿eh? Lo dicho, la playa oficial de la ciudad. Playa de nuevos ricos, que para eso tenemos fondos propios y europeos. Lo dicho, no le falta ni el perejil, lástima que le sobre polvo, a lo mejor con la prometida remodelación se lo quitan.


A lo que vamos, creo que alguien ha pensado que visto lo que tiene debe ser playa más que renombrada, y así lo está por tres veces: no les basta con la primera rotulación, y que en su día autorizara el “urbanista consejero” o ideólogo asesor, de «PLAYA DE LA RIBERA» sobre un anodino muro gris (ahora encalado) levantado donde se tiraron innecesariamente dos tramos de balaustrada del paseo para poner el nombrecito y que el asunto le quedara parejo. Tampoco le basta al actual “urbanista consejero” o ideólogo asesor con esas recientes letras plata que habrá autorizado colocar sobre el blanco paramento de la escalera central, rotulando «LA RIBERA» en vertical; por cierto, fuera de tamaño y colocación inadecuada, además de sin sentido para quien no es de aquí y no sabe a qué se está refiriendo. Y, ahora, culminan las referencias -por si no estaba claro y eran insuficientes- sustituyendo la rotulación sólida blanca que había por otra multicolor y más grande que dice: «RIBERA»; ya puestos, como supongo que habrán encargado el artículo olvidado, podían aprovechar para pedir las letras que faltan con dos colores adecuados al entorno y ausentes aquí: el amarillo (en referencia al sol) y el verde (en referencia a la naturaleza); es más, si hubieran sido sensibles al significado cromático de las cosas, era una oportunidad para colorear la playa con la bandera de la diversidad a través de las letras, sin necesidad de mástil alguno y en referencia permanente a la tolerancia y respeto de la identidad de género hoy tan demandada.

En fin, una vez más me pregunto: ¿quién decide qué y donde lo pongo? Pues eso, el “urbanista consejero” o ideólogo asesor de turno...

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