Parece que la filosofía académica ha dejado velada la filosofía práctica, aquella que se integra y entrelaza con nuestras vivencias ofreciéndonos la posibilidad de conocernos, de ocuparnos de nosotros mismos de forma radical.
Parece que la filosofía académica ha encarcelado la propia filosofía en teorías e interpretaciones que de ningún modo se relacionan con nuestra vida. Si vamos hacia atrás en la historia, nos damos cuenta cómo la filosofía antigua no se encerraba en un marco teórico, sino que, al contrario, su práctica se expandía hasta los propios confines de la vida personal y social de cada filósofo permitiéndole pensar su propio vivir, reflexionar de forma sentida sobre su existencia en el día a día para vivir de una forma plenamente humana, es decir, filosófica.
Podemos recordar a los estoicos, los epicúreos, pero también a Sócrates, Boecio, Nietzsche… y tantos otros cuyo vivir es profundamente filosófico.
El saber filosófico nos acompaña en nuestro vivir verdadero, nos acompaña y nos ilumina para que tomemos conciencia de nuestro andar por la vida, para que podamos tomar cierta distancia de nosotros mismos. Tomar perspectiva respecto de la dimensión más apegada para poder mirar con claridad y, así, distinguir todos los detalles, los más obvios, pero también los más ocultos, distinguir lo verdadero de lo falso.
La filosofía es práctica y practicada o no es verdadera filosofía.
De un tiempo a esta parte han surgido diferentes formas de practicar la filosofía, una de ellas, la que hoy quiero destacar, es los diálogos filosóficos.
Estos diálogos recuperan la tradición de la antigüedad, la filosofía se desarrolla en el diálogo. El conocimiento se despliega en este juego de preguntas (radicales) y respuestas, de profundos silencios y escuchas atentas. Así vamos adentrándonos en la comprensión de nosotros mismos y del otro. Así surge algo nuevo.
«El diálogo hace posible la presencia de una corriente de significado en el seno del grupo, a partir de la cual puede emerger una nueva comprensión, algo creativo que no se hallaba, en modo alguno, en el momento de partida». David Bohm
Se trata de encuentros guiados por un filósofo en los que los participantes se adentran conjuntamente en un tema previamente planteado. A partir de una pregunta radical, es decir, de una pregunta filosófica se va ahondado en la cuestión que toca nuestra raíz existencial.
No es un diálogo cualquiera, no es intercambio de opiniones, no es una demostración de saberes intelectuales, no es un análisis lógico. Es un abrirse, un dejarse a uno mismo de lado, es decir, un suspender las propias creencias, para contemplarlas y permitir que emerja algo distinto. En el espacio de los diálogos podemos desactivar nuestro modo habitual de proceder y de interpretar las situaciones y descubrir un nuevo modo de mirarnos a nosotros mismos y la realidad que nos envuelve, un modo más creativo que el habitual. No se trata de llegar a ninguna conclusión, la verdad emergerá por sí sola, dejándonos a cada uno una experiencia interna que nos nutre y nos devuelve un contento.
Este espacio seguro nos permite nutrirnos interiormente a la vez que salimos con un “contento de sí”, en el sentido de Spinoza, que al igual que una buena semilla crecerá en nosotros día a día iluminando nuestro hacer diario.
Es un abrirse, un dejarse a uno mismo de lado, es decir, un suspender las propias creencias, para contemplarlas y permitir que emerja algo distinto
«El contento de sí mismo es una alegría que brota de que el hombre se considera a sí mismo y considera su potencia de obrar» Spinoza.
Hay muchas formas de organizar los diálogos. En mi caso empiezo siempre con una breve meditación guiada que nos permite deshacernos del ruido interior. Una breve meditación que nos permite “quitarnos de en medio”. Hago una introducción del tema escogido y lanzo alguna pregunta que toma al vuelo el que quiera y así poco a poco vamos tejiendo ese hermoso telar de conocimiento hondo y profundo, plenamente humano.
Os animo a participar de esta experiencia.
Silvia Artigues
Profesora de filosofía y maestra en Paidos
Filósofa asesora en la Escuela de Filosofía Sapiencial de Mónica Cavallé.
Impulsora de los Diálogos filosóficos en Códigos del Arte.
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