Opinión

Fiesta de las luces en casa de Lázaro

Hablé con Myriam, y me comentó que Teilah y Morde habían llevado a sus hijos para que los bendijese un gran Rabino conocedor del Talmud, en el Monte Mirón al norte de Israel, allí viven los coanitas, una casta sacerdotal dedicada al estudio y la oración. Estas oraciones se consideran muy importantes, y dan una gran fuerza espiritual a quienes las reciben. Ellos tienen mucha fe en las oraciones, costumbre que casi es ignorada en los países del Occidente cristiano, por abandonismo espiritual. “Aquí se respetan las formas de expresar la espiritualidad de todos. Vienen los etíopes que traen otras costumbres, incluso en la forma de practicar la circuncisión, y no hay rechazo para nadie”, me decía. “Vino Meir para arreglarme la caja eléctrica, y traía en la mano dos felafel riquísimos y calentitos. Nos lo comimos enseguida”.

Se estaban preparando para las fiestas del Gran Perdón, que tendrán lugar dentro de unos días. Supe luego que era el Yom Kipur, principal fiesta de precepto judía, Día de la Expiación y del perdón, del arrepentimiento sincero del corazón por todo lo que se hizo mal durante el año. Son diez días de ayuno y oración, en los que Dios perdona el arrepentimiento sincero. “Yamim Noraim”, “Días terribles”, les llaman los judíos. Todo el mundo se pide perdón, toda la familia se visita para las disculpas. “Mis hijos vendrán a casa. Yo llamé a La iglesia de San Pedro en Jaffo, hablé con un franciscano español y como no puedo desplazarme hasta allí, pues estoy delicada y me da miedo ir sola, él lo comprendió y me dijo que no me preocupase”. Muchas veces hacemos tanto daño sin motivo alguno a las personas que más nos quieren, porque no hemos sabido ser buenos, y tampoco sabemos pedir perdón, por lo que se van acumulando rencores que se enquistan para toda la vida, y se forman cicatrices incurables. Todos cometemos fallos, y “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Lo importante es saberlo reconocer con humildad. “El seis de octubre de 1973, los ejércitos egipcio y sirio atacaban Israel en plena fiesta del Yom Kipur.

Sólo llevábamos aquí nosotros cinco años”, me dijo Myriam. Yo he pensado que hoy día se producen tantos desencuentros y hay tanto rencor en las sociedades, porque nadie perdona, de ahí que las amenazas, los asesinatos, los bloqueos y las guerras crecen por momentos. El odio se acrecienta. Y lo peor es que estalle el caos, como en el caso de la tensa situación entre palestinos y judíos. A todos nos gustaría ver el final de la violencia, mas por el contrario, cualquier chispa podría dar lugar a un estallido de grandes dimensiones. Sería necesario instaurar la palabra “PERDÓN” por todo el mundo para acabar con la barbarie…

Quien haya visitado alguna vez la casa de Lázaro en Betania, puede muy bien hacerse una idea de la grandiosidad que sucede en esos momentos en que celebran la fiesta de la Purificación en aquella mansión tan preciosa. Jesús y Sus discípulos caminan una corta distancia desde la casa de Zelote donde se hospedan, para participar con ellos en la celebración. Lo más llamativo son las luces, pues no han escatimado en dar un esplendor luminoso en aquella noche tan señalada e importante. Antes de entrar en la sala, por los jardines se expande el silencio y los aromas, pero en el interior el ruido es propio de los que se encuentran felices y conversan juntos. Marta está bellísima, con ropas de gala; ella es la encargada de dirigir a los criados para que la fiesta sea perfecta. (Es Januká, que significa “dedicación”, que celebran los judíos durante ocho días, y conmemora la derrota de los helenos, con Antíoco Epífanes en 165 a. de Cristo. Se cuenta el milagro en el que la lámpara estuvo encendida en el Templo milagrosamente durante ocho días y sin aceite, mientras se producía la recuperación de la independencia de Israel. Cantan canciones especiales y recitan oraciones. Hacen comidas fritas, como latkes y sufganiot, y alimentos lácteos).

Jesús pasea solitario cerca del estanque que derrama sus aguas emitiendo sonidos musicales. Está ensimismado en Sus pensamientos, y se Le ve preocupado. En Sus silencios, oye cantar al ruiseñor, y cuando termina sus gorjeos, El Señor bendice al Padre:” Te bendigo, Padre Santo, por la alegría que Me has dado al observar la perfección de sus sonidos”, (pues entre los judíos se dan las bendiciones para cualquier situación, todo es bendecir constantemente). Llega Zelote para avisarle que le están esperando dentro, ya que va a empezar la ceremonia. Le comenta a Su Maestro que Lázaro ha experimentado un gran cambio, se le observa muy feliz. Antes se quería marchar a otra de sus propiedades, a causa de la vergüenza que sentía, porque su hermana María había regresado a casa. El Rabbí le dice: “Hubiera podido forzar su corazón para que se entregase a Dios. Puedo dar vida a la muerte, porque soy el Señor de la muerte y de la vida. Sin embargo, dejo que entre el aire fresco en el alma que ha estado encerrada viva en las tinieblas, y le doy luz. Luego, en su libertad, el alma decide si seguir en las tinieblas y hundirse más en un pozo de muerte. O bien, si quiere seguir en la Verdadera Luz. Es la alegría más grande que siente Dios: el haber conseguido liberarla del mal. ¿Ves el Universo, Simón? Dios creó todo lo que nos ilumina, aunque unos sean grandes astros y otros sean astros pequeños. Piensa que el Mesías, que es la Infinita Misericordia de Dios, no condenará a los que pecan mucho, y luego quieran ser salvados, porque se han arrepentido de hacer el mal. Aunque pasarán un largo Purgatorio, su destino será el Cielo, pero para brillar con luz propia, tendrán que purificarse primero. Otras almas serán más bellas y resplandecerán más, porque se unieron a las Palabras del Mesías y no pecaron, ni se condenaron, y lo hicieron todo por amor a Dios.

Fueron como Ester, reina de Persia. Os lo relato; antes de presentarse a Asuero se perfumó toda. (Vivía con su tío Mardoqueo, de la tribu de Benjamín, en Susa, capital de Persia. Era muy hermosa. El rey la conoció, se enamoró y se casó con ella. Pero el primer ministro, Amán, hizo creer al rey que los judíos que se habían quedado en Persia, eran sus enemigos. Consiguió un Decreto Real para matarlos a todos juntos… Ester hizo penitencia y oró mucho antes de hablar con el rey para conseguir su intercesión, aunque ella estaba libre del decreto por ser reina. Asuero la escuchó y accedió a su petición y salvó a su tío Mardoqueo y a todo el Pueblo Judío. Ella es para los cristianos figura de María, que también está exenta de mancha de pecado, y que pide misericordia a Dios para que nos perdone nuestros pecados. Ester llama la atención por su bondad y amor a su Pueblo, que lo salva. En el Cielo, cada uno brillará según sus obras. Ahora vamos a casa, que no retrasen la fiesta por nosotros”.

Y Zelote cree que el Maestro le ha dado a conocer lo que pasará con María (Magdalena), por lo que pide al Señor poder hablar de todo ello a Lázaro. “Lo debes decir, Simón”. Entran con todas las luces ya encendidas. Marta da las gracias al Señor por haberse presentado la última noche de fiesta, ella quisiera hablar más, pero el llanto le puede. Jesús da la paz a los presentes. El anfitrión se adelanta, lo bendice, y ambos se abrazan con gozo. También han sido invitados los Pastores para sorpresa de Jesús, así que la felicidad es lo que reina en estos momentos sobre el ambiente. “Mis amigos son Mis discípulos, vosotros de Betania y los Pastores, no tengo otros”, dice el Rabbí. Han dejado las ovejas en el redil de los campos de Lázaro, y ahora se postran para adorar al Señor. Se han lavado y se han vestido con túnicas que les ha proporcionado Marta. “Sólo falta Mi Madre para que Mi felicidad sea completa”. Todo está a punto. Jesús pide a Marta que se siente junto a Él, “pues eres Mi hermana, somos una familia. Lázaro al otro lado y Juan cerca de Mí. Recordemos a los ausentes, a los seres queridos. Llevemos el amor y las bendiciones más allá de los montes y de los mares”.

Ha quedado un sitio vacío próximo a Jesús. Todos comprenden, pero mantienen silencio para no causar dolor alguno. Son los Pastores los que a pesar de su timidez y parquedad de palabras, vuelven a recordar una vez más cuando estaban en Belén y ocurrió el portentoso Milagro, del cual ellos fueron testigos. Pedro se alegra mucho al oírlo de primera mano, pues dice que a ellos no se les había contado con precisión lo de aquella Noche Santa, cuando nació el Mesías: “Ángeles que avisaron y entonaron canciones; estrellas relucientes en el Cielo, y una pobre gruta que acogió el Misterio. “Pues bien, de todo esto, lo necesario es conocer a Dios, no lo olvidéis”, dice Jesús. Sonríe Pedro y se justifica que él es un ignorante. “Yo tengo que conocer las Profecías, y luego anunciar la Noticia por el mundo”.

Todos insisten al Señor para que les explique lo que les falta por saber. Jesús accede: “Había llegado el tiempo de Dios, tiempo de Gracia. Dios preparó a Su Virgen con un Sello imborrable, que Satanás no podría abrir; un Tabernáculo sin mancha alguna. Dos ancianos, Anna y Joaquín, que no habían tenido hijos, Mis abuelos, contra todo pronóstico, concibieron a La que no tendría mancha jamás, porque Dios había formado dentro de Ella, Su Tabernáculo Santo y Puro. El mismo arcángel Gabriel, que antes había bajado del Cielo para hablar con los Profetas, trajo el alma de la eterna Niña, alma recogida del fuego de amor divino, y Dios miró con benevolencia a esta Creatura amada del Señor y de los ángeles, a La que Sus padres amaron con reverencia, pues iba a ser consagrada a Él, cuando cumpliese tres años.

Los padres daban a Dios su Primicia, su Niña. María fue hasta los quince años la Niña del Templo, que aceleró la llegada del Mesías gracias a Sus oraciones y Su amor. Fue Virgen antes del Parto Santo, en el Parto y después del Parto Divino. Virgen sólo de Dios, que con Su casto esposo José, se mantuvo intacta. José de Nazaret, un justo al que el Señor le confió el Lirio de Dios, que amó a la Elegida como aman los ángeles, custodiándola dentro del Arca de Dios, aunque no pueda ser comprendido en la Tierra este amor puro y virginal, que el Padre Celestial protegía para Sus Fines. María recibió la visita del ángel anunciador, Gabriel, y Le pidió que fuese Madre del Redentor. A Zacarías, esposo de Isabel, le había prometido el Precursor, pero él no lo creyó. Sin embargo Ella, sin saber nada, aceptó y preguntó: “Cómo puede suceder esto, si no conozco varón?” Gabriel le respondió: “Tú eres la llena de Gracia, oh María. No tengas miedo, porque has encontrado favor ante el Señor por Tu virginidad. Concebirás y darás a luz un Hijo, al que pondrás por nombre Jesús. Porque Él es el Salvador prometido a Jacob, y a todos los Patriarcas y Profetas de Israel. Será grande e Hijo verdadero del Altísimo, ya que será concebido por obra del Espíritu Santo. El Padre Le dará el Trono de David, como está predicho, y reinará en la Casa de Jacob hasta el final de los siglos, pero Su verdadero Reino no tendrá fin jamás. Ahora el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, esperan Tu obediencia para cumplir Su Promesa. El Precursor del Mesías está ya en el seno de Isabel, Tu prima, y si consientes, el Espíritu Santo descenderá sobre Tí. Y llevará Su verdadero nombre, que es Hijo de Dios”. (Dios espera siempre nuestra obediencia, para que se cumplan en nosotros Sus Planes de Salvación del Mundo, y de María debemos aprender Su actitud de obediencia. “ Ésto fue lo que María respondió”: “He aquí la esclava del Señor, que se haga en Mí según Tu Palabra”. De inmediato descendió el Espíritu Santo sobre Su Esposa, con ello María fue aún más perfecta. Guardó un silencio que se unió a Su humildad, prudencia y caridad, que Ella poseía en abundancia. Se sumergió en un Océano de obediencia, que soy Yo. Fue Madre para Su enorme alegría, pero no perdió Su virginidad, que la ofreció a Dios para siempre”.

Pedro no puede comprender cómo José se conformó ante semejante situación, por lo que Jesús aclara:”Dios selló los labios de María. José advirtió que Ella estaba encinta, cuando volvió de casa de Zacarías, (en Ain Karem). Sufrió muchísimo, pues era un hombre santo, Simón de Jonás, y pensó abandonarla. Pero el ángel bajó del Cielo y le dijo que no tuviese miedo de tomar a María como Esposa. “Lo que en Ella se ha formado es el Hijo de Dios… Cuando haya nacido el Hijo, Le pondrás por nombre Jesús, que es Salvador”. Ahora interviene Bartolomé, pues quería saber si José era un hombre de estudio. Jesús le responde que pertenecía a la Casa de David, y todos ellos conocían la Torá. Le recuerda a Isaías: “He aquí que una Virgen concebirá y dará a luz un Hijo al que pondrá por nombre Enmanuel. Pedro está admirado por el conocimiento que el Rabbí les transmite. Dice inspirado Simón: “Ella es el verdadero Tabernáculo”.

El Maestro tiene siempre a la mano las palabras de la Torá, y si en María la obediencia fue fundamental, les recuerda la obediencia de Moisés cuando tuvo miedo de Dios, pero obedeció Sus mandatos. Dios le ayudó y estuvo con Él en el Monte Sinaí. (Una parada para comentar lo importante que es ascender una vez en la vida aquel monte tan difícil, inhóspito y arriesgado, ya que se debe pasar toda la noche subiendo.

Cuando llegas te das cuenta de que nuestra vida es como una subida semejante, en la que no podemos tirar la toalla y quedarnos a mitad de camino). “Al cumplirse el tercer mes de la salida de Egipto, los israelitas llegaron al desierto del Sinaí… Acamparon allí frente al Monte. Y Moisés subió solo el Monte de Dios. Yahvé lo llamó entonces, y le dijo: “Habla así a la Casa de Jacob, y anuncia esto a los hijos de Israel. Vosotros habéis visto lo que he hecho con los egipcios… y os he traído sobre Mí hasta aquí. Si Me obedecéis y guardáis Mi Alianza, seréis Mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque Mía es toda la Tierra. Seréis para Mí un Reino de sacerdotes y una Nación Santa”. Estas son las palabras que has de decir a los israelitas”. Moisés fue y convocó a todos los ancianos y les expuso todas las palabras que Yahvé le había comunicado.

El Pueblo a una respondió: “haremos todo cuanto ha dicho Yahvé”, y Moisés transmitió a Yahvé las palabras del pueblo. Yahvé dijo a Moisés:”Me acercaré a ti en una densa nube… Ve al Pueblo y que se purifiquen hoy y mañana; que laven sus vestidos y estén preparados…”. Dios declaró al Sinaí Monte Sagrado. (Podemos sacar como conclusión que desde el Cielo se nos pide estar en continua obediencia, purificados y pendientes de lo que se nos pida en cada momento de nuestra vida). Jesús continúa con lo sucedido: “José vivió en la Casa Santa de la Esposa y se preocupó de todo lo que iban a necesitar la Madre y el Niño. Luego tuvieron que ir a Belén, de donde procedían sus padres, para cumplir con el Edicto romano. Y Belén los rechazó, porque el corazón de los hombres estaba cerrado a la Caridad… Ahora hablad vosotros que fuisteis testigos del Nacimiento”, dice Jesús a sus Pastores.

BIBLIOGRAFIA: María Valtorta, “Poema del Hombre Dios; Est.2,1-18;Dan.8-9;Gén.4,1-4; Is.7,14;Ex.19,1-20,21; Dt.5,1-6,13.

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