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Por cierto que, en torno a uno de los últimos, surgió la reclamación de un particular, Trinidad Rius, ante la Comandancia General, en la que manifestaba sentirse perjudicado como propietario que era de los terrenos próximos que le habían sido cedidos con anterioridad. Parece, incluso, que en sus reclamaciones llegó aún más lejos, al extenderlas al propio carácter militar que tenía por entonces la línea, lo que en sus escritos consideró “como algo sin fundamento y de dudosa legalidad”, según un estudio del catedrático Joaquín Ruiz Peláez.
Perfectamente equipada, dispuso de muelles destinados al embarque de vehículos, rampas específicas para el acceso del ganado, y los propios para la carga de mercancías, con el fin de que el ferrocarril pudiera soportar la totalidad del peso de la actividad comercial de la zona, hasta que tres lustros después de su construcción, el desarrollo de los transportes por carretera fue desplazándolo progresivamente.
Cien años después de su inauguración, la nueva estación será la sede del Premio Convivencia y contará con una biblioteca, salas polifuncionales para exposiciones, conferencias o reuniones al servicio de las entidades culturales y vecinales que soliciten su uso. Igualmente, y al pie de la misma, estará la histórica locomotora C-1, la ‘Ceuta’, esperemos que junto al museo que merece nuestro ferrocarril.
Del conjunto de las estaciones sobresale la de Tetuán, algo mayor que la nuestra y con su mismo estilo arquitectónico neomorisco. “Un bendito cacho del añorado Toledo de los mozárabes y los sefardíes en la ciudad del Dersa”, como tan líricamente la definió Abdelmalek Idrissi, el restaurador de esta joya arquitectónica del Protectorado.
Sede de las oficinas y dirección del ferrocarril, cuenta con un cuerpo central con dos plantas y sendas edificaciones laterales coronadas por torreones. Destacan también sus rejas de forja y sus azulejos verdes, y al igual que la nuestra dispuso también de su galería de arcos árabes hacia los andenes. Una vez clausurada la línea, el inmueble pasó por sucesivos usos, tales como almacenes, viviendas, una escuela de formación profesional y hasta una pequeña mezquita. En lo que fueron sus andenes se ubicó una estación de autobuses y una parada de taxis.
Por tales funciones, nunca llegó al calamitoso estado de abandono de la de Ceuta. En 2003 comenzó a ser restaurada merced a un convenio entre el ministerio marroquí de Cultura y la Fundación Tres Culturas de la Junta de Andalucía, mientras, paradójicamente, dicho ente se olvidaba de la existencia de la nuestra.
Una rehabilitación por valor de unos cuatro millones de euros, de los que la Junta aportó un millón y medio Convertida en Museo de Arte Contemporáneo, abrió sus puertas al público en noviembre de 2013.
En sus proximidades permanece, aún en pie y en perfecto estado de conservación, el depósito de forma poligonal y estilo neo árabe, que servía para la aguada de las locomotoras, una bonita pieza arquitectónica prácticamente igual a la que fue derribada de nuestra estación. Marruecos, aquí, nos dio una lección. Qué pena.
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