Categorías: Opinión

Felizmente

Pocas veces un adverbio –felizmente– tiene unas connotaciones tan especiales como las que posee en un editorial del diario El País del día 30 del mes de octubre, titulado “Tránsfugas de religión”. Para describir el panorama de la descristianización de Europa, se toma como ejemplo la conversión al islam de la cuñada del exprimer ministro británico Blair de esta forma: “… como es el caso de la cuñada del ex premier británico Tony Blair, que acaba de transitar ‘felizmente’ de Roma al islam”. Parece que el redactor del editorial se siente, él mismo, feliz, dichoso, por el hecho de que una cristiana apostate para abrazar el islam. ¿Por qué sentirá tanta felicidad el redactor del editorial?
A nadie se le oculta el hecho de que la izquierda española –y la europea– y sus terminales mediáticos están llevando a cabo un ataque en toda regla contra el cristianismo y la Iglesia católica. Se trata de poner el cristianismo y el catolicismo y a sus representantes –Papa, cardenales, obispos, sacerdotes, etcétera– al pie de los caballos, y este tipo de noticias, por lo visto, los hace felices en grado sumo.
Salvo ABC y La Razón, que lo hacen de manera extensa, los demás medios o han ignorado el ‘Sínodo de los Obispos para Oriente Medio’, recientemente clausurado en Roma, con la presencia del Papa, o se han limitado a dar un escueta noticia de ello. ¿Por qué un Sínodo de Obispos de Oriente Medio? No hay que ser demasiado espabilado para responder: pues porque en los países árabo-islámicos de aquella parte del mundo están acabando con los cristianos, ya sean coptos, maronitas, caldeos, o de cualquier otro rito. Y el que quiere salvar el pellejo ha de emigrar lejos de la tierra que le vio nacer a él y a sus antepasados. Lo más doloroso de todo esto es que Oriente Medio fue tierra cristiana antes que musulmana. Ver para creer. La Iglesia de Oriente Medio es realmente una Iglesia sufriente y perseguida en una región que fue cuna del cristianismo. El arzobispo de Mosul de los Sirios, en Iraq, monseñor Basile Georges Casmoussa, fue duro y no se anduvo por las ramas en su alocución en el Sínodo denunciando “La oleada de terrorismo, inspirada en ideologías religiosas, se entiende islámicas, o totalitarias, que niegan el principio mismo de la igualdad en beneficio de un revisionismo fundamental que abruma a las minorías, y por tanto a los cristianos, el eslabón más vulnerable”. Y continuó de manera clara: “El cristiano oriental en un país del Islam está condenado tanto a la desaparición como al exilio”.
Es obvio que los cristianos se han convertido en el objetivo prioritario del llamado terrorismo de matiz islamista y del islamismo político. En los países árabo-islámicos se les impide que edifiquen sus templos y en muchos casos se les prohíbe que reparen los que se caen a pedazos de puro viejos, no pueden practicar en público su religiosidad ni exhibir símbolos religiosos, y, en el peor de los casos, los cazan como a conejos, de ahí la necesidad de haber celebrado con urgencia el Sínodo de los Obispos, para encontrarle remedio a esta maldición bíblica que se cierne sobre los cristianos en países en donde el islam –“tolerante, clemente y justo”, como dicen– es la religión dominante. Ante estos hechos, los musulmanes o no los condenan o lo hacen con la ‘boca pequeña’. Esa figura se llama ‘hipocresía’.
¿Por qué, si embargo, el editorialista de El País utiliza el adverbio ‘felizmente’ para calificar el paso dado por la cuñada de Blair, visto lo que está cayendo? No creo que al editorialista se le oculte que al musulmán que apostate se le tiene reservado, en la mayoría de los países árabo-islámicos, la muerte. Ejemplos de ello son los que se han puesto al margen del islam o han apostatado y han escrito libros contando con pelos y señales su situación con el islam. Recuerden a Ayaa Hirsi Ali, y su libro “Yo acuso”; Irshad Manji que escribió “Mis dilemas con el Islam”; la afgana Sabatina James, y su “Del islam al cristianismo: mi historia”, o el egipcio Magdi Allam, del periódico italiano ‘Corriere della Sera’, que se convirtió al catolicismo y escribió “Vencer el miedo”, en donde relata su vida contra el terrorismo islámico y la inconsciencia de Occidente.
Lo lamentable de todo esto es que, en efecto, Occidente mira para otro lado. Parece que el miedo lo tiene paralizado. Pareciera que Occidente tiene mala conciencia y dejara hacer a los musulmanes en sus países, y, de paso, en los países occidentales. La izquierda española, con su miserable Alianza de Civilizaciones, culpa a Occidente de todo lo que les sucede a los musulmanes y a éstos los considera, a su vez, víctimas de los comportamientos de los países occidentales. En resumen, no sería descabellado pensar que la izquierda  –socialista y comunista, y afines–  está ‘encamada’ con los islámicos.

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