Hace ya 58 años que hice el servicio militar en Ingenieros, en el antiguo Grupo de Transmisiones nº 1 de Ceuta, donde en 1958 ingresé voluntario con 16 años en el ya derruido Cuartel de las Heras.
El mayor reproche que entonces se hacía a la antigua "mili" obligatoria era que a muchos jóvenes que estudiaban una carrera se la partían por la mitad al tener que incorporarse, haciéndoles perder varios cursos que luego les costaba retomar y en bastantes casos era la causa determinante de su abandono. Pero aquella "mili" también ofrecía posibilidades a quienes se las ingeniaban para convertir las situaciones adversas en favorables con sólo buscarle a los problemas la parte positiva. Y mi problema era que, habiendo asistido a la Escuela hasta los 14 años, entonces en los pueblos no se expedía ni el certificado de estudios primarios. Como al llegar a Ceuta me encontré con el antiguo Instituto Hispano-Marroquí, pensé que de ninguna forma podía desaprovechar la oportunidad que empezaba a tener de cursar el Bachiller, que comencé con 18 años. Como me era imposible poder asistir a clases de día con la instrucción y los servicios del cuartel, solicité y obtuve permiso para matricularme en el Bachiller nocturno. Iba a clases de 18 a 23 horas, y como el Instituto estaba en el extremo opuesto al cuartel y tenía que ir y volver andando, regresaba sobre las 24´00 hrs. La cena se servía a las ocho de la tarde y me la guardaba un compañero. Casi todas las noches ponían el mismo plato: "empedrado de judías pintas con arroz", que cuando comenzaba a comerlo cuatro horas después de haberlo servido, aquel rancho frío parecía de verdad un "empedrado" de lo duro que estaba.
Con mucha ilusión me programé y me creé un buen hábito de estudio acostándome muy tarde y levantándome más temprano, que luego me sirvió de estímulo para seguir estudiando. Siendo todavía militar, aunque ya destinado en El Pardo, una de las cinco especialidades que cursé en el Ejército, la de Radiotelegrafista, me sirvió para aprobar mi primera oposición como funcionario civil. Me licencié del Ejército, y conseguí una vacante en Ceuta, donde continué estudiando por libre en Granada hasta terminar mi primera carrera universitaria. Proseguí los estudios y en cinco años más volví a licenciarme, pero esta vez no de la "mili", sino en Derecho. Pero como con sólo tener los dos títulos universitarios colgados no alcanzaba a recoger los frutos académicos sembrados, no tuve más remedio que continuar los estudios para poder promocionarme como funcionario. Preparé y aprobé, sucesivamente, otras tres Oposiciones en el Ministerio de Hacienda, hasta haber logrado culminar mi trayectoria profesional en un Cuerpo Superior (Grupo A1), en el que fui escalando puestos hasta los niveles más altos.
Pero tengo interés en aclarar que todo ello lo refiero, no para alardear de haber hecho nada que sea singular, porque sólo hice lo que pude y lo que debía hacer, conociendo como nadie mis muchas limitaciones. Sólo lo expongo para resaltar aquí la huella tan marcada de afecto y buenos recuerdos que fue dejando en mi aquella vinculación con Ceuta y el Ejército, que se prolongó hasta 27 años en ella vividos, incluyendo las dos veces más que como funcionario civil a ella volví voluntario. Es decir, Ceuta y el Ejército me sirvieron de trampolín para buscar otros horizontes y alcanzar nuevas metas, allí donde muchos sólo veían dificultades. Y ese también es el motivo por el que 58 años después sigo recibiendo todos los años por estas fechas la invitación de la Hermandad de Veteranos de Ingenieros, como antiguo compañero, para que asista a los actos de celebración de San Fernando, Patrón del Arma en sus distintas especialidades y de la Asociación de Damas de San Fernando. Y ese es el único mérito que sí quería destacar aquí, que no es mío, sino de Ceuta y de los ceutíes por haberme acogido con tanta hospitalidad, así como de los ex compañeros militares que tantas pruebas me han dado de compañerismo, amistad y espíritu corporativo, que tanto caracterizan a los Ingenieros militares.
Por eso cada 30 de mayo suelo dedicar un artículo a tan distinguida Arma, como recuerdo imborrable de mi paso por ella, en la que tan orgulloso me sentí en mis años jóvenes de lucir en la solapa el emblemático castillo de Ingenieros, símbolo de fortaleza y de valor de sus miembros. Y lo hago, en señal de recíproca correspondencia y admiración hacia aquellos excelentes compañeros que tuve en el cuartel de las Heras de Ceuta, con los que tanto tiempo compartí entre sus cuatro paredes vivencias, servicios, inquietudes, ilusiones, penas y alegrías. De mi promoción creo que sólo queda ya en Ceuta mi amigo Adolfo Fajardo Gallego, Comandante en la Reserva. Pero tampoco me olvido de los de otras promociones con los que también conviví en dicho cuartel, entre ellos, Antonio Cantizano y Diego Prieto Cruz, ambos Comandantes en la Reserva, que en nombre del Coronel me hacen llegar la invitación. Vaya, para ellos, para todos los Ingenieros militares, para las demás personas que están bajo la advocación del Santo, y también de paso para quienes dentro del estamento militar se llamen Fernanda o Fernando, en especial para mi buen amigo y mejor persona Fernando López de Olmedo, General de División retirado, antiguo Comandante General de Ceuta cuando los sucesos de la Isla de Perejil, tan querido y recordado en la ciudad, porque también él quiere a esta bendita tierra, de la que tanto hablamos siempre que nos seguimos viendo, y sé que me sigue en estas páginas; con mi gratitud, reconocimiento, estima y cordial felicitación para todos en la celebración de su Santo Patrón, uno de los mejores reyes que España ha tenido, y que en esta época en que tanta falta hacen los valores morales, los espirituales, los de entrega y de servicio a los demás, en San Fernando se puede tener un modelo de perfección en las mejores virtudes como santo, como rey y como soldado.
San Fernando protagonizó uno de los hechos de armas más bonitos de nuestra historia. Bajo su reinado, llevó a cabo una campaña de grandes avances en la reconquista del territorio español que entonces estaba bajo dominación extranjera, habiendo reconquistado dicho rey para la causa nacional buena parte de Extremadura, Andalucía y otros numerosos territorios, hasta el punto de que bien podría decirse que San Fernando, junto con los Reyes Católicos después, fueron los monarcas que quizá más decisivamente contribuyeron a la total recuperación del territorio español, cuya lucha por conseguirlo de forma total duró desde el 711 hasta 1492: 781 años, a la vez que también costó muchos esfuerzos, inmensos sacrificios y grandes penalidades, así como cientos de miles de españoles que durante casi ocho siglos generosamente ofrendaron sus vidas luchando por recuperar la unidad de todo el territorio nacional. Para que ahora algunos ilusos, con tan cortas miras localistas y sueños trasnochados, tanto empeño pongan en hacer saltar España en pedazos, a pesar de ser la Nación más antigua de Europa, y como si la separación de algunas Comunidades Autónomas que nunca pasaron de ser un mero Condado o simples Señoríos, y la creación en ellas de nuevos estados, fuera algo tan simple y tan fácil como eso de "cortar" y "pegar" con el ordenador.
Pero, además de buen rey, San Fernando fue también una gran persona humana y uno de los españoles que más representa y simboliza las esencias tradicionales y las virtudes más puras. En su comportamiento y forma de ser personal, era un perfecto caballero y todo un gran señor, que siempre practicaba con el ejemplo y que fue modelo de honestidad, moderación, sencillez y exquisita educación. Se preocupó mucho de los pobres y de los más necesitados, dando él mismo constantes ejemplos de honradez y austeridad, de las que tan necesitados estamos hoy, así como de entrega a los demás haciendo muchas obras piadosas y caritativas. Fue un hijo modélico y ejemplar, profundamente cariñoso y a la vez respetuoso con su madre a la que adoraba. En una ocasión, alguien de su séquito real se atrevió a sugerirle que no se mostrara tan respetuoso con su madre, porque él era ya también padre y además estaba revestido de autoridad real; pero él entonces algo enojado le replicó que uno de sus principales deberes era obedecer mientras siguiera siendo hijo o, lo que es lo mismo, en tanto que viviera su madre; cuyo profundo respeto filial hay que medirlo y valorarlo hoy con el metro histórico del tiempo en que vivió, pero que, en todo caso, es digno del mayor encomio, porque representa el debido respeto y consideración que debemos siempre sentir hacia nuestros mayores, como origen y principio que son de nuestra vida y de nosotros mismos.
Como persona de fe, su santidad y sus buenas obras están más que avaladas por el hecho mismo de haberse ganado el bien merecido título de Santo, por haber sido una persona auténticamente cristiana y extraordinariamente piadosa, ejemplo vivo de perfección. Como excepcional soldado, gozaba de la doble virtud militar, tan apreciada en los Ejércitos, de hacerse querer y respetar a la vez, con carisma, con prestigio y con autoridad.
A pesar de ser rey, con frecuencia se hallaba al frente de sus tropas en el mismo campo de batalla, ayudaba personalmente en los trabajos como uno más; lo mismo compartía mesa con sus soldados que las numerosas victorias que obtuvo; pero también en los momentos más difíciles y peligrosos, estando siempre que podía en los frentes de batalla alentando a sus hombres e interesándose por ellos; socorría personalmente a los heridos y enfermos, visitaba hospitales y demás centros sociales interesándose por los problemas y situación familiar de los soldados, de las carencias y necesidades de todos los que necesitaban de ayuda y consuelo, departía afablemente con unos y otros, y a todos llevaba el aliento y les animaba en la lucha y en el trabajo, siendo el primero en sacrificarse y en practicar con el ejemplo. Los Ingenieros militares pueden sentirse muy orgullosos de estar bajo su patronazgo.
El Arma de Ingenieros, creo que es una de las Instituciones militares más útil, más eficaz y más querida de cuantas tiene el Ejército. Lo que expongo, con el lógico y noble espíritu corporativo de haber servido en ella, pero sin el más mínimo demérito ni menoscabo alguno para las demás Armas y Cuerpos, que en sus variadas especialidades y diversos cometidos todos desempeñan las importantes misiones que tienen asignadas, con la mayor entrega y cualificación profesionalidad. Los Ingenieros militares realizan multitud de actividades de la más variada naturaleza. No sólo cavan trincheras, o construyen defensas, fortificaciones, caminos, carreteras y barracones, tienden alambradas, construyen puentes, escalan y esquían en las montañas, construyen vías férreas y conducen trenes, realizan los transportes militares, establecen las comunicaciones más necesarias entre el mando y el teatro de operaciones en los casos de conflicto bélico, sino que también desempeñan una importantísima labor en las misiones de paz que se les encomienda en el extranjero y en el territorio nacional, ayudando y salvando vidas humanas en las catástrofes, terremotos, riadas, construyendo escuelas para niños, desactivando campos de minas y explosivos de esos que durante las contiendas armadas, y también después de ellas, suelen producir tantas muertes y horribles mutilaciones a personas civiles, mujeres y niños jugando y, en general, a gente humilde, pacífica e inocente que en esos trances tan tristes necesitan de la ayuda y de la colaboración humanitaria del buen hacer de los Ingenieros militares.
Muchas gracias por todo ello al Arma, y muchas felicidades a todos sus integrantes y demás personas que estén bajo la advocación del patronazgo de San Fernando y se llamen como el Santo Patrón.
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