Ya por fin sentada en el sillón de mi casa, un poco mas tranquila quiero contar la angustia vivida durante dos días interminables. Ayer el grupo de voluntarios de la protectora recibimos el aviso urgente que nuestros animales corrían un peligro inminente. El agua entraba a raudales en nuestras instalaciones con tanta fuerza e intensidad que los desagües no daban a basto para desaguar; en cuestión de minutos los patios y aislamientos con nuestros animales dentro se inundaron. Todos salimos corriendo de nuestras casas, con la imposibilidad, además, de no poder acceder por Benítez porque estaba todo inundado y dando una vuelta grande a Ceuta para poder llegar lo antes posible, ya que el tiempo corría en nuestra contra. Cuando llegamos el espectáculo era dantesco. No paraba de entrar agua, gracias a Dios Mónica y Rubén estaban allí y consiguieron rescatar a los que corrían más peligro haciendo malabares, sacándolos de los patios y aislamientos más inundados y metiéndolos en cualquier hueco libre. Casi sin hablarnos, solo con una mirada desesperada entre nosotros hicimos lo imposible por limpiar, cambiar a los animales, secarlos, tranquilizarlos… mientras los que no pudieron subir revolucionaron las redes sociales con un llamamiento desesperado: necesitábamos acogidas, los animales no se podían quedar allí mojándose y con peligro para sus vidas. No recibimos ayuda de ningún tipo de ningún organismo de la ciudad. Allí no apareció nadie con un poco de poder para preguntar siquiera en que podía ayudar. Mientras los voluntarios llorábamos de impotencia y miedo pero, de repente, ocurrió un milagro: el más bonito del mundo. Empezaron a llegar Ángeles, sí como lo leéis, tantos que no dábamos a basto para atenderlos y salvaron a nuestros niños. Llegaban a por ellos, sin importarles el tamaño, si eran más mayores o más jóvenes, si eran tranquilos o activos y nuestras lágrimas de impotencia se convirtieron en lágrimas de felicidad. Es imposible poder transmitiros esa sensación tan maravillosa. No os conozco a la mayoría, no sé vuestros nombres y, con las mascarillas, ni vuestras caras, pero sois unos seres maravillosos. Han sido dos días agotadores, pero todo ha merecido la pena por ver a nuestros niños a salvo en vuestras casas. Quiero dar las gracias a todos los que habéis acogido, a los que habéis subido a limpiar, a todos los que habéis movilizado las redes buscando ayuda, a los que habéis denunciado en prensa que la protectora necesita una remodelación urgente, a todos los que nos habéis llamado preguntando en que podíais ayudar, a los que habéis hecho donaciones, a Mónica y Rubén que gracias a dios estaban allí cuando empezó todo, a todo nuestro equipo de voluntarios, que no os perdéis una contra viento y marea. Siempre es un placer trabajar con vosotros codo con codo. Perdonad por el rollo, pero hoy que estoy un poco más tranquila y sigo muy emocionada, os lo tenia que decir MIL MILLONES DE GRACIAS, me devolvéis la fe en la humanidad.