Fatima Sorah Mohamed Ahmed quiso, el pasado ocho de marzo, reivindicar en El Faro de Ceuta la lucha contra la enfermedad que llevaba viviendo con ella ocho años: cáncer de ovarios terminal. Ella, madre de dos niñas de ocho y doce años, afirmó que su “cáncer de ovarios había llegado al límite”, y que se encontraba “en manos de Dios” ya que los médicos y doctores le indicaron que no podían hacer nada más por ella. Después de años de quimioterapia y tres operaciones tuvo que dejar definitivamente la medicación.
Lo que le hacía vivir feliz era su familia, vivir al día con sus hermanas, sobrinas y sus dos pequeñas.
Su propósito, antes del estado de alarma, fue dar visibilidad a una enfermedad que solo padecen las mujeres y en el que “no hay tantos tratamientos como el de mama”, dijo Fatima.
Su alternativa y su fuente de alegría y energía era su familia y la salud de ellos,: “Son mis fuerzas vitales”, decía. Este martes la familia de esta “gran madre”, como la describe su hermana Latifa Mohamed, tuvo que despedirse de ella. El cáncer se la llevó.
“Sabíamos que esto iba a pasar en cualquier momento, pero no lo queríamos pensar”
“Ha sido un ejemplo de persona y con una fuerza admirable. Siempre ha destacado por lo luchadora que era”, dice su hermana entre lágrimas. Destaca que “nunca se ha quejado por nada”, al revés, “siempre ha sido muy agradecida con todo y todos”.
Fadua, sobrina mayor de Fatima, cuenta que al tener 33 años han estado siempre muy unidas: “Era como mi madre”. Describe cómo le vio nacer, crecer y casarse, “me queda que ha podido abrazar a mis tres hijos”. La primera de sus sobrinas, con la voz entrecortada, asegura que le ha dejado “un vacío muy grande en el corazón”. Ella la bañaba, se reían juntas, “me llamaba mi loca”. La ayudaba porque “estos tres últimos meses estuvo más débil” y, no solo eso, también “la ponía guapa”.
“Fatima nos ha dejado un vacío muy grande en el fondo de nuestro corazón”
El lunes, hablando juntas, le preguntó: “¿Soy tu media naranja? y Fatima me dijo que no era la mitad, sino la entera”. Fadua se lamenta diciendo que “se ha ido muy joven. Le quedaba una vida muy larga por vivir, pero ha sido así”. Sigue pensando en voz alta diciendo que “lo esperábamos pero no queríamos saberlo. Sabíamos que más temprano que tarde iba a pasar, pero no queríamos que se fuera tan pronto”.
Latifa Mohamed, una de las hermanas de Fatima, cuenta que cuando dio a luz de su hija pequeña por cesárea “los médicos vieron algo que no les gustó”. Tras el parto le hicieron una biopsia y pasaron los días hasta que llegó el bautizo, y ese mismo día le llamaron del hospital “al que fue acompañada de nuestro padre. Mi hermana no dejó que mi padre entrara con ella e hizo que se quedara en el coche esperándola y salió llorando. Ahí mi padre supo que estaba pasando algo malo. Mi hermana tenía cáncer de ovarios. Cuando nos lo contó fue un palo muy grande para toda la familia porque siempre ha sido la más buena”.
A los tres meses de que le diagnosticaran la enfermedad, se sometió a la primera operación “y le quitaron todo”. Empezó con la quimioterapia que, como la misma Fatima dijo, le sentaba “fatal”. Después de un tiempo volvieron a operarla, y la tercera y última en un hospital de Córdoba “ya nos dijeron que no había nada que hacer”, cuenta su hermana.
Fatima Sorah celebró su último cumpleaños el pasado 27 de junio. Ella quiso que estuvieran todos los miembros de su familia y disfrutarlos durante una divertida merienda. Cuenta su hermana que “sacó sus fuerzas para salir de la cama” e invitó a todos en casa de sus padres “donde la cuidaban”. Latifa dice llorando que “ahora lo pensamos como una despedida. Se estaba despidiendo ella de nosotros. Ese día la vi, después más días por videollamada, y el martes ya la ingresaron en el hospital”. Ahí, cuando se despertaba después de estar sedada, “nos decía te quiero”.
Las hermanas y el padre de Fatima, es decir, las tías y abuelo de las dos niñas de la reciente fallecida van a estar bien cuidadas. “Son pequeñas y, aunque no se enteran muy bien, están muy tristes. Pero saben que nos les va a faltar de nada porque nos tienen a nosotros: tías, abuelo, primas... Nunca las dejaremos solas y hacemos todo lo posible para que nunca les falte de nada y estén bien”, dice Latifa.
A pesar del jarro de agua fría que ha sido para la familia esta noticia, aseguran que Fatima Sorah se ha ido feliz y tranquila. Pudo despedirse de los que más le querían y le han acompañado durante toda su vida, durante los mejores y peores momentos. Además de los últimos ocho años, los que ha vivido con la enfermedad.
Todas las hermanas y su padre han estado siempre juntos y muy unidos. Se ha ido feliz y con Dios.
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