Opinión

Fatalidad

La maldición que persigue a la izquierda de Ceuta desde hace tres décadas parece no tener fin. Todos los intentos de exorcismo, regeneración o refundación terminan fracasando y condenándola a una marginalidad cainita perfectamente inútil. El último capítulo de esta funesta historia es la ruptura de Podemos con Caballas. Una nueva división que añadir a una lista interminable que está muy bien argumentada, analizando cada uno de los casos de manera independientes y según la visión de sus protagonistas, pero que resulta inexplicable vista en su conjunto y desde una perspectiva histórica. Siempre que reflexiono sobre esta cuestión, considero esencial anteponer una premisa: la paradoja que supone la existencia de una hegemonía política de la derecha en una realidad política sumamente compleja, asfixiada por gravísimos problemas sociales de gran calado, cuya única solución puede venir desde los postulados de la izquierda. El cargo de conciencia es aún mayor.
La confluencia entre Podemos y Caballas (abortada en fase de gestación) era un movimiento muy esperanzador. Caballas es un proyecto político que representa la Ceuta del siglo veintiuno, marcada inevitablemente por la idea de la interculturalidad. Tiene concebido un proyecto de Ciudad completo, coherente y sostenible a largo plazo. Pero tiene la limitación de que su radio de acción es limitado. Muchos de los problemas de Ceuta tienen su solución (o su desbloqueo) en decisiones políticas que deben tomar las instituciones estatales (fundamentalmente el Gobierno y las Cortes Generales). Por su parte, Podemos representa la España del siglo veintiuno, marcada inevitablemente por la idea de la recuperación de las instituciones democráticas para el pueblo. Su más que significativa presencia en la vida pública (más allá de la aritmética parlamentaria) convierte a Podemos en una referencia inexcusable. Y eso podría ser bueno para Ceuta a la hora de “zafarnos” del corsé de la “cuestión de estado”, suscrita a sangre y fuego por la alianza PP-PSOE, y que tanto daño está haciendo a nuestros intereses. Podemos podría blandir en el Congreso la voluntad de “la gente de Ceuta” como reivindicaciones justas y legítimas, sin condicionarlas a otros intereses. Pero tiene la imitación de su debilidad en Ceuta. Aún carece de un proyecto propio de Ciudad (que se supone que irá moldeando con un tiempo que no tenemos), y de una base social suficiente. Un engarce inteligente entre ambos proyectos políticos podría superar las limitaciones que presenta cada uno de ellos actuando independientemente, y multiplicar exponencialmente su potencial político de futuro. La confluencia entre Podemos y Caballas (y un razonable entendimiento con el PSOE) podría haber acabado con la fatalidad de la izquierda local. No será así. Un desdichado incidente ha arruinado esta nueva oportunidad.
El coordinador de Caballas está imputado en el llamado caso Emvicesa. Es una imputación sorprendente (resulta sumamente inusual acusar de prevaricación a un concejal de la oposición); extraña (si tenemos en cuenta que la adjudicación “de hecho” de las viviendas, incluida la entrega de las llaves, se produjo cuatro meses antes de la reunión de la Comisión Local de la Vivienda  en la que se fundamenta la imputación); e inexplicable (se le imputa haber “aprobado” como miembro de la Comisión Local de la Vivienda un lista elaborada sin seguir el procedimiento establecido en el Reglamento de Viviendas, cuando este reglamento no es de aplicación, al estar financiadas las viviendas íntegramente por el estado; la Comisión Local no es el órgano competente para la adjudicación, sino una Comisión Técnica, paritaria entre el Ministerio de Fomento y el Gobierno de la Ciudad, según establece el Convenio al amparo del cual se construyen las viviendas; y nunca se abordó ese punto en la reunión sino “dar cuenta de la finalización del proceso de adjudicación” tal y como consta literalmente en el orden del día de la convocatoria, lo que explica la inexistencia de una lista que, por otra parte, era obvia pues los inquilinos llevaban cuatro meses viviendo allí). Pero nadie se ha detenido a escudriñar los detalles de la imputación para obtener una conclusión justa y razonada de los hechos. Vivimos prisioneros de la fuerza de la propaganda. La consigna sustituye al argumento. Imputación igual dimisión. Con esta simpleza intelectual se ha dinamitado un proyecto ilusionante. Probablemente la decisión de Podemos se ajusta a su forma de entender y hacer política (para ellos la gestión de la opinión, siempre refractaria a la reflexión,  es un factor clave para ocupar la centralidad), y en este sentido está  plenamente justificada. No hay nada que objetar. Son y seguirán siendo compañeros porque la concomitancia se fragua en el terreno de la ideas (no de los intereses, aunque sean de partido), y ahí las cosas no han cambiado.
Con pena, acataremos fielmente las pautas de la izquierda de Ceuta: unidos en el pensamiento y divididos en la acción. Porque también es necesario decir que una parte considerable de Podemos ha sentido un profundo alivio con esta decisión, que les permite romper con Caballas “limpiamente”,  sin tener que retorcer los argumentos para justificar una ruptura que deseaban intuitivamente  pero que no podían sostener dialécticamente. Y es que en el fondo, el problema sigue siendo el mismo. Salvo un reducido grupo de personas muy concienciadas y comprometidas, la gente de Ceuta que milita en la izquierda es enfermizamente proclive a la división.  Por eso siempre gana la derecha.

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