Fascinados por la idiotez

Sabemos que este es un mundo malo, lleno de gente mala, en donde ocurren cosas malas. Sabemos también que por muy fascinado que esté un hombre con la idiotez, nunca desea que ésta le sea atribuida. Sin embargo, se comporta, debido a su estupidez –pero no lo sabe– como si estuviese en el mejor de los mundos posibles. No desea dar crédito a lo que sucede ante sus propios ojos. Siempre hay una justificación para ello. No quiere llamar a las cosas por sus nombres porque presume o intuye que empeorarán. Entonces usa eufemismos, recurre a la sugestión, a los circunloquios para dar una explicación coherente de las cosas que suceden a su alrededor, pues sabe que si las encara lo atemorizarán. Te dice que nada puede permanecer igual, que los cambios suceden, que son inevitables, que suceden aunque nos opongamos a ellos. Mientras, a su alrededor se va tejiendo un entramado, como la tenue tela de la araña, que no es capaz de percibir, y que lo convierte en víctima, como a la escurridiza mosca. Prefiere creer lo que quiere ver y no lo que está a la vista. Asimismo hay otros que dejan pasar las cosas y se las toman lo mejor posible, y esa constituye, en cierto modo, la pauta de sus vidas. En la sociedad ceutí abundan, pues, ambos tipos de ciudadanos: los que están fascinados por la idiotez y los que pasan de todo.  Unos y otros obvian la cercanía del abismo al que, parece, estamos abocados.
En nuestra ciudad, en Ceuta, existe una asociación que, cada sábado, nos pone delante de nuestras narices nuestro miserable y estúpido comportamiento ciudadano. Confieso que ese día de la semana, los sábados, comienzo la lectura del periódico por las colaboraciones de Septem Nostra. A semejanza de que el buen café es para los muy cafeteros, los escritos de Septem Nostra son para los muy lectores. Los mediocres no pasarán del título del artículo. Lo mismo que las margaritas no están hechas para la boca del asno, las escritos de Septem Nostra no están hechos para que sean leídos por cualquier junta letras. La citada asociación nos pone delante nuestra propia ruindad como ciudadanos. Semana tras semana nos viene avisando de que el despeñadero está cada vez más cerca. Nos previene de que el fracaso como ciudad y como sociedad andan rondándonos. Una semana nos apercibe de que ya no cabemos más en Ceuta; otra, que nuestra ciudad se ha convertido en líder de la insostenibilidad; una tercera, sobre entropía (desorden de nuestro sistema), educación y democracia.
La lectura de la última, hasta ahora, es para poner los pelos de punta a quienes no estén fascinados por la idiotez. Nos remite, en un primer término, a un informe que el gobierno canario encargó a un grupo de expertos sobre la demografía –nacimientos e inmigración– en el territorio canario. Una vez puestos en suerte, Septem Nostra nos enfrenta con nuestros propios problemas aquí en Ceuta. Si los canarios se echan las manos a la cabeza porque la densidad de población en sus islas es de 280h/km2, ¿qué dirían de nuestra densidad de 4.039h/km2?
La benemérita asociación ceutí no cesa de dedicar guiños a las autoridades, tanto locales como nacionales, para que tomen cartas en el asunto sobre el aumento incontrolable de la población: la referida al aumento vegetativo y a la inmigrada. Respecto de la primera, no es de recibo que las mujeres ceutíes sean tan inconscientes que tengan ese número de hijos. Respecto de los inmigrantes, cuesta creer que las autoridades, locales y nacionales de la ciudad, permitan el asentamiento ilegal de ciudadanos y el empadronamiento de marroquíes con sólo presentar el pasaporte y un domicilio en la ciudad. Estamos, en efecto, asomándonos y coqueteando con el abismo
A este respecto, sería muy saludable para nuestra ciudad, de cara al otoño, que Septem Nostra programara una semana de conferencias y mesas redondas para ilustrarnos –descarnadamente, sin ambages, sin pelos en la lengua– a los ciudadanos sobre nuestros problemas. Nada más me gustaría, en verdad, que la sugerencia fuese estimada y acogida por Septem Nostra.