Nunca pude imaginar que unas secuencias tan duras como las que presencié por TV, donde se palpaba el dolor, la desesperación y el sufrimiento del pueblo de Paiporta, sentimientos que iban transformando paulatinamente a la población en una turba casi incontrolable, iba a producir un sentimiento de sosiego y paz interior como el que no había sentido durante años. La apatía y la desconexión ante tanta dejación y miseria política me estaba haciendo perder la fe en mi Nación como Estado y por segunda vez la misma persona me hizo ver que SI hay alguien que encarna los valores en los que creemos y por lo que hemos luchado junto con todos aquellos que antes que nosotros y de todas las ideologías, se sacrificaron para obtenerlos, me estoy refiriendo a S.M. el Rey Felipe VI y su esposa Leticia.
Ver a los Reyes sufrir la penitencia ajena de los que huían del lugar o permanecían escondidos en los despachos encubriendo su incompetencia y mala fe a pesar de la lluvia de objetos y barro, metiéndose en medio de varios centenares de personas desesperadas sin ya nada que perder, en contra de los consejos de su servicio de escolta y de cuantos le acompañaban. La situación estuvo a punto de llegar a ser incontrolable, y a pesar de ello lo hicieron. Bajo esa lluvia de bolas de barro, yo veía a un Jefe de Estado que se lo ganaba a pulso, dispuesto a sufrir las consecuencias del ejercicio de una mala praxis en la que se ha convertido la política en este país, sin que la penitencia por ello le correspondiera. Iba con el cargo pero solo El y Ella lo hicieron.
Dicho lo más importante, quiero agregar algunas cuestiones que considero deben hacerse, sin otra pretensión de aclarar algunos puntos. Cuando alguien anda como un pato, grazna como un pato y nada como un pato, es que se trata de un pato. Soy militar ya en situación de retirado y nunca había visto nada parecido en los 47 años de servicio desde el empleo de soldado a Coronel. Cuando oigo a la señora Ministra de Defensa defender la falta de respuesta con argumentos tan pueriles, siento pena. Podrían pensar los lectores que el sentimiento de pena es muy liviano, pero creo que la pena es un grado aún mayor que el de indignación, y normalmente es el sentimiento que te embarga cuando tienes la certeza de que es irremediable.
Es inexcusable que en una persona que me consta está perfectamente asesorada como la Ministra de Defensa, haya prevalecido los intereses políticos a los puramente técnicos y humanos. Los militares sabemos que toda acción debe afrontarse “ponderadamente” con los medios disponibles, lo sucedido en Valencia sobrepasaba en mucho las posibilidades de los efectivos previstos inicialmente por la UME y con toda seguridad su Jefe de Operaciones debió darse cuenta de inmediato al evaluar la situación y lo más importante; durante toda su existencia, la Unidad Militar de Emergencias ha solicitado los refuerzos que ha considerado necesarios directamente al Ministerio de Defensa, ya sean los Regimientos de Ingenieros Zapadores y Transmisiones, los medios logísticos pertenecientes a las Agrupaciones de Apoyo Logístico con las capacidades de transporte necesarias para abastecer inmediatamente a la población, aunque sea con raciones de previsión del Ejército, mediante helicópteros, barcos de la Armada o con catapultas como ya hizo el Cid en la conocida película dirigida por Anthony Mann.
¿Cómo puede escudarse esta dama y su señor, en que la Generalitat no lo había solicitado? Cuando uno pasea por el puerto y ve a alguien ahogándose, no suele esperar a entender la llamada de auxilio del que se encuentra en esa situación, porque puede ser ruso y no entenderlo o ser mudo, según esta señora no le lanzaría el salvavidas porque no lo ha pedido. Además, Valencia es una ciudad donde la guarnición militar es muy considerable, con cuarteles generales, regimientos y batallones de vanguardia como el de la Policía Militar, pero en este país, los políticos están anclados en el 36 y aún no son capaces de ver por nuestras calles a un militar con armamento proporcionando seguridad y auxilio a la población, los hemos tenido que uniformar de mostaza y bombero para que no se puedan confundir unos con otros. De nuevo, ha sido nuestro monarca quién con gran amplitud de miras rompió el corsé que parecía ahogar la situación enviando a 100 de sus guardias reales, gesto más que importante que pasó desapercibido, pero que obligaba a mucho más de lo que inicialmente parece.
A lo largo de los 19 años de existencia, la UME se ha convertido en el único organismo en España capaz de canalizar a través de su CECOPI (Centro de Coordinación Operativa Integrado) los esfuerzos, coordinarlos, asignando las misiones y cometidos a cada uno de ellos, dirigir los medios disponibles y solicitar los apoyos que crean necesarios. Pongamos por ejemplo el caso de los bomberos de Ceuta que han ido en auxilio de la población. Ha tenido que existir previamente un contacto con el puesto de mando en Valencia que les informe de la fase en la que se encuentran y de lo que necesitan realmente, por ejemplo, el tercer día no son tan necesarios los medios de rescate auxiliares y si lo son las maquinarias pesadas, los camiones volquetes, submarinistas, abastecimiento de productos básicos y personal de seguridad. Algo de lo que estoy casi seguro que habrá coordinado nuestro consejero de Gobernación para evitar el caos en las calles de las localidades valencianas duplicando medios ya innecesarios. Quienes no lo han hecho han sido los bomberos voluntarios franceses que fueron los primeros en llegar al pueblo de Alfafar, lo que indica que no ha existido coordinación ni distribución de efectivos y medios de una forma organizada.
La catástrofe sufrida por el pueblo valenciano no ha merecido ni tan siquiera un consejo de ministros extraordinario. Tratar con vidas humanas no es un juego y ella (la Sra Ministra) que tiene probada su capacidad como magistrada, demuestra poca calidad humana. El tiempo nos dirá como sucedieron realmente las cosas y pondrá a cada uno en si sitio, a alguno lo ha puesto ya con pies en polvorosa.
Conozco a muchos de los asesores de la Sra Ministra y me atrevo a afirmar como algo imposible, alegar ignorancia. No es este el momento de exigir responsabilidades, pero no debemos caer en el olvido y hacerlo en su momento. Ha habido decisiones equivocadas que han tenido consecuencias muy graves, algunas entrarían de lleno en lo penal si de un ciudadano que no fuese político se tratase, eso si, sin comisiones de investigación parlamentaria que solo sirven para que cobren un plus extra estos “mal pagados” políticos que sufrimos y otras más leves, pero igual de desagradable como ver al General Jefe de la UME prestarse a dar una rueda de prensa desde Moncloa. Esperemos que en esta ocasión la memoria del pueblo español no sea tan frágil y evitemos que una nueva noticia borre la anterior.
Solo como despedida, me gustaría recordar a la Sra Ministra, solo se lo recuerdo porque seguro que lo sabe, que existe algo llamado estado de alarma que está motivado entre otras cosas por una catástrofe natural, o desabastecimiento de productos de primera necesidad y lo puede declarar el Gobierno por decreto con una duración máxima de quince días, prorrogable con autorización del Congreso de los Diputados y que la ayuda humanitaria no es una opción del Ejército es una obligación contemplada en la Ley de Defensa Nacional. Quiero cerrar este artículo recordando a la historiadora y filosofa Hannah Arendt, quien decía que un pueblo que no sabe distinguir la verdad de la mentira, tampoco lo puede hacer entre el bien y el mal.