Francisco Fores Pecino recibió ayer sepultura en el cementerio de Santa Catalina en un funeral con una asistencia multitudinaria. Representantes de Limpiasol, La Legión y Los Remedios arroparon a sus seres queridos. El Tanatorio Municipal estuvo repleto de ceutíes desde última hora de la tarde del miércoles. La tragedia ocurrida en San Amaro no dejó a nadie indiferente y, al cariño y respeto que despertaba el difunto, se sumó la solidaridad con una familia quebrada por la angustia. Francisco José Fores Pecino, acompañado por quienes le conocieron y aquellos que se han visto sacudidos por esta tragedia, velaron sus restos mortales hasta el mediodía de ayer, cuando fue trasladado al cementerio de Santa Catalina.
Un goteo de parientes y conocidos portando ramos de flores caminaron por el arcén de la carretera de San Amaro en dirección al camposanto, dejando atrás un velatorio al que algunos no pudieron asistir por la falta de aparcamientos en una barriada que se encontraba invadida por vehículos, de modo que optaron por ir al camposanto. Sobre las 12.00 horas, el responso, la última misa para la purificación antes de entrar en el reino de los cielos, reunió a los más allegados a Fores Pecino en torno a su féretro, quienes rezaron para que su alma descanse eternamente en el seno del Señor. Los momentos de emoción se intensificaron a la salida de la capilla del Tanatario y con la introducción del ataúd en el coche fúnebre, la última oportunidad de sentirse cerca del ser querido que se marcha.
“Aún no he asimilado que ya no se encuentra entre nosotros”, confesaron en las conversaciones que se entablaron en las inmediaciones de la residencia de los Fores. El vehículo de la funeraria partió hacia Santa Catalina y con éste comenzó el último adiós al padre, marido y compañero que ha dejado huella en la vida de los suyos y de aquellos que le conocieron en vida.
Los asistentes se congregaron en la calle central del cementerio, junto al patio de San Alejandro, donde esperaron hasta las 12.30 horas para recibir al fallecido. Un silencio sepulcral reinó en Santa Catalina con la aparición del féretro y el remolino de voluntarios que se prestó a cargarlo a hombros. Finalmente, una representación de los colectivos a los que Francisco José estuvo estrechamente vinculado, como la empresa Limpiasol o la Cofradía de Los Remedios, portó sus restos mortales hasta el nicho número 166.
La comitiva, de forma pausada, procedió al traslado entre llantos, palabras de cariño y besos, del ataúd que contiene a Francisco José. Su mujer, Milagros Pascual, despidió a su esposo cegada por las lágrimas y sujetada por sus familiares. Mili, como es conocida en la barriada, dedicó unas palabras a Francisco José antes del sellado de la hornacina en la que será visitado para siempre. Un último abrazo al féretro evidenció su negativa a separarse del hombre al que ama.
Juan Vivas, presidente de la Ciudad Autónoma, expresó su deseo de asistir al funeral de este vecino de San Amaro, sin embargo, coincidía en hora con el desarrollo del Pleno de la Asamblea Autonómica y tuvo que atender sus funciones. No obstante, el máximo representante del Gobierno autonómico trasladó sus condolencias a la familia y dio el pésame a la viuda y sus hijos.
Francisco Fores, el único hijo del fallecido asistente al entierro, recibió el apoyo de varios mandos de la Legión y compañeros de las Fuerzas Armadas que se sumaron al duelo compartido por los más allegados a la tragedia, en definitiva, la tradicional solidaridad legionaria. El hijo mayor del difunto, quien vestía de uniforme, estuvo cerca de sus familiares durante toda la ceremonia. Su madre, la ex posa del fallecido, comunicó que el joven se encuentra “destrozado” por lo ocurrido en la madrugada del miércoles.
Ojos vidriosos, suspiros y buenas palabras en recuerdo de un vecino “excelente”, insistió Carmen Cabezas, presidente de la asociación de vecinos de San Amaro además de madrina del matrimonio entre Francisco y Milagros en segundas nupcias. “Es como perder a alguien de tu propia familia”, reconoció.
Los presentes se disolvieron progresivamente con la amarga sensación de la separación. Sólo algunos familiares, entre ellos la pareja del descendiente alistado a la Legión, permanecieron en el cementerio unos minutos más antes de intentar continuar con la rutina donde la dejaron hace dos días, después de conocer que presuntamente Ángel J.P.G., su hijastro, le apuñaló de madrugada con un cuchillo jamonero de 25 centímetros encontrado en el escenario del crimen.
Varios conocidos ayudaron a Pirri, padre del difunto Pirri, el padre de Francisco José Fores Pecino junto a quien convivía en su domicilio familiar de San Amaro, estuvo acompañado por algunos conocidos que tuvieron que sujetar a este hombre de 73 años para que no se derrumbara por la pena de perder a un hijo. Apretando un pañuelo en su mano, secaba las lágrimas provocadas por la angustia de no volver a encontrar a su hijo en casa. Este hombre de 73 años perdió a su esposa cuando Francisco tenía dos, explicaron sus vecinos, una situación que le obligó, además de a llevar el jornal al hogar, prestar total atención a su hijo para que recibiera la mejor educación posible ya que había perdido a su apoyo, su esposa, mencionaron algunos de los residentes en la barriada. Años después, y por motivos distintos, el drama vuelve a golperar a esta familia. Según Milagros Pascual, esposa del difunto, para el abuelo, mientras el matrimonio se encontraba en el Rocío, resultó imposible controlar a Ángel J.P.G., principal sospechoso del navajazo mortal a Francisco, durante la ausencia de la pareja.
Una tensión latente en la familia Una vez finalizado el funeral de Francisco, las desavenencias en el seno de la familia quedaron patentes en un cruce de acusaciones entre dos de sus miembros, aparentemente, en relación a los más jóvenes del domicilio en San Amaro. A pesar de que el desencuentro quedó en palabras, la antipatía que se profesan surgió aunque el entierro del fallecido había tenido lugar unos minutos antes. Unas familiares que se apresuraron a mediar en el enfrentamiento consiguieron alcanzar la conciliación. Este incómodo episodio concluyó con ambos grupos volviendo a casa para descansar después del doloroso día de ayer.