Durante el mes sagrado del Ramadán, cada día, al caer la tarde, los musulmanes de Ceuta rompen el ayuno en torno a la mesa, rodeados de seres queridos, dátiles, zumos naturales, chuparquías y otras muchas elaboraciones artesanas con las que celebrar, juntos, el final de cada jornada.
La ruptura del ayuno es un acto que traspasa el de alimentar el cuerpo, tras pasar las horas de sol sin comer ni beber nada. Es, además, un momento de reencuentro, en el que, cada noche, durante el mes del Ramadán, los musulmanes engalanan sus casas con su mejor menaje y preparan las recetas más tradicionales y exquisitas para compartirlas entre amigos, vecinos, familiares y allegados.
Cada día, la ruptura del ayuno se hace un minuto más tarde, aproximadamente, siendo la puesta del sol la que marca este momento. En casa de Sabah Hamed Mohamed, en Los Rosales, las puertas se abren cada tarde para celebrar este momento tan especial: “Nos gusta recibir a nuestros amigos y compartir juntos este rato. Nos vestimos con nuestras abayas y disfrutamos en convivencia”, explica Sabah, quien no duda en recordar a los más desfavorecidos y pedir perdón por tener tantos alimentos frente a aquellos que no tienen nada.
El salón de este hogar es grande. En una parte tienen una mesa solo con agua, en otra está la zona donde se mezcla el dulce con el salado, y, en el fondo, abundan las pastas, los zumos y el té. Todo está colocado con mimo, sin descuidar un detalle, servido en delicadas bandejas y preciosos platos y copas labradas.
Nawal Benchalout relata que, tradicionalmente, lo primero que se toma es un vaso de agua y unos dátiles: “Tras romper el ayuno con agua y dátiles, realizamos una súplica y, luego, nos sentamos a comer y a conversar. Hoy, por ejemplo, toca comer harira, otros días preparamos sopa de calabacín, vamos mezclando los alimentos más tradicionales con otras propuestas más modernas para variar. Cada persona que llega a la casa trae algo y llenamos la mesa de elaboraciones dulces, entre las que no faltan las chuparquías, que están buenísimas, o el sfouf, que al tener muchos frutos secos ayuda a reponer fuerzas”, comenta.
Sin duda, el plato imprescindible de la gastronomía musulmana en Ramadán es la harira: “Es una sopa riquísima que lleva cilantro, perejil, apio, tomate, carne, garbanzos, huevos, mantequilla musulmana y otros ingredientes según la familia. Es muy completa y ayuda a que el cuerpo se recupere y tome fuerzas”, relata Sabah.
El sfouf también tiene como misión nutrir el cuerpo tras las horas de ayuno. Sabah explica que es muy nutritivo al llevar harina, nueces, almendras, miel y aceite de oliva. Los huevos cocidos forman parte del menú en las noches de Ramadán: “Alimentan mucho y no suelen faltar en la mesa. Algunos los comen cocidos, otros los hacen rellenos..., hay variedad. Nosotros los tomamos con sal y comino, están buenísimos”, indica la anfitriona.
Un importante menú que requiere tiempo y dedicación: “Cada día, a partir de las cinco de la tarde, más o menos, las mujeres nos metemos en la cocina para preparar, de manera artesanal, las recetas. Es un trabajo laborioso, pero, a la vez, es un tiempo feliz en el que nos reímos, charlamos, compartimos y enseñamos a las nuevas generaciones los secretos de nuestra gastronomía”, explica Nawal.
Las más pequeñas de la casa saborean y descubren los alimentos, aunque ellas todavía no hacen el ayuno al completo, solo algunas horas, para ir acostumbrando al cuerpo para toda una vida de cumplimiento durante el mes del Ramadán. Para las niñas Lina Hamed Mohamed y Yanat Miludi lo más rico son los dátiles, las chuparquías y la harira, aunque los huevos cocidos también entran en su lista de bocados favoritos.
Mustafa Abdesalam Mohamed explica que algunos musulmanes ponen todo en la mesa a la vez y que otros prefieren abrir primero el apetito, rezar, y, después, seguir comiendo poco a poco.
Lo habitual es hacer una ruptura con sopa, dátiles, zumos y algunos dulces típicos y más tarde, al regreso del rezo, tomar las pastas con el té para, posteriormente, cenar un tajín de carne o de pescado o un cuscús de pollo o cordero.
Ali Hamido Mohamed recuerda, sin embargo, que, más allá de la gastronomía, el Ramadán es, ante todo, un mes de adoración, un tiempo espiritual. “Hay que aprovechar estos días para ser mejores personas y entregarse a Dios”, concluye.
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