Categorías: Opinión

Famélica legión

Aunque para ser más precisos habría que decir raquítica de meninges. No sé a cuántos descerebrados radicales se les ha ocurrido celebrar el 14 de abril, no como ambición de una forma de gobierno, algo totalmente respetable, sino como un modelo concreto de gobierno a imitar. Confundir las churras con las merinas es uno de los principales problemas de este país.

Defender y promocionar la república como forma de gobierno es, a mi entender, incluso loable. Otro asunto bastante diferente es tener como modelo republicano lo que sucedió en España a partir del 14 de abril de 1931 hasta que la guerra fratricida acabó enterrando a más de seiscientos mil humanos.
El colocar banderas anticonstitucionales en los balcones del ayuntamiento, además de ser un tributo sectario a todas luces ilegal, es una señal de encarnizamiento, una clara afrenta, un acto de violencia a todos los españoles que ahora convivimos en paz bajo el amparo de la Constitución. Colocar la tricolor en un edificio público que debiera ser casa de todos los ciudadanos, independientemente del partido al que hayan votado, es dar una patada a los valores democráticos que entre todos nos regalamos hoy día.
La absoluta confusión narcisista de la persona y la ideología con el cargo ostentado y las acciones de gobierno es un síntoma evidente de un espíritu dictatorial. Porque una cosa es gobernar atendiendo a un programa ideológico y otra es hacer lo que a uno le viene en gana. A no ser que Podemos tenga en su programa hacernos volver a la dictadura que eufemísticamente se hacía autodenominar II República.
Si Kichi o Colau son la representación de lo que sería una república en España, acaban de convertirme en un monárquico acérrimo. Los gobiernos de estos dos personajes públicos, emuladores disminuidos de los bolivarianos, dejan mucho que desear. Desde los currículos en los que sobreabunda, o sólo existe, vivir a costa de la política o las subvenciones, a la escasa cantidad y capacidad de trabajo, la exigua cuantía y calidad de adopción de medidas, por no citar los abundantes casos de amiguismo y otros fuscos tejemanejes con el erario público. O sea, casta de la más rancia, de la de siempre, de la de ni un palo al agua y todo para los amiguetes.
En Cádiz hay mucha guasa y espero que las tres horas que estuvo ondeando una bandera de afrenta a España, fuera una acción carnavalesca de mal gusto que, más bien tuvo que ver con el criterio personal y caprichoso de un Kichi rápido al descanso y a las comidas bien regadas que se prolongan hasta el infinito, que con el espíritu de libertad que Cádiz siempre enarboló.
Conmemorar el 14 de abril con una bandera ignominiosa, es conmemorar un gobierno que dividió a los españoles, que provocó la aparición de dos España, que persiguió a españoles, y una serie de sucesos que acabaron siendo el principio de un fin terrible.

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