Opinión

La falsa nueva normalidad

Hace pocos días fui a mi médica de cabecera. Por supuesto, de la Seguridad Social. Había quedado a las 10 en punto. Observé que no había mucha gente en el consultorio. Una administrativa, con la que ya había tenido algunas controversias en ocasiones anteriores, se acercó y me preguntó por qué estaba allí. Le contesté que había sido citado a las 10 en punto, por ella misma. Me dijo que esto era imposible, pues la médica sólo atendía las consultas de forma telefónica. Le recordé que cuando pedí la cita le indiqué que no se trataba solamente de que me renovara las recetas permanentes de los medicamentos que tomaba para mis dolencias crónicas (las propias de mi edad), sino de valorar si debían hacerme o no algún tipo de analítica. Entre otras cosas debía de valorar la médica si las erupciones que me salían en una de las piernas eran a consecuencia de la medicación o no (esto no se lo dije a esta señora, pues considero que son cosas que han de quedar entre paciente y médico). Me insistió en que no, que esto se resolvía sólo telefónicamente. Le respondí que había pedido ser recibido de forma presencial y que el consejero de Salud había anunciado que ya se reanudaba la presencialidad en la atención primaria de Andalucía, como en la hostelería, la enseñanza, y otros sectores. Pero no, me respondió que yo estaba confundido y que no había entendido lo que ella me había dicho hacía poco menos de una semana, cuando pedí la cita.
Cuando comprobé que estábamos en una conversación de sordos, decidí poner fin a la misma. Le pedí que le dijera a la doctora que, confundido o no, que estaba allí, después de haber dejado varias actividades y que, por favor, me recibiera. Se lo pensó, pero finalmente accedió y entró en la consulta (sin ninguna vestimenta sanitaria). Después de un largo rato, salió y, con cara de satisfacción me dijo: “pues no, la doctora no le va a recibir, solo le atenderá por teléfono”. Esto me indignó. Le respondí, a ella y a otra persona ajena al servicio que estaba allí con ella en placida conversación sobre alternativas de trabajo y de oposiciones, que esto era totalmente inadmisible. No recibir a un paciente de 64 años, que se había desplazado a la consulta, era contrario a la normativa y a la deontología profesional. Les añadí que con estos comportamientos estaban hundiendo la sanidad pública. Ellos y los políticos de la Junta de Andalucía. Y que iba a denunciar su comportamiento ante las autoridades competentes (pese a saber que estas denuncias no llegaban a ningún sitio).

“He dejado pasar varios días, para que se me pasara el enfado. No se me ha pasado. Sigo indignado. No solo porque esta señora no me haya atendido presencialmente como era su obligación”

No habían transcurrido dos minutos desde que salí de la consulta, cuando sonó el teléfono. Era un número desconocido (ya sabemos que los modernos móviles tienen localizados a todos nuestros contactos). Descolgué y una señora, que se identificó como la médica del municipio, me preguntó si yo era José Aureliano. Le respondí que sí. Entonces me preguntó qué quería. Le respondí que ella ya lo sabía. Se me habían cumplido las recetas permanentes y me las tenía que renovar, además de valorar si se me hacía o no la analítica nuevamente. Empezó a consultar el ordenador y me fue confirmando los medicamentos que me iba a renovar. Respecto a la analítica me dijo que, aunque estaba programada para abril del próximo año, que si yo quería, pues me la podía hacer ahora. Le indiqué que esta era una decisión que no me correspondía a mí. Y que por esta razón me hubiera gustado que me hubiese auscultado (entre otras cosas, para valorar si esta pequeña erupción de la pierna tenía que ver o no con los medicamentos que tomaba). Me respondió que para esto no era necesario que me recibiera personalmente. Que telefónicamente era suficiente. Siguió con su conversación y me indicó que ya en la siguiente semana nos empezarían a recibir presencialmente. Le respondí que estaban equivocados. Ella y el consejero de Salud de la Junta de Andalucía. Que las relaciones entre el paciente y el médico debían de ser presenciales, una vez que la pandemia estaba remitiendo y la mayoría de la población estábamos vacunados. También le afeé su comportamiento, al no recibirme, pese a que estaba presente en el consultorio. Me respondió que no podía hacerlo porque ella tenía que seguir atendiendo a otros pacientes telefónicamente. Le dije que esto era una excusa inconsistente, pues cuando me atendiera a mí, ya fuese de forma presencial o telefónica, no podría atender a otros pacientes. Siguió con su prepotencia y con la justificación de que su comportamiento se debía a la agenda que le fijaban desde la consejería de Salud. Le respondí que se equivocaba y que la iba a denunciar. Ahí terminó la conversación.

“La Junta de Andalucía está dejando a la Atención Primaria sin medios. Y donde los hay, permite comportamientos de este tipo. Todo con la excusa del COVID. Las citas se eternizan”

He dejado pasar varios días, para que se me pasara el enfado. Pero no. No se me ha pasado. Sigo indignado. No solo porque esta señora no me haya atendido presencialmente los escasos dos minutos que me dedicó por teléfono, como entiendo que era su obligación. Tampoco porque, una vez que colgó el teléfono, corriera a desayunar en el bar del pensionista (no es la primera vez que he acudido al consultorio y no había nadie en el mismo). El problema es estructural. La Junta de Andalucía está dejando a la Atención Primaria sin medios. Y donde los hay, permite comportamientos de este tipo. Todo con la excusa del COVID. Las citas para ser atendidos se eternizan. Las llamadas telefónicas para pedirlas raramente son respondidas. En los centros, no te permiten entrar. Pero, por las informaciones de las que disponemos, la financiación de la sanidad privada se ha incrementado.
La conclusión es clara. Si esta es la nueva normalidad para algunos, hemos de rechazarla con todas nuestras fuerzas. Y esto, sin esperar a las elecciones. Todo lo que dejemos que nos arrebaten, quedará perdido para siempre. Por ello, voy a dejar constancia escrita de estos hechos en el portal de reclamaciones de la Consejería de Salud. También me voy a cambiar de médica. Tiene que ser a otro municipio, pues aquí solo hay una. De esta forma, quizás se den cuenta que esta profesional deja mucho que desear. También voy a intentar recabar firmas de todos los pacientes disconformes con estas actitudes, para enviarlas a las autoridades competentes. Por último intentaré que a esta señora la trasladen a un servicio en el que no tenga necesidad de atender presencialmente a los pacientes.

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