Muy trabajadora, entregada, dedicada, con un carácter fuerte, pero muy buena persona y con un corazón de oro. Así era Sor Carmen Roca, la última directora monja del Colegio La Inmaculada de Ceuta, quien ha muerto este jueves dejando un vacío inmenso entre quienes tuvieron la gran oportunidad de conocerle y compartir tiempo con ella, “porque el lugar de ella no puede ser nadie”.
“Nosotros con ella hemos vivido 52 años y ha sido una persona muy buena para el colegio, muy responsable, una persona muy culta que tenía tres carrerones”. Así ha empezado a describirla Sor Consuelo Gea, quien tuvo el privilegio de vivir a su lado durante más de cinco décadas.
Pero más allá de esas cualidades, se ha referido a una “persona muy humana”, espléndida, de quien recuerda fue la responsable de que ella “se sacara Magisterio, a ella se lo debo”. También ha destacado el trato que tenía hacia todos los profesores, sobre todo cuando era el Día de La Inmaculada, los llevaba a comer y tenía con ellos muchos detalles, así como con los alumnos del colegio del que estuvo como directora hasta hace seis años.
Sor Consuelo también ha querido hablar de su gran aporte a la Congregación, porque “ha dado mucho, ha sido mucho, ha sido Provincial, ha sido Consejera y ha sido una persona muy valiosa”.
Ana Valero Vigara, una profesora del colegio que la conocía desde hace 33 años, ha dicho que en estos momentos de duelo lo único que las reconforta es la fe. “Para mí Sor Carmen está en brazos del Padre, ha cruzado a la otra orilla y nos queda esa tranquilidad porque pensamos que ha sido una muerte dulce después de una dedicación plena y absoluta a su vida tanto religiosa como docente”.
Más de tres décadas en el colegio le permitieron a Ana conocer a Sor Carmen, con quien no solo compartía una relación profesional, sino que la unía una verdadera amistad. Fue su consejera y su amiga, “le he contado cosas como si fuese mi familia, la familia de las Misioneras de la Inmaculada Concepción”.
Ha recordado que hasta el último día, Sor Carmen se preocupó por su gente, por su centro, por sus profesores, y por eso la van a echar mucho de menos.
Marisa Granado, a sus 83 años, ha recordado que conoció a Sor Carmen cuando ambas eran unas niñas de 10 años. “Mi padre era militar y lo destinaron a Madrid, en ese momento nos separamos, a los 17 años, pero cuando me casé y regresé a Ceuta nos volvimos a ver”.
Ha dicho que uno de sus mayores legados es definitivamente su afición mariana, algo que logró inculcar en varias generaciones, incluyendo los propios hijos y nietos de Marisa.
Marisa, presidenta de la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio La Inmaculada, recuerda a su gran amiga como una mujer emprendedora y constante, además de reconocerla como ese eslabón que unía al grupo con el colegio.
Ha dicho que la mejor manera de rendirle homenaje a Sor Carmen es “recordar como era ella, alegre, servicial, comprometida con todo” y que su legado permanecerá en todos aquellos que sigan todo lo que ella se dedicó a enseñar.
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