Agustín Luengo Capilla nació en la puebla de Alcocer, provincia de Badajoz. De su infancia sólo se sabe que fue un niño muy enfermizo, creciendo anómalamente, hasta el punto de que a la edad de 12 años ya lo contrataron para trabajar en un circo como atracción, haciendo el número de “gigante”, exhibiendo su enorme altura y sus grandes manos de 40 cm. de largo, según se decía, capaces de ocultar un pan de a kilo.
Al llegar la noticia de su gran altura al rey Alfonso XIII, se mostró muy interesado en conocer a Agustín, que acudió a visitarlo acompañado de su madre, fotografiándose a su lado para mostrar públicamente la gran diferencia de altura que sacaba al rey. Éste le regaló un par de botas. Una de ellas, todavía se conserva expuesta al público en el Museo Antropológico de Madrid, que se corresponde con el número 52 calzado.
El director de dicho Museo, Pedro González de Velasco, que era médico, contactó con el gigante y sus representantes conviniendo entre ambas partes en que pagaría 2´50 pesetas diarias a Agustín hasta el día que falleciera, con lo que con tal dinero lo que el director hacía era comprar su cadáver. Con aquellas 2,50 pesetas diarias, aunque hoy parezca una ridícula cantidad, tenían entonces bastante poder adquisitivo comparándolas con lo que por aquella época se pagaba de sueldo, de manera que Agustín creyó que ya tenía su vida resuelta.
Quien en realidad hizo la mejor inversión fue el médico director de dicho Museo, porque el gigante contrajo una grave pulmonía ósea que le condujo a la muerte cuando sólo contaba con 26 años, falleciendo prematuramente el 31 de diciembre de 1876. Por consiguiente, a partir de entonces pudo el comprador disponer del cadáver que en vida había adquirido, destinándolo inicialmente a la investigación.
El esqueleto de Agustín Luengo todavía se exhibe al público en el Museo Nacional de Antropología doctor Velasco de Madrid, y parece ser que el mismo sigue siendo objeto de más exhaustiva investigación. El nuevo profesor que en la actualidad la realiza, ha expuesto sus certezas en los últimos años en varias publicaciones, entre ellas Anales del Museo Nacional de Antropología editada por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, en una separata titulada: El Museo Antropológico del doctor Velasco (anatomía de una obsesión).
Las conclusiones que desgrana en ese y otros textos están basadas en el análisis de distintas fuentes, entre ellas varias revistas ilustradas de los años veinte y treinta, documentos del Palacio Real o los textos firmados tanto por el doctor Velasco como por su principal colaborador, Ángel Pulido, quienes refieren: «Apenas sabemos nada de la biografía del gigante extremeño; y, sin embargo, todos los que hablan o escriben sobre el personaje repiten unas informaciones que no se sabe de dónde proceden y que nadie se ha molestado en contrastar». O sea, no se corresponden con una evidencia científica contrastada.
Entre las afirmaciones que ahora se hacen que parecen no tener fundamento están varias de las que aparecen en la web del museo que el gigante extremeño tiene en la casa de cultura de su pueblo, donde se puede leer en la web (agustinluengocapilla.com) del museo que Puebla de Alcocer (localidad natal extremeña, de unos 1.240 habitantes) le ha dedicado a su ilustre vecino. «Fue tal su fama continua que quiso conocerle en persona su Majestad el Rey, quien lo recibió en audiencia el 3 de octubre de 1875, regalándole un par de botas, conservadas actualmente en el Museo del Gigante Extremeño de Puebla de Alcocer, equivalente al número 52», como antes he referido.
Sin embargo, análisis posteriores ponen en duda algunos de los hechos que anteriormente se le atribuyen a Agustín, según el profesor de la Universidad Complutense, «no hay ni una sola evidencia, en ningún sitio que permita afirmar que trabajó en el circo». Él explica que el doctor Velasco dejó escrito que el desmesurado crecimiento empezó a notarse a partir de los catorce años, y que la acromegalia que padecía le generó problemas de salud, entre ellos pérdida de visión y dolores. De hecho, añade, fueron estos padecimientos los que llevaron a madre e hijo a viajar hasta Madrid, habiendo antes estado en Andalucía y en los baños de Fuensanta, en Ciudad Real, en busca de un remedio.
Respecto a que el gigante y su madre fueran recibidos por Alfonso XIII, asegura que no figura en los listados de Palacio Real, pero que sí debió producirse, pues lo recoge la prensa de la época, entre ellas la revista La Correspondencia, fuente que también cita la web del Museo habilitado en el municipio pacense de Puebla de Alcocer.
En su argumentación publicada en Anales del Museo Nacional de Antropología, Sánchez Gómez incluye también párrafos extraídos de otras publicaciones del momento, entre ellas La Época, El pabellón médico, El Globo, El Anfiteatro, Por esos mundos o Diario oficial de avisos de Madrid. El hecho de que se haya extendido un relato falso sobre la vida de Agustín Luengo tiene, en su opinión, un origen: «Las informaciones puramente fantasiosas publicadas en la prensa madrileña durante las décadas de 1920 y 1930», precisa el profesor de la Complutense.
El interés por la figura del gigante extremeño «se adormece - continúa- durante medio siglo, para recuperarse con bríos renovados a partir de 1992, cuando su vaciado en yeso y su esqueleto vuelven a ser expuestos al público en la colección permanente del Museo Nacional de Antropología». Allí siguen en la actualidad.
De hecho, esas piezas fueron la base utilizada para escanear la talla y digitalizarla, un proyecto gestionado por el Ayuntamiento de Puebla de Alcocer, principal impulsor del museo ubicado en la Casa de la Cultura municipal. En ella es posible ver «los grandes carteles (de casi cuatro metros) que servían de soporte publicitario al circo donde pasó parte de su vida el gigante extremeño, una réplica del bastón que utilizó Agustín en vida y contemplar el par de botas del número 52 que le regaló el rey Alfonso XIII, además de numerosos objetos y noticias relacionadas con la vida del gigante».
Según Luis Ángel Sánchez Gómez, no hay constancia alguna de que esas botas se las regalara el Rey, y los carteles son una recreación. Más aún: él asegura que la figura masculina que aparece a la izquierda de Agustín Luengo, en la única foto que existe de él en vida, no es el Rey, tal como se asegura. «A cualquiera que sepa algo de historia y de iconografía, expone el profesor universitario, le bastará con ver la fotografía para tener clarísimo que no es Alfonso XIII, que tenía una cara muy particular, muy reconocible».
Esta versión de la historia del gigante extremeño se la hizo llegar el doctor en Historia a los responsables del museo de Puebla de Alcocer hace más de un año, asegura él. Igualmente, se la trasladó hace tiempo a los responsables del Museo Nacional de Antropología. «En un intento por respetar los hechos», aclara Sánchez Gómez, para quien «la historia real es muy interesante, pero menos morbosa». «Lo poco que sabemos, concluye, basta y sobra para que, de una vez por todas, se dejen a un lado las fabulaciones, unas absurdas y otras denigrantes, que aún hoy siguen tergiversando una realidad marcada por el sufrimiento y el coraje compartido por una madre y su hijo enfermo».
En su localidad natal de Puebla de Alcocer, figura habilitado desde abril de 2015 un museo temático del "Gigante Extremeño", además desde diciembre de 2014 se puede visitar una escultura fallera a tamaño natural del gigante en las dependencias del museo y conocer la leyenda de este gigante de boca de sus descendientes con el vídeo de su historia. Y un equipo científico trabaja en el “Proyecto de recuperación y puesta en valor de Agustín Luengo Capilla”, trabajando desde hace dos años en coordinación con el Museo Nacional de Antropología. Pero lo que sí es rigurosamente cierto e indubitado es que el gigante de Extremadura fue el hombre más alto de Europa, sin que nadie desde entonces lo haya superado en altura.
Dicho equipo elabora una reconstrucción a tamaño real de Agustín, que medía 2,35 metros a finales del siglo XIX. El objetivo de este museo es conocer más detalles de este ilustre hombre, a quien la leyenda siempre le ha otorgado cierto carácter oscuro: “queremos humanizar su vida”, según han manifestado los expertos en el tema. Las últimas investigaciones determinan que el hombre que acompaña al gigante extremeño en esta foto es el Rey Alfonso XII / Proyecto de recuperación y puesta en valor de Agustín Luengo Capilla, según sostiene Jesús Conde el 27 de julio de 2015.
Lo cierto, dice, es que el llamado “Gigante extremeño”, medía 2,35 metros a finales del siglo XIX, lo que le hizo famoso en todo el territorio nacional. Era el hombre más alto de Europa y pasará a los anales de la historia bajo dicho sobrenombre. Las últimas investigaciones, encabezadas por un grupo de expertos de su localidad, Puebla de Alcocer, han determinado que el señor que acompaña a Agustín en la única foto que se conserva de él es el propio Rey Alfonso XIII. De ahí se confirma que fue un personaje querido en la España de entonces. Era el protagonista de portadas y conversaciones.
En cambio, otras fuentes bien informadas aseguran que sí, que todo era rigurosamente cierto, en el sentido de lo a principios expuesto, que el gigante vivía en la Extremadura rural, en el seno de una familia humilde en la que era el mayor de seis hermanos. Siendo adolescente desarrolló la enfermedad de acromegaliase, que le hizo crecer más que el resto. Entonces se incorporó a trabajar a un circo, donde pasó buena parte de su vida mostrando su fuerza y sus impresionantes dotes físicas.
Puede decirse que cedió su cuerpo a la ciencia, en un momento en que a nadie se le pasaba por la cabeza hacer algo así, y donde las teorías ‘darwinistas’ estaban en plena efervescencia. Murió solo tres meses más tarde, en la Nochevieja de 1875 con apenas 26 años, y desde entonces sus restos han descansado en el interior del museo.
Como curiosidad, además de constatar que el Rey es el hombre que le acompaña en su retrato, el grupo de expertos que ahora trabaja en el museo ha podido constatar que para que pudiera dormir tuvieron que hacer un agujero en la pared de su casa. Ahora el objetivo de este museo, refiere el grupo de expertos que analizan en profundidad su historia, es conocer más detalles de este hombre, a quien la leyenda siempre le ha otorgado cierto carácter oscuro.
La tradición popular siempre ha dicho que llevó una vida ‘ociosa’, lo que alimentó aún más el misterio en torno a su figura. “Trabajamos, dicen, en humanizar la vida de esta persona, volcarnos en su vida y descubrir parte de la historia de esta localidad”, explica Pablo Ruiz, coordinador del proyecto.
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