Opinión

Extralimitaciones europeas

Estos días, mientras hurgábamos en la red tratando de descodificar el presente geopolítico kazajo, ha sido casi imposible no darse de bruces con este viejo retrato. La instantánea certifica que, como reza el tópico, en ocasiones los extremos se tocan. También los extremos político-geográficos. En este caso, la fotografía encapsula una interesante escena de contacto entre los lindes este y oeste de lo que, de manera convencional, pero sin embargo inexacta, llamamos “continente” europeo.

Encarnando el margen europeo occidental, a la izquierda de la imagen vemos a Juan Carlos de Borbón, rey emérito de España. A la derecha de la foto, identificamos al expresidente de Kazajistán, Nursultán Nazarbáyev -a su manera también emérito-, quien se arrima literalmente al hombro del monarca español y personifica los difusos bordes orientales del semicontinente europeo.

El momento de la instantánea se corresponde con una época en la que, tras décadas de aposento en el cargo, parecía como si a ambos ya les diera todo un poco igual. Largo tiempo atrás, dos languidecientes dictaduras de distinto pelaje, una fascista y otra comunista – y ambas situadas en los extremos cardinales de la imaginación cartográfica europea-, los había elegido a ellos para cederles generosamente el relevo en la cúspide - aunque aquí habría que matizar lo siguiente: en el caso de Nazarbáyev, el relevo en el mando se lo había auto-cedido él mismo. A Juan Carlos, en cambio, se lo cedió el mismísimo Franco, vía Ley Fundamental.

En cualquier caso, la cuestión es que, en varios sentidos distintos, el viejo retrato de los vetustos mandatarios evoca y pone sobre el tapete la idea de la extralimitación.

Dejemos al margen, las extralimitaciones cinegéticas a las que pueda remitir la imagen de un monarca habillado con pieles de leopardo de las nieves, fruto de los desbordantes agasajos de cortesía (en principio desinteresada) del entonces presidente kazajo (https://www.eldiario.es/sociedad/juan-carlos-i-recibio-kazajistan-abrigo-leopardo-nieves-cuyo-comercio-prohibio-1975-peligro-extincion_1_6405521.html

Dejemos a un lado las extralimitaciones en torno al mercadeo armamentístico que Tica Font, del Centre Delás de Estudios por la Paz, denunciaba en su momento (https://blogs.publico.es/cronicas-insumisas/2020/11/18/armas-a-kazajastan-y-el-rey-emerito/?doing_wp_cron=1642070297.4972660541534423828125)

Y dejemos también al margen significativos detalles extravagantes y megalomaníacos, como el legendario autobombo toponímico que implica rebautizar a la capital de tu país con tu propio nombre- aunque sea por intermediación de tu sucesor en el cargo, a quien tú mismo has nombrado (https://www.theguardian.com/world/2019/mar/23/kazakhstan-renames-capital-nur-sultan)

En definitiva, pongamos en cuarentena las dos primeras acepciones de la definición que ofrece la RAE para el verbo extralimitarse: 1. Excederse en el uso de facultades o atribuciones. 2. Abusar de la benevolencia ajena.

Y es que, vista desde la óptica geopolítica de hoy, la fotografía en realidad nos está hablando sobre todo de extralimitación territorial. En otras palabras, apunta a la idea de pasarse de una raya que alguien ha esbozado sobre un mapa.

Porque, ahora mismo, entre ciberataques y estacionamiento preventivo de tropas, esto es precisamente lo que parece estar cociéndose en los lindes orientales de Europa.

Ya sabemos que establecer con nitidez el límite exacto donde Europa y Asia pierden su honesto nombre resulta harto complicado, por no decir imposible. La convención tradicional traza los confines orientales de Europa (u occidentales de Asia) en los Urales (montes y río) y en el río Aras. Se trata de un convencionalismo ampliamente aceptado, aunque no por ello deja de ser arbitrario.

Pero, si bien averiguar dónde se hallan los límites físico-geográficos del “continente” europeo es algo así como un inocuo pasatiempo cartográfico, las consecuencias de las actuales pulsiones delimitadoras en el plano político-geográfico podrían llegar a ser muy graves.

Fijar los límites de las respectivas áreas de influencia de la UE/OTAN y del llamado “extranjero próximo” de Rusia no es ni muchos menos un pasatiempo cartográfico. Equivale, seguramente, a abordar la “madre de todas las delimitaciones”.

Los límites políticos, culturales y territoriales de Europa son borrosos, ambiguos e inciertos. Sin embargo, el actual mensaje de la Rusia de Putin no lo es en absoluto. Estos días, lo que parece estar diciendo el Kremlin, y cada vez con menos ambages, es: ya saben que la línea roja está trazada, vecinos occidentales, dejen ustedes de extralimitarse.

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